
«Una obra maestra de la arquitectura renacentista, un ejemplo más de nuestra cultura y nuestra historia y un conjunto arquitectónico que vale la pena conocer»
En 2023 se cumplen ciento cincuenta años de la creación de la Real Academia de España en Roma. Ya han comenzado, y proseguirán en los próximos meses, numerosas actividades para conmemorar dicho aniversario en el que se rendirá homenaje a todos aquellos que a lo largo de su historia han formado parte de esta valiosa institución. Conferencias, seminarios y exposiciones donde se divulgará la excelente labor de la Academia, debatiendo interesantes aspectos sobre el arte, dando a conocer nuevos talentos, aportando ideas y presentando proyectos; todo ello en diferentes emplazamientos, no solo en Italia, donde está la sede principal de dicha institución, sino también en España.
Su creación en 1873 vino precedida de varios intentos anteriores que no llegaron a culminar, si bien en los reinados de Felipe IV (1605-1665) o Carlos II (1661-1700) artistas españoles se formaron en Roma bajo la protección de la monarquía. En el siglo XVIII, la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid comenzó a ofrecer becas para la formación de artistas en la capital italiana que existirían hasta la fundación de la Academia.
La principal razón que impulsó la creación de esta institución fue la formación de artistas e investigadores en Italia, con sede en Roma , ciudad que durante siglos había atraído a muchos artistas europeos y que constituía un lugar idóneo para el estudio de la historia del arte. Otra razón importante era mantener una estrecha relación entre España e Italia y sentar las bases para conseguir una presencia real de la cultura española en el país alpino.
La Academia de España en Roma ha tenido un papel fundamental a lo largo de los años en la formación de artistas en diferentes disciplinas; en un principio se enfocó fundamentalmente en el estudio de la pintura y la escultura: A lo largo de los años se añadieron otras materias de estudio que daban la posibilidad a historiadores del arte, arqueólogos o músicos y actualmente ofrece una formación más amplia y también acorde con los nuevos tiempos, ofreciendo becas para cinematografía y producción teatral, diseño de moda, gastronomía y nuevas tecnologías como el diseño gráfico. A su vez, desde hace algunos años La Academia ofrece la posibilidad de otorgar becas a estudiantes hispanoamericanos y de la Unión Europea.
Artistas como Mariano Benlliure, Antonio Muñoz Degrain, Enrique Simonet, Joaquín Sorolla, Mariano Fortuny o Rafael Moneo entre otros muchos, han pasado por La Academia. Tener la posibilidad de conocer y vivir en una de las ciudades más importantes de nuestra cultura es un sueño para muchos creadores que no hubieran podido acceder a estos estudios al carecer de medios económicos.
La única mujer pensionada en La Academia en el siglo XIX fue Carlota Rosales (1872-1958), hija del pintor Eduardo Rosales que fue nombrado primer director de la histórica institución, cargo que no pudo ejercer debido a su fallecimiento. Tras su muerte fue el pintor Vicente Palmaroli (1834-1896) quien ayudó a su familia, a la que se sentía muy unido, y dadas las buenas facultades como pintora de Carlota, en honor a su padre propuso su entrada en La Academia. En 1928 María de Pablos Cerezo (1904-1990) se considera la primera mujer becaria de la Institución, ya que tuvo acceso a la plaza por oposición para continuar su formación como compositora.
El lugar elegido para la ubicación de La Academia de España en Roma es un antiguo convento de franciscanos en la colina del Gianicolo, cerca del histórico y lleno de encanto barrio de Trastevere.

En un principio las obras fueron financiadas por el monarca francés Luis XI pero más tarde serán los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, quienes se hacen cargo del patrocinio de la nueva construcción y gracias a las buenas relaciones en ese momento histórico entre España y el papado se consiguió llevar a cabo el proyecto. El fraile Amadeo Meneses da Silva (1420-1482) mantenía contacto con los reyes españoles tras su formación en la corte castellana de Juan II, padre de Isabel La Católica y a su vez mantenía una buena relación con el papa Sisto IV que le otorgó los permisos para construir el convento. El lugar elegido para su construcción es donde según la tradición había tenido lugar el martirio y crucifixión del Apostol donde existía una pequeña iglesia medieval que se reformaría y ampliaría junto al convento franciscano.
La idea y diseño del conjunto, iglesia y convento, parte de dos arquitectos italianos, Bartolomeo Pontelli (1450-1492) y Meo da Caprino (1430-1501) hacia el año 1480. Fue conocido como Convento de San Pietro in Montorio que significa San Pedro en el Monte Áureo, debido a los reflejos dorados que presentaba esta parte del monte Gianicolo. Varios arquitectos de reconocido prestigio trabajaron en el proyecto. Vasari, Volterra, Peruzzi o Bernini colaboraron en diversas capillas que se sitúan a los lados de la única nave de la iglesia que culmina en un bello altar mayor.

Pero, sin duda, el conjunto es sobre todo conocido por el Templete que se sitúa en uno de los patios y que constituye una de los monumentos más célebres de la arquitectura renacentista en Roma.
Donato Bramante (1444-1514) fue el arquitecto elegido para la construcción de dicho templete, arquitecto que ya había trabajado anteriormente en encargos españoles como en la Iglesia y Hospital de Santiago de los Españoles en la bellísima Plaza Navona o el claustro de Santa María de la Paz, ambas en Roma.
Bramante se planteó un edificio clásico, de planta circular, lo que en Grecia se denominaba Tholos. Este tipo de templos, normalmente se dedicaba a los héroes, en este caso San Pedro era considerado como tal por la tradición cristiana tras su persecución, martirio y muerte al ser crucificado boca abajo. También de época romana encontramos el Templo de Hércules Vencedor (durante mucho tiempo atribuido a Vesta) de forma circular y rodeado de columnas o los mausoleos, como el del emperador Adriano (76 d.C- 138 d.C) muy cerca de El Vaticano. Por tanto, este tipo de construcción supone la unión de las tradiciones cristiana y pagana ya que también evoca a los Martyria, construcciones cristianas del siglo IV con cierta simbología que evoca la muerte y lo eterno y en las que se podían encontrar zonas bajo tierra donde venerar las reliquias de un santo, origen de lo que conocemos como cripta.

La obra obtuvo excelentes críticas por parte de otros arquitectos como Sebastiano Serlio (1475-1554) que en su Libro Tercero sobre Arquitectura lo elogia enormemente o Andrea Palladio (1508-1580). Ambos opinaban que este magnífico edificio era digno de figurar junto a las obras de la Antigüedad Clásica. Influyó notablemente en muchas obras arquitectónicas posteriores.
El interior con cuatro metros y medio de diámetro es fundamentalmente simbólico y conmemorativo, nichos que acogen algunas figuras de los evangelistas y sobre el altar una estatua de San Pedro de la Escuela Lombarda. El pavimento está realizado al estilo cosmatesco, que está compuesto por pequeños azulejos vidriados o teselas de piedras duras (granito, mármol etc…) que se combinan formando preciosos diseños geométricos. Muy utilizado en la Italia medieval, constituye una verdadera obra de arte que podemos apreciar en otros muchos monumentos a lo largo de la geografía italiana.
En el exterior, elevadas sobre una escalinata, se alzan dieciséis columnas dóricas que rodean la planta y sobre ellas un entablamento con un friso que alterna triglifos y metopas siguiendo las indicaciones de Vitruvio (80-70 a.C- 15 a.C) . En un principio el proyecto contaba con la idea de enmarcar el Templete en un patio circular, también rodeado de columnas, para establecer una perfecta simetría, sin embargo finalmente se realizó de forma rectangular. En el plano superior una elegante balaustrada rodea el edificio y el conjunto se remata con una cúpula. Existe un equilibrio en cada una de las partes que lo componen, siguiendo las proporciones clásicas que lo dotan de una gran belleza.

El Templete de San Pedro además de haber sido muy estudiado y admirado desde su construcción, ha inspirado a muchos pintores que han representado en sus obras este tipo de arquitectura de planta circular como Federico Barocci (1535-1612) en La fuga de Eneas de Troya en la Galleria Borghese en Roma o a Rafael de Sanzio (1483-1520) en Los desposorios de la Virgen, obra que recuerda bastante a La entrega de las llaves a San Pedro de El Perugino (1446-1523).
Una obra maestra de la arquitectura renacentista, un ejemplo más de nuestra cultura y nuestra historia y un conjunto arquitectónico que vale la pena conocer.