La pintura de los días por Demetrio Reigada. El gran cuadro de Gauguin: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?

Las eternas preguntas «¿Quiénes somos?» «¿De dónde venimos?», «¿A dónde vamos?» cuyas respuestas han buscado investigadores y ascetas también preocuparon a Paul Gauguin
¡BUENOS DÍAS!
Las eternas preguntas «¿Quiénes somos?» «¿De
dónde venimos?», «¿A dónde vamos?» cuyas respuestas han buscado
investigadores y ascetas también preocuparon a Paul Gauguin,
pintor neo-impresionista francés; el eterno viajero que siempre
va buscando nuevas tierras que le puedan aportar algo.
La vida de Gauguin no ha sido fácil. Las dificultades económicas y
los traslados prácticamente obligados han ido marcando su vida.
A pesar de que la obra posiblemente más conocida de Gauguin son
sus pinturas de mujeres de la Polinesia, Lo cierto es que hay una
obra que viene a recopilar todo cuanto el pintor ha hecho. Se
trata del cuadro titulado “¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A
dónde vamos?”
En 1897, una carta le informaba de la muerte, con apenas 21 años,
de su hija Aline. Esta muerte supuso no sólo la ruptura del
artista con su esposa, a la que acusó irracionalmente de la
pérdida de su hija, sino con la Fe que aún podía conservar. En
una devastadora carta fechada ese mismo año, Gauguin afirma: “Mi
hija ha muerto. Ya no quiero a Dios.”
En este estado mental Gauguin emprende la titánica tarea de
pintar su testamento artístico, la obra que reúne en si misma
todas las demás obras del artista: “¿Quienes somos? ¿De donde
venimos? ¿A dónde vamos?” no es simplemente la obra más colosal
que Gauguin pintó vida (139- 375 cm.) sino que desarrolla por
completo la doctrina filosófica y pictórica del artista.
Con un formato llamativamente horizontal, el lienzo sigue una
evolución cronológica inversa, comenzando en su extremo izquierdo
con la desoladora figura de una momia que, en posición fetal,
tapa sus oídos como intentando mantenerse ajena a toda la escena;
mientras que en el extremo izquierdo, un bebé, símbolo de la
inocencia y la vida, es cuidado por tres jóvenes tahitianas. En
el centro, la figura del hombre que coge un fruto simboliza la
tentación y caída del hombre. Estructurando el cuadro en un
sentido cronológico inverso, Gauguin parece señalar lo primitivo,
lo inocente, como único camino a seguir por el artista.