
Hay pensadores que a través de la historia del filibusterismo y la piratería llegaron al ensayo filosófico de la Utopía Pirata y grandes poetas que glosaron en sus obras el concepto de Libertad mediante la bandera negra crepitando al viento en los veloces bergantines. El genial Borges en su Historia Universal de la Infamia dedica uno de sus cuentos a la pirata Ching, protagonista de la provocación ante lo tradicional y luchadora de la poesía de lo imaginario y Espronceda nos legó su canción.
«Un verdadero punto G de la erótica del poder y la depravación : Port Royal»
Y en ese encuentro superlativo, entre el pensamiento de los hombres y los hechos de la historia, que permite el conocimiento de las gestas y atropellos de los bucaneros del Caribe, hay un nombre, una ciudad, que es el epicentro de la mítica sentimental y todos los ardores intelectuales que el Caribe ha provocado. Un verdadero punto G de la erótica del poder: Port Royal. La sede del Gobierno británico en Jamaica. Esa capital que en el siglo XVII se convirtió en la Sodoma del Nuevo Mundo, rica y perversa, que llegó a contar con una cantina por cada diez habitantes, y que como consecuencia de un terremoto quedo sumergida en el mar.

Hoy la Barcelona de Ada Colau simula toscamente, por la corrupción que conocemos, a la mítica e histórica Port Royal. Porque aquí intuimos que los políticos, espiándose unos a otros, no se rigen por ningún código de conducta como sí tenía los piratas, y nada más que siguen la llamada de la avaricia y la partitocracia. Y además ahora, los nuevos y falsos piratas no roban en el mar apostando su vida. Nos roban a todos el dinero público que se gastan en comilonas, falsas embajadas, urnas de cartón, micrófonos ocultos, facturas falsas o desorbitadas, informes inexistentes, libros a todo color y papel couché falseando la historia y permitiendo, fomentando y firmando obras públicas para ganar un porcentaje millonario.
«Y mientras en Port Royal la mayoría participaba del día a día mediante el saqueo, la prostitución, o el juego, en Barcelona solo unos pocos, que se han elegido a si mismos como portavoces y dirigentes de la mayoría son los que gozan del poder y los euros»
Y mientras en Port Royal la mayoría participaba del día a día mediante el saqueo, la prostitución, o el juego. Asumía el riesgo de las leyes ácratas sobre la riqueza y compartía las bacanales, las resacas y la muerte, aquí y ahora, en Barcelona solo unos pocos, que se han elegido a si mismos como portavoces y dirigentes de la mayoría son los que gozan del poder y los euros, de las comilonas y la erótica del poder. Pero el caso es que la ciudad de los prodigios, esa Barcelona querida, perla del mediterráneo fenicio, va camino de hundirse en un maremoto del apestoso olor de la corrupción y puede alcanzar envolviéndose en los bucles perversos de la historia universal del la infamia, a la mítica Port Royal de la que muchos pensadores quisieron leer en su destrucción una especie de castigo divino por su concentración de perversión y pecado.
Magnífico artículo, Manuel Artero Rueda. Quien nos iba a decir que los piratas, aquellos piratas del Caribe, iban a tener màs honor que los actuales. Preciosa edición.