Libertad y Dictadura no casan bien. Por Gusarapo

Libertad y Dictadura no casan bien.

«Quienes consideran la imposición de sus ideas, incluso por la fuerza son capaces de convencer a la sociedad de que propugnan la libertad»

Hace unos días, regresando a casa ya entrada la noche, fuera del horario comercial de mi ciudad, al pasar junto al establecimiento de un conocido mío, me sorprendió ver que las luces del mismo permanecían encendidas y la puerta abierta. Entré para saludarle e interesarme por el motivo de su retraso en el cierre. Por lo visto, tras una tarde de absoluta inactividad, a última hora, cuando se disponía a ultimar unos asuntos del negocio y a echar la trapa, entraron varias personas y entre atenderles y otro par de cosas, se le dieron las tantas.

 

Me recriminó no haberle visitado en algún tiempo y me excusé con las circunstancias del trabajo y mi estado anímico, no muy favorable éste último a relaciones y visitas en las semanas previas al encuentro.

 

Estando ya con un pie fuera de la tienda, apareció ante la misma un caballero que precisaba de algunos artículos, y mi conocido, dado su carácter, profesionalidad y las actuales circunstancias económicas por las que atraviesa su negocio, le atendió amablemente.

 

Decidí esperar unos minutos a que terminara la transacción para irnos juntos dando un breve pero necesitado paseo por las calles de nuestra ciudad.

 

Cuando el caballero se disponía a efectuar el pago, se inició entre nosotros, entre los tres, una discusión que se inició con la conveniencia o inconveniencia de la reducción de la cantidad de efectivo en los reintegros en cajero automático, el rescate bancario, los abusos de las grandes corporaciones sobre el ciudadano, la presión fiscal, y continuó con la situación agrícola y energética. La cuestión energética osciló, dada la opinión de aquel señor, entre la maldad y usura de las empresas y su apropiación indebida del agua almacenada en los embalses, como si no existieran leyes, normas, condicionantes, regulaciones, y los organismos regulatorios de las cuencas hidrográficas, de los que les he hablado en algún momento, no dependieran del gobierno.

 

El caballero en cuestión era un firme defensor de las políticas de nuestro actual gobierno.

 

A mí su rostro me resultaba conocido y así se lo hice saber, y resultó que efectivamente le conocía, aunque antes tenía barba y actualmente tenía el cutis perfectamente rasurado. Se trataba de un abogado a quien conocí varias décadas antes de esa noche. Lo que no conocía previamente eran sus ideas políticas.

 

La conversación discurrió en términos de correcta educación y entre puntos de vista muy opuestos por la ideología de aquel caballero.

 

No sé si algunas creencias generalizadas se deben al hurto de la realidad por parte de determinadas corrientes o ideologías, o si por el contrario se deben a la desidia y abandono de la reivindicación de la verdad por parte de sus contrarios.

 

Por ejemplo, es creencia generalizada, por lo que he podido constatar, al menos a mi alrededor, que el Feminismo es un movimiento reivindicativo surgido en el seno de los partidos denominados de izquierdas. ¿Realmente es así?

 

A lo largo del siglo XVIII, filósofos, escritores, pensadores e ideologos europeos constituyeron una corriente de pensamiento que desembocó en un movimiento conocido como Ilustración.

 

Abogaban por la Libertad, la Igualdad, la racionalidad, el reduccionismo, el método científico, el antropocentrismo, el universalismo…

 

Pertenecieron a él personajes como Rousseau, Montesquieu, Diderot, d’Alembert, John Locke, Adam Smith, Thomas Paine, Jeremy Bentham y John Stuart Mill.

 

La Ilustración tuvo una enorme influencia en la política, la educación, la religión y la sociedad en su conjunto, siendo precursora de la Revolución Francesa y de los movimientos abolicionistas.

 

Las ideas ilustradas fueron el germen del Liberalismo.

 

El Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels se publicó en 1845, siglo XIX.

 

Tal vez varios de los precursores del feminismo hubieran ingresado con alegría y convencimiento en las filas del comunismo, pero lo cierto es que no lo hicieron porque no se había definido aún. También es cierto que libertad y dictadura no casan bien, me parece a mí. Veamos quienes fueron algunos de los más destacados.

 

En 1673, un clérigo francés, Poullain de la Barre, publica su obra Sobre la igualdad de los sexos, en la que afirma que a pesar de las diferencias fisiológicas entre hombre y mujer, el espíritu de ambos es idéntico, y éste sería el punto de partida del feminismo.

 

En aquellos tiempos las mujeres no eran consideradas iguales a los hombres. Prueba de ello son la Declaración de Derechos de Virginia y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

 

Marie Gouze, revolucionaria francesa, escritora y abolicionista, redactó en 1791 la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, en la que abogaba por la equiparación jurídica y legal entre mujeres y hombres así como por la emancipación femenina.

 

La equiparación demandada conllevaba el derecho a la propiedad, al voto, a la educación, a la política, al trabajo público, a la carrera militar, al divorcio…

 

Un británico polifacético, Jeremy Bentham, en su obra Constitutional Code de 1827, propugnaba la igualdad de derechos para las mujeres y su derecho al divorcio. Además defendía las libertades individuales y económicas, la separación entre Iglesia y Estado, la abolición de la esclavitud, los castigos físicos y la pena de muerte.

 

Si viajan a Londres, en el University College pueden ver el cadáver momificado de este señor.

 

Bentham fue seguido por John Stuart Mill, discípulo suyo, liberal, defensor de la libertad sindical y el cooperativismo, de la igualdad entre hombre y mujer, y de los métodos de control de natalidad. Publicó en 1869, La esclavitud de la mujer, un ensayo sobre la igualdad entre sexos. Fue, tras Henry Junto, en 1832, el segundo miembro del Parlamento en pedir el sufragio femenino.

 

Mary Wellstonecraft, autora de Vindicación de los derechos de la mujer, de 1792, reivindicaba activamente los derechos de las mujeres. Era la madre de la autora de Frankenstein, Mary Wollstonecraft Shelley.

 

Harriet Martineau, firme defensora y divulgadora de las ideas de Adam Smith, Thomas Malthus, David Ricardo, James Mill, Joseph Priestey y Jeremy Bentham y Comte, publicó en 1821 un artículo en el diario Monthly Repository en el que denunciaba la desigualdad de trato que recibían las mujeres en la educación y exigió que fueran educadas equitativamente con los hombres dado que las capacidades intelectuales de ambos eran iguales.

 

Inicialmente, las reivindicaciones se centraron en exigir el sufragio para la mujer, el derecho a la propiedad y el derecho a la emancipación. Esta etapa se conoce como Primera Ola del Feminismo, y como hemos visto, sus principales artífices fueron mujeres y hombres que defendían y exigían la Libertad.

 

La Segunda Ola del Feminismo llegó en tiempos recientes, en los años sesenta del siglo XX, y amplió las exigencias a la familia, la violencia en el hogar y en la sociedad, el trabajo, la sexualidad, el divorcio, el aborto, la reproducción…

 

En relación al abolicionismo, que era nota común en algunas de las personas mencionadas en los inicios de las reclamaciones por los derechos de la mujer, diré que habitualmente se tiende a pensar únicamente en la abolición de la esclavitud, pero el abolicionismo también lucha por la eliminación de la pena de muerte, la segregación racial o la prostitución.

 

El movimiento abolicionista de la prostitución se originó entre miembros de las élites conservadoras y religiosas de la época victoriana en contra de las ideas de los reglamentaristas napoleónicos.

 

El movimiento abolicionista de la esclavitud tiene sus raíces en las Leyes de Burgos de 1512, que afirmaba la ciudadanía española y la libertad de todos los españoles, y en las vidas y testimonios de cuatro religiosos españoles, San Pedro Claver, Alonso de Sandoval, Francisco José de Jaca y Epifanio de Moirans.

 

San Pedro Claver, Pere Claver Corberó, misionero perteneciente a la orden de los jesuitas, llamado a petición propia, esclavo de los negros, se pasó la vida intentando mejorar las condiciones de vida de los esclavos que eran llevados a Cartagena de Indias.

 

Alonso de Sandoval también jesuita, evangelizaba a los esclavos africanos llevados a Cartagena de Indias. Escribió De instauranda Æthiopum salute, un tratado sobre el comercio de esclavos y su evangelización.

 

Francisco José de Jaca, capuchino, escribió su Resolución sobre la libertad de los negros y sus originarios, en estado de paganos y después ya cristianos.

 

Epifanio de Moirans, Épiphane Dunod, capuchino, publicó Servi liberi seu naturalis mancipiorum libertatis iusta defensio, impugnando la esclavitud de los negros por ir en contra el derecho natural, del derecho divino y del derecho de gentes, y exigiendo el pago del salario no cobrado por el trabajo realizado durante la esclavización.

 

Granville Sharp fue uno de los primeros activistas británicos que demandó la abolición del tráfico internacional de esclavos.

 

Thomas Clarkson era un abolicionista inglés contrario al tráfico de esclavos en el Imperio Británico.

 

Ambos, Sharp y Clarkson, en 1887 impulsaron la constitución del Comité para la Abolición de la Trata de Esclavos africanos. Dicho comité convenció al miembro del Parlamento, William Wilberforce, para asumir la causa abolicionista en contra de la esclavitud, logrando la aprobación en 1807, por el Parlamento Británico, del Acta del Comercio de Esclavos, poniendo fin al comercio de esclavos en el Reino Unido.

 

Reino Unido presionó a España para prohibir el comercio de esclavos y sus gobiernos firmaron un acuerdo al respecto en 1814.

 

La esclavitud fue abolida definitivamente en Reino Unido en 1833 con el Acta de abolición de la esclavitud.

 

La abolición legal de la esclavitud en España fue promulgada en 1880 en el reinado de Alfonso XIII (en 1837 se había abolido en la península pero no en Cuba y Puerto Rico).

 

En los Estados Unidos de Norteamérica la abolición llegó en 1865.

 

Siempre me resultó curioso, y últimamente más, que quienes consideran la imposición de sus ideas, incluso por la fuerza, sobre los demás, hayan sido capaces de convencer a amplios sectores de la sociedad de que propugnan la libertad, a pesar de que los hechos siempre han demostrado lo contrario.

Gusarapo

Soy más de campo que las amapolas, y como pueden ver por mi fotografía, también soy rojo como ellas. Vivo en, por, para, dentro y del campo. Ayudo a satisfacer las necesidades alimenticias de la gente. Soy lo que ahora llaman un enemigo del planeta Tierra. Soy un loco de la naturaleza y de la vida.

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