
«En la zona de España gobernada por el Frente Popular, el proceso de terror político, el terror rojo, terminará cobrándose 60.000 vidas»
Con motivo del 86º aniversario de las matanzas de Aravaca, Paracuellos de Jarama y Torrejón, en las cuales, durante los días 7, 8, 9, 18, 24, 25, 26, 27, 28, 29 de noviembre y 1, 3 de diciembre de 1936, el ejército republicano en la localidad madrileña de Paracuellos, llevó a cabo el asesinato a más de 5.000 mujeres y niños considerados opuestos al bando republicano, sacados de distintas cárceles de Madrid, con excusa de ser trasladados a otros lugares y acto seguido asesinados por las milicias de Santiago Carrillo y coincidiendo con el 84º aniversario del bombardeo de la localidad de Cabra (Córdoba), bombardeada aereamente por la aviación republicana, dejando 109 civiles muertos y más de 200 heridos. Permítanme dedicar el siguiente artículo a narrar uno de los episodios más oscuros que padeció nuestra España en la primera mitad del siglo XX. “El terror rojo”. Memoria democrática sí, para todos.
El 17 de julio de 1936 comienza la sublevación militar en Melilla, el 19 de julio ya es evidente que ha estallado una Guerra Civil. A partir de ese momento cuando aún no pueden hablarse ni de frentes ni de operaciones bélicas, comienza el terror bajo la presión de los partidos revolucionarios. El Gobierno del Frente Popular conoce en sólo 2 días a 3 jefes de Gobierno distintos, los 3 de la coalición Azañista “Izquierda Republicana”, Casares Quiroga que había desempeñado un funesto papel en la escalada de violencia durante la primavera anterior, es reemplazado por Martínez Barrio, este de mandato efímero, intenta una aproximación a los sublevados que se salda con el fracaso, a las pocas horas será sustituido a su vez por Giral, el cual acuciado por socialistas y comunistas decide autorizar la entrega de armas al pueblo, es decir, a las milicias de los partidos de izquierda, en muchos casos organizadas desde varios meses atrás. Son las milicias las que protagonizarán la primera fase del terror.
Desde el mismo comienzo de la guerra, toda España vive un largo proceso de terror político en ambos lados, en la zona de España gobernada por el Frente Popular, el proceso de terror político, “el terror rojo”, terminará cobrándose 60.000 vidas, primero será la caza del enemigo con la coartada de la espontaneidad incontrolada de las masas, las víctimas de esa caza sin embargo no son aleatorias ni fortuitas, sino concretas desde el punto de vista revolucionario, son los “enemigos de clase”: religiosos de cualquier condición, políticos de la derecha, propietarios industriales y militares sospechosos; pero en un muy poco tiempo, en un vertido de sangre la lista se amplía, ya no solo los religiosos consagrados sino también los ciudadanos de fe manifiesta, ya no son sólo los políticos de la derecha sino también sus votantes, ya no sólo los grandes propietarios sino también el labrador, el comerciante, el profesional liberal, ya no sólo los militares de quienes pueda pensarse que simpatizan con el alzamiento, sino cualesquiera otros que se conviertan en culpables simplemente por llevar uniforme. A sólo un mes de estallar la Guerra Civil, el terror de las milicias armadas por el Gobierno y convertidas por el Gobierno en fuerzas paramilitares y parapoliciales se cierne sobre todo aquel que sea sospechoso de no comulgar con la revolución que se anuncia.

«Se desencadena una persecución religiosa sin precedentes que elevará el número de clérigos asesinados, sacerdotes, monjes, frailes, hasta cerca de los 7.000»
En esa atmósfera se desencadena una persecución religiosa sin precedentes que elevará el número de clérigos asesinados, sacerdotes, monjes, frailes, hasta cerca de los 7.000 sin contar la elevadísima cifra de seglares que son asesinados por sus convicciones cristianas. Con el derecho arruinado aparecen casos siniestros de venganzas personales, asesinatos y robos cometidos bajo la coartada de una razón política rebajada al rango del crimen. El “paseo” se convierte en escena cotidiana, el enemigo es cazado, transportado al matadero y asesinado impunemente. El miedo cierra algunas bocas, otras el odio. No hay nadie que esté a salvo, las cárceles donde los presos políticos han sustituido a los comunes, son asaltadas y asesinados los reclusos, al compás de la guerra que ya ha incendiado los frentes, las autoridades militares o civiles, consienten cuando no ordenan, sangrientas represalias cuyas víctimas se cuentan por miles. Las cárceles comienzas a vivir el siniestro ritual de las “sacas”, llegan los milicianos, sacan a unos presos, la autoridad los entrega y se los asesina sin la menor posibilidad de defensa, las “sacas” se intensifican hasta bien entrada la Guerra Civil, no cesarán hasta que ya apenas quede nadie a quien sacar.
Con el pretexto de la guerra, de la acercada amenaza del enemigo, se procede a ejecutar matanzas masivas que aún hoy sorprenden por su cuantía, no hay pretextos ni excusas políticas para una carnicería que los propios republicanos juzgarán como su mayor vergüenza, pero quizá la mayor vergüenza no sea esa, sino el hecho de que la carnicería continuará, no con cifras tan masivas pero sí con un sistema depurado de terror cuyo mejor exponente son las “checas”. En torno a ellas se desencadenan la tortura, la humillación y la muerte. Cuando el Gobierno interviene para controlar el terror no lo atenúa, sino que lo intensifica, ninguna medida de orden es capaz de neutralizar la dinámica revolucionaria que el propio Gobierno del Frente Popular ha abierto, así serán las propias instituciones las que terminen enfangadas en el mundo tétrico de los asesinatos, los saqueos, el tráfico de bienes robados a víctimas inermes y la evasión masiva del tesoro nacional. Los tribunales no correrán mejor suerte, atrapados entre la disyuntiva de mantener el orden o legalizar la revolución, las más de las veces se dejarán llevar por la corriente hasta convertir la justicia en una parodia que demasiadas veces se limitará a avalar formalmente el crimen.
Hacia la primavera de 1937, cuando aún no se ha cumplido un año de contienda, la mayor parte de la represión ha sido ya consumada, hablamos de una cifra que podría rondar las 50.000 víctimas en 10 meses. Las matanzas de población civil aun ejecutadas en distintas condiciones fueron cosa común en los 2 bandos de la guerra, en ambos se hizo acopio de presos políticos, en ambos se cazó al contrincante, en ambos se ejecutó a detenidos, en ambos hubo represalias de guerra. “El terror rojo” tuvo sin embargo cientos de aspectos peculiares que no se encuentran en el otro lado calificado como “Terror Blanco”. Uno es la programación de matanzas masivas exterminadoras como la que en pocos meses llenó las fosas de Paracuellos, otro es el sistema de los centros de tortura y asesinato denominados “checas”, dependientes unas veces de las autoridades del Estado republicano y otras veces de los partidos políticos del Frente Popular. El tercer elemento singular es el ensañamiento sobre las víctimas, tanto sobre los detenidos como sobre los cadáveres practicada de forma tan abundante en la zona republicana que puede hablarse de una suerte de macabro ritual.

«Las matanzas masivas y el sistema de checas son un golpe de muerte para la idílica imagen de una República democrática y virtuosa»
Por último el “terror rojo” tendrá una importante dimensión económica. Con redes organizadas de despojo y saqueo que incluso llegarán a ocupar las páginas de los propios periódicos republicanos. Las matanzas masivas y el sistema de checas son un golpe de muerte para la idílica imagen de una República democrática y virtuosa, ese espejismo de la propaganda que suele expresarse con el concepto de legalidad republicana. Del mismo modo los numerosísimos casos de ensañamiento y salvajismo sobre las víctimas; torturas, violaciones, mutilaciones, castraciones, arruinan por completo la idea propagandística de que el Frente Popular encarnaba la ilustración, la libertad y la modernidad. Cuando el Gobierno republicano intente humanizar la represión a través de los campos de trabajo, el resultado será un universo concentracionario demasiado parecido al “Gulag”.
Detrás del “terror rojo” hubo mucho odio, expresado de la manera más atávica y elemental, el ensañamiento sobre las víctimas es la demostración más clara y es un capítulo sobre el que la izquierda española ha eludido cualquier reflexión en profundidad. Era inevitable que este paisaje terminara desembocando en una dinámica suicida, en una avalancha sobre el terror en sí mismo, en situaciones así siempre son los grupos más decididos, más osados y más dispuestos a llegar donde haga falta los que terminan devorando a sus aliados más débiles o con mayores escrúpulos. Aquí el grupo más decidido será el PCE con el apoyo imprescindible de la Unión Soviética de Stalin, las checas de la República se llenan de técnicos soviéticos, mientras el servicio secreto estalinista, el NKVD, campa a sus anchas. Toda la maquinaria bien engrasada del terror estalinista se aplica en España de manera implacable, pero ahora no se orientará sólo hacia los enemigos del Frente Popular, sino que golpeará muy especialmente a los partidos sospechosos de hacer sombra a los proyectos de Moscú. Primero a los supuestos trotskistas, después a los anarquistas y más tarde a los propios socialistas. La creación del Servicio de Investigación Militar, el temible SIM, diseñado bajo la directa inspiración soviética, formalizará oficialmente la represión en una República que con Negrín, se parecerá demasiado a una dictadura militarizada.
El fin de la guerra será una estampa de guerra civil dentro de la Guerra Civil, anarquistas y republicanos a tiros contra los comunistas en los barrios de Madrid, cuando el ejército conquiste las últimas ciudades, con frecuencia encontrarán en las cárceles a los responsables del “terror rojo”, sus propios subordinados los habían dejado allí encerrados con el expediente de los crímenes en la puerta.
El “terror rojo” se ahogará en sí mismo, 86 años después la izquierda española sigue sin hacer balance de aquel siniestro episodio.
Tremendo y muy elocuente. ¡Arriba España!