¡El sueño eterno!: La inmortalidad, a un paso. Y por mi parte no puedo soportar la idea. ¿Y usted? Por Vicky Baustista Vidal

«Los científicos están entusiasmados por que han descubierto que un gusanito congelado en Siberia hace milenios, ha resucitado al calorcito y anda por ahí tan campechano»
Los científicos están entusiasmados por que han descubierto que un gusanito congelado en Siberia hace milenios, ha resucitado al calorcito y anda por ahí tan campechano, dándonos en la cara a todos los futuros muertos. Todos en la cúspide de la pirámide evolutiva, sí, pero futuros muertos al fin.
¡El sueño eterno!: la inmortalidad, a un paso. Las focas aplauden entusiasmadas en este circo.
– ¡Viviremos para siempre! – Se prometen los más ilusos.
– ¡Demasiado tarde! -Se duelen los que están a un cuarto de hora de pasar al otro lado. Porque, cuando se han cumplido muchos años y ni las fuerzas ni el físico están para demasiados trotes, ¿para qué quieres tu vivir eternamente echo un pergamino achacoso?
No sabe el gusano este la que ha liado con lo a gusto que estaba él allí, entre los hielos casi eternos de la estepa siberiana.
¿No seria más bien una pesadilla la vida, teniendo que soportar a todos los miserables históricos?: Especuladores de la vida y la muerte, reyezuelos, déspotas, tiranos, dictadores… Todos juntos, vivos, ¡por siempre jamás!
¿Cree el pringadillo de la calle quizá que ese privilegio le llegaría a él? Pues si hay alguno, más vale que se olvide.
Y que alguien, con dos dedos de frente, coja al gusano y se vaya a pescar al Volga, antes de que tamaña tragedia pueda ser posible.
Deberíamos también pagar el derecho a la vida. Y al no morir jamás, el número de explotadores subiría de tal manera, que el tiempo que les dejase intentar destruirse unos a otros para arrebatarse algo, estarían dando caña a otra nueva clase social: “Los mortales”. O, lo que, es decir, los esclavos, los pobres; o sea, la multitud de sirvientes de todos aquellos supervivientes.
¿Quién decidiría el privilegio de vivir o morir? Porque, si nadie muere, el sitio se acaba. Por lo que habría que controlar con mano de hierro los nacimientos, que solo se darían en casa de los inmortales, salvo excepciones para servicio, trasplantes o usos médicos.
Demasiado duro, ver a toda la pandilla gubernamental del presente, inmortal, dando caña para siempre, junto con los que vengan después.
Los crímenes crecerían exponencialmente. Nadie dejaría su sitio, ¡nada! Y por supuesto, los abusadores de todo tipo serian cada vez más poderosos. Serian siempre los mismos, pues no va a permitir uno que no muere, que venga otro a quitarle el territorio, el poder o el dinero.
A causa de estos, la desesperanza se apoderaría del ciudadano común. Solo quedaría el suicidio.
Yo por mi parte no puedo soportar la idea. ¿Y usted?