
«Desde que los vecinos de Bolduque habían sacado el Santísimo en la primera procesión de la mañana del sábado, el tiempo había cambiado»
Los rebeldes holandeses estaban tan ciertos de la rendición de los españoles que Holak «se preparó a trasladar sus futuros prisioneros de guerra» e hizo arreglos en Bommel y otras villas para alojar tan crecido número de prisioneros. Con muy buen criterio, en ningún momento había cedido a las provocaciones de los españoles que le desafiaban a que asaltara el dique.
Esa misma noche un mensaje del Conde de Mansfeld avisaba que al amanecer pondría cuatro piezas en el dique de Rosman, «frontero a las isletas que estaban a la izquierda de la ocupada junto al castillejo de los italianos«, a fin de alejar de allí la flota rebelde para que Bobadilla las ocupara. Mansfeld comunicaba asimismo que no se podía vadear lo anegado, punto que ya conocía Bobadilla, pero que había mandado romper el dique de Hasdem para desaguar los campos. Sin embargo, esta nueva cortadura, hecha sin cesar de combatir, no sólo no daba salida a las aguas, sino que las había hecho subir dos codos (1 metro aprox.), hasta tal punto que enrasaban con la parte más alta de las isletas ocupadas por los españoles. Como observa comprensivamente Vázquez, el Conde de Mansfeld no estaba siendo tocado por la fortuna.

«La artillería de Carlos de Mansfeld comenzó a batir a la flota enemiga desde poco antes de amanecer con las piezas de Bolduque»
Desde que los vecinos de Bolduque habían sacado el Santísimo en la primera procesión de la mañana del sábado, el tiempo había cambiado. La temperatura había bajado bruscamente, soplaba «viento del nordeste y empezó a helar, algo que no había pasado en mucho tiempo y tampoco pasaría en los años siguientes«. Las aguas se helaban muy deprisa, algo que en la comarca no ocurre normalmente hasta mediados de enero.
Ese domingo 8 de diciembre de 1585, festividad de la Purísima Concepción, la artillería de Carlos de Mansfeld comenzó a batir a la flota enemiga desde poco antes de amanecer con las piezas de Bolduque que los hombres de Juan del Águila, sin dormir ni descansar, habían llevado a brazo con enorme esfuerzo, ya que no se trataba de piezas de campaña, relativamente ligeras, sino de cañones de plaza de gran calibre y peso.
Sus «muchas y apresuradas descargas» hacían tanto daño a las naves rebeldes situadas junto a las isletas que se vieron obligadas a resguardarse tras ellas.
Entretanto, «la hermandad de María Inmaculada de Bolduque hizo una procesión solemne para suplicar ayuda de Dios para los católicos encerrados«, y los vecinos de Bolduque continuaban sus rogativas y agasajaban a los españoles de Juan del Águila en muestra de buena voluntad.
Cuanto más prodigaban sus rezos más engrosaba el hielo, «pareciendo que llevaba helando más de veinte días, y en algunos lugares, el hielo tomó el espesor de dos picas«.

«Los españoles llevaban cubiertas las mechas de los arcabuces, pero llegando a las isletas, a un soldado español se le incendió en un descuido un frasco de pólvora»
Por su parte, Bobadilla, que había reconocido el mejor modo de llegar a las isletas y cuáles convenía ocupar, ordenó en consecuencia al Sargento Mayor Cristóbal Lechuga que tuviera listos doscientos hombres y tres piezas para embarcar en las pleytas a primera hora de la noche, en previsión de que hubiera enemigo en las isletas. Las pleytas partieron en silencio, «aunque pocas veces lo suele tener la nación española en facciones de noche» en la clara y gélida noche invernal. Esa noche, bajo la luna, hizo «el frío más extraordinario que jamás se vio”.
Los españoles llevaban cubiertas las mechas de los arcabuces, pero llegando a las isletas, a un soldado español se le incendió en un descuido un frasco de pólvora, y al fragor de la detonación el enemigo, que efectivamente ocupaba las isletas, corrió a refugiarse a los barcos, perseguido por los españoles que desembarcaban.
“Los españoles sufrían muchísimo, pero también la situación se hacía peligrosa para Holac. Temía que sus barcos quedaran bloqueados por el hielo”.

«Bobadilla, al darse cuenta de la retirada enemiga hizo ocupar las trincheras que había mandado hacer a lo largo del dique»
Igualmente temía que los españoles, como tenían acordado, atacando sus barcos sobre el hielo los conquistaran o incendiasen. En consecuencia dio orden de abandonar la zona anegada entre Empel y Bolduque para salir a las aguas libres del Mosa a través de la cortadura principal del dique a levante.
Bobadilla, al darse cuenta de la retirada enemiga hizo ocupar las trincheras que había mandado hacer a lo largo del dique e hizo fuego con todas sus armas sobre el larguísimo convoy naval que desfilaba lentamente por la cortadura, necesariamente estrecha, y a lo largo del dique, sobre el curso aguas abajo del Mosa. Más adelante se supo que en esta ocasión los rebeldes habían tenido trescientos muertos: «Cuando los rebeldes iban pasando con sus navíos por el río abajo les decían a los españoles en lengua castellana que no era posible sino que Dios fuera español pues había usado con ellos tan gran milagro, y que nadie en el mundo sino él por su divina misericordia fuera bastante a librarles del peligro y de sus manos«.
Un viento huracanado e intensamente frío se desató aquella tarde helando las aguas del Mosa. Los españoles, marchando sobre el hielo en plena noche, atacan por sorpresa a la escuadra enemiga al amanecer del día 8 de diciembre y alcanzan una victoria tan completa que hace decir al almirante Holak: «Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro«.
Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones, la Inmaculada Concepción es proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia, la flor y nata del ejército español.
«Los soldados de Bobadilla, ateridos y agotados, fueron acogidos y curados calurosamente por la población de Bolduque, lo que no impidió que muchos murieran por las penalidades sufridas. Otros perdieron pies y manos por congelación«.
La ciudad recibió más adelante el testimonio de agradecimiento de Farnesio, mediante el ofrecimiento de un cáliz de oro y ochenta vacas para limosna de pobres, y el del propio Felipe II. Los acontecimientos de esta angustiosa semana se divulgaron rápidamente.

El desenlace
El lunes 9 de diciembre, el grueso de la flota había abandonado las inmediaciones del dique y los campos anegados, pero los rebeldes ocupaban todavía los fuertes de las isletas apoyados por seis navíos en sus inmediaciones. Bobadilla había encargado al Sargento Mayor que desde dos horas antes del amanecer estuvieran preparadas dos pleytas con capitanes y soldados escogidos en la zona del castillejo de los italianos, en espera de que desde la posición de enfrente los españoles de Juan del Águila hicieran una salida con una galeota que tenían y una pieza que Mansfeld había hecho montar en un tablado sobre dos barcazas.
Una hora después de amanecer todavía no habían salido los de Juan del Águila, y el capitán Juan de Valencia se ofreció a conducir el ataque.
«Empezaba a deshelar y por las cortaduras adonde se dirigían comenzaban a entrar embarcaciones rebeldes y barquillas con tropas para guarnecer los fuertes»
El hielo era grueso y sin fisuras y las pleytas avanzaban penosamente. Los capitanes de la primera pleyta iba rompiendo el hielo por la proa con los remos, y los soldados pidieron regresar considerando el riesgo y extrema dificultad del avance, a lo que Valencia respondió enérgicamente en esta forma: «Lo que se les ordenó y a lo que habían salido era a ganar los fuertes, y que por ningún caso podían dejar la empresa, aunque pereciesen todos en el camino. Valerosa respuesta y honrada determinación, pues deben Los que se precian de obedientes capitanes observar las órdenes sin mirar los inconvenientes, y rompiendo los que se ofrecen, aventurarse a cumplir lo que se les encomienda por muy dificultoso que sea«.
Empezaba a deshelar y por las cortaduras adonde se dirigían comenzaban a entrar embarcaciones rebeldes y barquillas con tropas para guarnecer los fuertes. Pero Bobadilla había dado orden de hacer llegar todas las demás pleytas, y los rebeldes, al verlas pasar entre las isletas, creyeron que los sitiados tenían muchas más, y supusieron un ataque en fuerza, de modo que cuando la primera pleyta llegó a tiro de mosquete del fuerte decidieron que lo mejor era retirarse a sus barcos. Los españoles ocuparon los fuertes sin combate, y con ello aseguraron su salida y la libertad: “Pues aunque volviera a deshelar y a hacer mucha blandura y el armada rebelde retornara, aunque fuera más poderosa, a ocupar los pasos y puestos que había tenido, no era bastante a defender la salida a tierra firme a los tres tercios españoles que había sitiado«.
«Del otro lado rápidamente acudió en su ayuda Mansfelt con seis pontones, asistido por Zambrana y Cavalla«.
Dado que quería dar personalmente su felicitación a Bobadilla. Con su galeota y las pleytas recogió a los trescientos heridos y enfermos que Bobadilla había concentrado en el castillejo, y aunque los hombres de Holak quisieron embestir contra ellas, no pudieron a causa del fuego de las piezas de la iglesia de Horte y de una culebrina que había adelantado Mansfeld, así como por la gran cantidad de gruesos témpanos de hielo flotantes que estorbaban la navegación.
Mientras tanto Bobadilla había convenido con su caballeroso adversario la restitución del cadáver del capitán Melchor, al que ordenó dar un solemne entierro.

Tras ello, los sitiados rompieron el hielo con vigas y remos para facilitar el pasaje a las pleytas y pontones que enviaban los vecinos de Bolduque. «Mientras tanto se nubló y empezó a llover y a deshelar». Bobadilla mandó que las banderas embarcasen primero, y designó un capitán de cada tercio para custodiarlas, y estando en ello llegó Mansfeld con «mucha cantidad de pan, que no poca necesidad tenían dél por haber más de ocho días que no lo habían probado: y fue acompañando a las banderas hasta Bolduque«.
Al concluir este primer pasaje, los marineros de las pleytas huyeron espantados de las tribulaciones pasadas, lo que demoró el paso del resto hasta el día siguiente, martes, 10 de diciembre de 1585 en que embarcaron todos, y el último, el Maestre de Campo. Farnesio, que tuvo noticia de la liberación durante su marcha apresurada hacia Bolduque, escribió inmediatamente una elogiosa carta a Bobadilla e estos términos: «que estimó esta carta como era de razón, no menos los capitanes y soldados por las mercedes que hacía en ella: que no poco alivio es para ellos en semejantes acontecimientos razones y cartas regaladas de sus Generales y superiores, pues siempre mueven y son agradecidas; y costando tan poco como un pliego de papel, las encarecen algunos de manera que les parecen pierden el (sic) autoridad de Generales y de quien son si satisfacen a sus capitanes con razones o papeles que a veces suelen hacer tanto efecto como las obras«.

«En la memoria de los católicos neerlandeses quedó grabado aquel suceso y que nombraron como «Het Wonder van Empel», «el milagro de Empel»
«Los soldados de Bobadilla, ateridos y agotados, fueron acogidos y curados calurosamente por la población de Bolduque, lo que no impidió que muchos murieran por las penalidades sufridas. Otros perdieron pies y manos por congelación«.
La ciudad recibió más adelante el testimonio de agradecimiento tanto de Farnesio, un cáliz de oro y ochenta vacas para limosna de los pobres, como del propio Felipe II. Los acontecimientos de esta angustiosa semana se divulgaron rápidamente.
En la memoria de los católicos neerlandeses quedó grabado aquel suceso que dio lugar a la victoria y salvación de los españoles del ejército del Rey y que nombraron como «Het Wonder van Empel», «el milagro de Empel».
Años después la Inmaculada sería Patrona de de la Infantería Española. Hoy en día lo es de España, y de los Estados Unidos de América.

“Ese ejército que ves
vago al yelo y al calor,
la república mejor
y más política es
del mundo, en que nadie espere
que ser preferido pueda
por la nobleza que hereda,
sino por la que el adquiere;
porque aquí a la sangre excede
el lugar que uno se hace
y sin mirar cómo nace
se mira cómo procede.
Aquí la necesidad
no es infamia; y si es honrado,
pobre y desnudo un soldado
tiene mayor calidad
que el más galán y lucido;
porque aquí, a lo que sospecho,
no adorna el vestido al pecho,
que el pecho adorna al vestido;
y así, de modestia llenos,
a los más viejos verás,
tratando de ser lo más,
y de parecer lo menos.
aquí la más principal
hazaña es obedecer,
y el modo como ha de ser,
es ni pedir ni rehusar.
Aquí en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la fineza, la lealtad,
el honor, la bizarría,
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son,
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna,
la milicia no es más que una
Religión de hombres honrados.”