
“Hace dos años escribía unas líneas por el ataque sufrido por los penitentes durante una procesión, ahora lo hago de nuevo superada la pandemia”
Hace unos años escribía unas líneas tras el dolor causado en un ataque sufrido por los penitentes durante una procesión en una capital castellana, ahora lo hago de nuevo, superada la pandemia, tras dos años sin procesionar. Mi reflexión surgió cuando el Jueves Santo de ese año veía por Tele Madrid las bellas procesiones que se venían sucediendo por España.
En un momento, la periodista y su interlocutor se preguntaban por su infructuosa investigación sobre el origen del capirote de los penitentes, haciendo alguna que otra, y un poco ridícula, elucubración. Busqué el teléfono de la emisora y estuve llamando incluso por guásap para ofrecer a los televidentes esa información, pero no tuve éxito, por eso estas líneas.
Tenemos que remontarnos en ambos casos, capirotes y cadenas, al siglo XVI, cuando los delincuentes eran señalados públicamente teniendo que portar sobre su cabeza un capirote para escarnio ante la sociedad.

“Los penitentes en las procesiones de Semana Santa mostrando públicamente su sentimiento de culpabilidad por sus pecados se colocaban un capirote”
De ahí viene que los penitentes en las procesiones de Semana Santa mostrando públicamente su sentimiento de culpabilidad por sus pecados se colocaran un capirote cubriéndose a la vez la cara dejando solo visibles los ojos en señal de penitencia personal y silenciosa.
De esa manera se hacía penitencia de forma discreta, sin darse a conocer, sin alardear de ello, haciéndolo con humildad y en silencio.
En cuanto al uso de cadenas, su origen se basa en la liberación de los esclavos cristianos del norte de África cautivos de los turcos en ese gran desconocido hecho que es el de la esclavitud blanca y al que dedico mi libro titulado Los Esclavos blancos. El Islam y la Conquista de Europa.

“Cristianos libertos acompañaban a los monjes dando fe publica y explicando sus penalidades y sufrimientos mostrando las cadenas con las que vivieron encadenados”
Las órdenes mendicantes como los mercedarios recogían dinero en Europa para comprar la libertad de los cautivos a los turcos, esclavitud que duró desde la Edad Media hasta el siglo XIX, o sea hasta hace muy poco. Cristianos libertos acompañaban a los monjes dando fe publica y explicando sus penalidades y sufrimientos mostrando las cadenas con las que vivieron encadenados, y se mostraban con ellas por las calles comenzando a hacerlo como penitencia durante la Semana Santa ofreciendo el recuerdo de su sufrimiento a Cristo en su Pasión. Las cadenas que podemos ver en la fachada de la iglesia de San Juan de los Reyes en Toledo, cadenas que son restos y reliquias de cadenas de los cautivos cristianos rescatados de las batallas de Málaga y Almería (1485-86) y que ellos mismos trasladaron en procesión hasta Toledo como exvotos de perenne agradecimiento a Dios y a su Reina.

“Llegado el Domingo de Resurrección los penitentes ya se mostraban jubilosos con la cara descubierta y sin cadenas”
Llegado el Domingo de Resurrección los penitentes ya se mostraban jubilosos con la cara descubierta y sin cadenas, liberados y dando gloria por la Resurrección.
Por supuesto esta simbología no tiene nada que ver con la parafernalia del KKK de los que amparados por una cruz de Cristo, menuda contradicción, persiguen y atacan a otros seres humanos en razón del color de su piel.