A primera vista las noticias que llegan de Cataluña me producen incomprensión y las expresiones como la de «choque de trenes» que utilizan sus políticos en el Parlamento Autónomo exacerban mi ironía. Hoy después de pedir socorro económico, pero en inglés y en la BBC, nos exige la Independencia Fiscal. Artur Mas ha sido el primer político español en el poder que ha recortado en salud, por ejemplo, pero sostiene un gasto tremendo en embajadas político nacionalistas en las cinco capitales mas cara del mundo. Mantiene además su rebelión contra la Justicia y las últimas decisiones tanto del Constitucional y del Tribunal Supremo sobre la inmersión lingüística, y en definitiva alardea de su juego político independentista para satisfacer a su electorado y continuar en el poder. Un electorado que más allá de la barretina sentimental se cabreará cuando conozca los porcentajes económicos que sus políticos se comen en beneficio propio, un electorado en el que no creo que participen nada más que los empresarios subvencionados por ese poder insensato. Porque los otros, los pequeños a los que ese poder multa por rotular en español, o los grandes que exportan a Europa y América, sufren como nadie esa esquizofrenia de una sociedad comprimida por su clase política.
Fue una lástima ya pasada el gasto infinito a que sometieron a su sociedad los políticos del tripartito capitaneados por Montilla y Rovira. Un gasto que debería ser fiscalizado por el Tribunal de Cuentas o la propia Fiscalia Anticorrupción, pero además, no debe olvidarse la locura en forma de boicot que sufrieron los empresarios del Penedés. Yo lo viví allí y nunca en mi vida había oído hablar tan mal de los políticos como lo hacían aquel mes de diciembre del 2006 los empresarios del Cava, auténticos líderes económicos de la exportación. Un boicot que con el titular de «La guerra del Cava» llegó a la portada de «The New York Times» y que, hoy parece que se les ha olvidado.