¿Cine «progre»? No, gracias. Por Antonio E.

Cine progre

«Al “cine progre” español que lo vea Txapote, como castigo y tortura. Aunque como es bien sabido y notorio, yo le haría otra cosa, más delicada»

Si hay alguien que se pueda sentir ofendido tras leer estos párrafos, debería haberse desmarcado antes, si no lo ha hecho antes, allá él. En este caso quien calla otorga, lo cual es aún peor. No es mi intención generalizar, ni medir por el mismo rasero a todos los que componen el mundo del cine español, pero volvamos a lo anterior, nadie protestó cuando algún cretino relamido se arrogó la potestad de hablar del cine español como si fuese su portavoz oficial, sin nadie que le desmintiera.

El mundo del cine español está trufado de advenedizos y hasta de miserables. Recuerdo el festival de San Sebastián de hace unos años. A la entrada del recinto donostiarra había un grupo de víctimas del terrorismo ofreciendo lazos negros en señal de respeto y luto por las víctimas de ETA y en contra de sus asesinos. A excepción de dos o tres valientes, ninguno de los actores, actrices, directores y demás asistentes, aceptaron ponerse el lazo. Es a esa recua de miserables a la que me refiero, los mismos indeseables que hoy día siguen agarrados a la teta de la subvención, ya que por sí mismos, sólo son escoria.

Recordemos a un famoso director renegando de la nacionalidad española, o a otro director diciendo que el atentado del 11-M era un autogolpe de la derecha, o a decenas de actores haciendo mofa y befa de los que no les ríen sus gracietas. Recientemente un ilustre majadero, pobrecito diablo, diciendo que él no hace cine para la ultraderecha. O a una afamada susodicha echando pestes del cine franquista, faltando al respeto a los que ya no están para contestarla, los mejores actores, actrices y directores que jamás ha dado el cine español. Nadie puede pedir respeto, si antes no respeta.

A este patético espectáculo asisten todo tipo de individuos, una ínfima parte con algún merecimiento, la mayoría con nada que exhibir, a no ser su decadencia y su apolillada personalidad progre. Allá cada uno con lo que se identifique, personalmente opino que dicho progresismo se parece tanto al progreso como una boñiga a un huevo. La pasarela de las vanidades, donde falta clase, saber estar y el glamour se sirve en vasos de plástico.

Resulta chocante ver a esa manada de cretinos, ellas vestidas para la ocasión con hules, visillos manteles y encajes de dudoso gusto y categoría, como si fuesen de otra época. Ellos de metres de tasca, o con atuendos de dudosa ralea, la verdad, el que no acude o no lo pueda ver, no se pierde nada. Y qué decir de los políticos de izquierdas, vestidos de petimetres, o de lo que nunca llegarán a ser: señores.

El rollo siempre va de lo mismo: atizar a los bobos de siempre. Lo hacen por cumplir con el programa, aunque la verdad, con el único programa que cumplen es con el de quién les paga. El cine subvencionado, como un vulgar impuesto revolucionario, todo por ayudar al tirano, todo por devolver el favor al déspota que les suelta la pasta.

Este año ha habido varias novedades, todas ellas esperadas. La primera era sangrante, un simpatizante de ETA ¿Cómo no? se presentaba a concurso. Le he visto en varias fotos con el etarra Otegui, mi sospecha era fundada. Dicen quienes han visto el bodrio que va de apología etarra. Blanqueo tras blanqueo, pero la sangre traspasa.

En las películas hechas por los malos, los buenos son los que pegan tiros por la espalda, o ponen bombas en supermercados, o asesinan por decenas con metralla. Exaltan a Txapote, glorifican a Marlasca. Lo esencial para estos asesinos es enterrar de nuevo al que murió por España ¡Malditos criminales! Si alguien quiere hacer dinero con la sangre de inocentes, que al menos cuente la verdad, no la de estos canallas.

La segunda era esperada. La progrez haciendo gala de su papanatismo, se conjuró para protestar por la mala calidad de la sanidad madrileña. Como es sabido, a la sanidad madrileña se la mueren niñas de doce años en las urgencias, o les atienden en tiendas de campaña voladoras, o en tugurios llenos de cucarachas, donde las ratas ejercen de celadores, o de lo que haga falta. Estas garrapatas con ínfulas, nunca se fijan en otros lugares, como en las Baleares, donde los que ejercen la medicina, tienen que sanar hablando en catalán. El idioma no cura, más bien separa, y en ocasiones mata.

Tercera y última. Al evento acudió el gran Feijóo, no sabemos si en calidad de jefe de la oposición, o simplemente por su gusto a ser vapuleado en público. Lo cierto es que su gesto habitual, ya de por si hierático, pasó al gris bermellón, cuando a una de sus mejores políticas la zahirieron hasta sangrar. Insultada, menospreciada y vilipendiada, por la hez progresista, ante la complacencia del jefe de la manada, el brigadier Sánchez y su cohorte de esbirros de guardia. A Feijóo se le vio mundano, yo diría que hasta complacido, ante el deprimente espectáculo que, con su presencia silente, contemplaba al linchamiento a Ayuso. Lo lamento por sus votantes, pero no es el primer detalle obsceno que protagoniza este político. Fue para dar arcadas.

El mal llamado cine español, desde que se vendió por un puñado de cejas, se ha caracterizado por su enfermiza costumbre de insultar a gran parte de la población que vota derechas. Que a este señor le parezca bien es su problema, pero a las personas que votan al PP, no creo que les guste tanto. La dignidad se tiene o no se tiene, en este caso al parecer está extraviada, me gustaría pensar esto último. Nada más que decir de esa “gala” donde como siempre se insultó a la inteligencia, se amordazó la libertad de expresión y hasta se trató de asesinar la convivencia.

Al “cine” español que lo vea Txapote, como castigo y tortura. Aunque como es bien sabido y notorio, yo le haría otra cosa, más delicada.

 

 

Antonio E.

“Lo valioso no es lo conseguido, lo verdaderamente importante es mantenerlo”. Nacido en Valladolid, diplomado en el noble arte de trabajar y doctorando en la disciplina más importante que existe: conseguir ser un buen español. Autor de varios libros, desde siempre me gustó leer la historia de mi país, aprenderla, estudiarla y compartirla. Su desconocimiento nos aboca, irremediablemente, a tropezar en las mismas piedras de siempre. Odio la doblez, la traición, el engaño y la cobardía, rasgos que abundan cada vez más en nuestra sociedad.

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