«Vamos a ver Rufino como se va a tronchar el cuñadísimo, si no ha pegado un palo al agua desde que lo conozco hace casi veinte años…»
Imagínense la típica vecina imbécil que todos tenemos irremediablemente. Su marido un adefesio, sus hijos unos asnos además de feos y ella, faltaría, la más digna de todos. Pues esa.
-¿Y dirán ustedes, vale, y?
Pues resulta que me ha dicho Rufino, el ferretero, si hombre, el que se jubiló en junio, que le ha contado Ramiro, “el aberroncho”, que “el cuñadísimo”, que así es como llamamos al cuñado de mi vecina “la imbécil”, se ha debido hacer daño y no se más, pero vamos, que me entero ahora mismo…
-Pero vamos a ver Rufino como se va a tronchar el cuñadísimo, si no ha pegado un palo al agua desde que lo conozco hace casi veinte años…
-Que si, que se ha “quedado así como “echao pa’lante”…
-Pobre hombre, si tendrá mi edad o un par de años más si eso ¿Y sabemos por qué?
-Por supuesto. Resulta que se puso a pintar el techo del baño y se pegó un talegazo.
-¿Pero no llamó a la cuadrilla de los rumanos de la esquina, donde los yonkis al lado de portal de la “Seña” Almudena para que le hicieran la ñapa?
-Pues parece que no porque dice que le daba miedo no sea que le ocuparan la casa…
-Válgame, pero si esos están integrados. ¿No?
-Sí, pero…
-Ya… “solo te acuerdas de Santa Bárbara cuando truena”. Bueno adiós don Rufino.
-Adiós don, don… don… ¡Adiós, adiós!
-No se acuerda. Es lo mismo…
¡Vamos!
Viernes 04 de diciembre, Santa Bárbara.
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