
“Cuentan que el narciso resiliente llegó a comprarse 327 espejos distintos. Pero ninguno respondió a su obsesiva interrogación”
Malos tiempos para los narcisos
que buscan el aplauso facilón:
toleran mal a los insumisos
frente a sus divinos hechizos,
que creen gozar en exclusiva posesión.
Un tal Pedro -que no daba para rey- quiso,
al menos, ser zar o emperador;
pero, siendo ya obsoletos tales títulos,
dio en conformarse con haber nacido
para la empatía, la concordia y el amor.
¡Ah, la vida es cruel, amigos:
pese a sembrar toda su nación
de una generosidad no vista en siglos,
lejos de prestarle debida atención,
dijeronle de todo menos bonito,
objeto de mofa y befa, sin remisión:
El simple ciudadano
mandole a tomar por saco.
Más hostil, el catalufo
mandole a tomar por culo.
Y aun el poeta y el asceta
mandaronle a hacer puñetas.
Hora llegó en que, en su triste afán,
luego de fracaso tras fracaso
y sin poder siquiera recurrir a Franco,
no le acompañaba ya, en su soledad,
más que su fiel escudero Iván,
caminito… del barranco!
No obstante, es de todos bien sabido
que era, Pedro, hombre de ‘resiliencia’ suma;
Y, un buen día, preguntole a su espejito:
-¿Me quieren por mis muchos méritos
o acaso solamente por mi guapura?
Tres cuartos de hora, cuentan,
estuvo esperando una respuesta:
El espejo prefirió guardar silencio,
a que Pedro le rompiera la cresta.
Sabía bien que no era sino desprecio
lo que inspiraba ya ese pobre anacoreta;
hasta quienes le lamían el trasero,
acabaron rehuyendo su presencia.
Cuentan que llegó a comprarse 327 espejos distintos.
Pero ninguno respondió a su obsesiva interrogación.
Uno que fue a visitarle le halló confundido y compungido
y en su presencia penosamente a lamentarse comenzó:
-¡¿Cómo puede ser uno RESILIENTE sin un espejo como es debido?!
Le hallaron, al fin de sus ególatras días,
desparramado sobre un charco de espejos:
Su gélida mirada parecía
estar mirando muy lejos:
¡como buscando, todavía,
su resiliencia perdida!
Su ataúd un espejo
enorme cubría:
por si le apetecía
observar eternamente
su propio reflejo.