
«El Rey propondrá al ganador de las elecciones como candidato y, si no consigue su investidura, iríamos a nuevas elecciones»
Aunque bien podría referirme, con este título, a esas vías de circunvalación que bordean ciertas ciudades, muchas de ellas absorbidas ya por el desarrollo urbano, mi avezado lector habrá intuido bien que lo hago con respecto a esa agenda de contactos del Rey, con los partidos que tienen a bien hacerlo, absorbida, en este caso, en la Constitución que precisamente los partidos que no participan no respetan. Su Majestad completará, entre lunes y martes de esta semana, esa ronda de contactos que contempla el Artículo 99.1 de la antes citada Constitución Española: “…con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria…”. Y lo está haciendo, de menor a mayor número de votos obtenidos el pasado 23-J, con siete de los once partidos que obtuvieron esa representación parlamentaria en el actual Congreso de los disputados–uno de ellos, SUMAR, conglomerado de quince grupúsculos–. Esta vez, al menos, no fueron los veintidós partidos y chiringuitos unipersonales que conformaron el “hemicirco” en la pasada LegiCTADURA.
Conformada la Mesa del “Regreso” al Frankenstein el pasado jueves 17, fecha que proponía en mi artículo anterior institucionalizar como “Día de la HEZ parlamentaria”, se premiaba con su presidencia el fracaso electoral y el nacionalismo indecente, inmersión lingüística incluida, de Francina Armengol. Un claro guiño amistoso al fugado Carlos Picodelmonte, de colega a colega, tras lo que correspondía que la incumplidora de sus propias normas durante el confinamiento covidiano –y manifiesta encubridora de abusos de menores tuteladas en Baleares, presentara a Su Majestad los resultados “formales” –contradictio in terminis, me parece– de la votación.
Y mientras escribo este artículo, se ha reunido o se estará reuniendo, por este orden, con Javier Esparza, de UPN; Cristina Valido, de Coalición Canaria; Aitor Esteban, del PNV y Yolanda Díaz, de los quince de Sumar. Mañana (hoy para el lector) lo hará con Santiago Abascal, de VOX; con Pedro Antonio Narciso PinócHez y otras yerbas, del partido Sanchista (antes, y nunca bueno, PSOE) y, por último, con el triste ganador de las elecciones, Alberto Núñez Feijoo, del PP. No lo hará, por renuncia de los que no reconocen la Monarquía Parlamentaria ni la repetida C. E., con los representantes de BNG, BILDU, ERC y Junt´s –filoetarras vascos, extrema izquierda y extrema derecha catalanas–, tres de los que quiere presentar el “subcampeón” como apoyos a su favor.
Aquí salta, a mi juicio, la primera anomalía del proceso: Si los cuatro representantes de esas formaciones, no constitucionalistas, declinaron reunirse con el Rey, éste no pudo conocer de primera mano su voluntad de apoyo a la investidura de Sánchez, que dejaron en el aire a modo de advertencia para subir la oferta del presimiente en funciones, tras la votación de apoyo a la Mesa. Por tanto, Su Majestad se tendría que fiar del más que consumado mentiroso mayor del Reino y de la historia de España –ya sabemos que Sánchez no miente, “cambia de opinión”–, lo que no parece recomendable ni sería prudente, de hacerlo. A modo de breve resumen, sin ánimo de ser exhaustivo, recordemos: «…la urna detrás de la cortina de Ferraz; su tesis plagiada; aquello de “con Podemos en el gobierno no dormiría tranquilo…”; lo de “con BILDU no vamos a pactar, si quiere se lo repito cinco veces… o veinte” y pactó con ellos los PGETA, la ley de vivienda, el gobierno de Navarra…; los estados de alarma inconstitucionales; esos “comités de expertos” sin expertos; la falta de transparencia en la aplicación de los fondos europeos –por cierto, con la ayuda de VOX, que se abstuvo en la votación para la libre disposición por parte del PSOE–, etc., etc.», porque no me quiero salir de la ronda, que es lo que ahora me ocupa y preocupa.
La segunda anomalía, en el caso de que Felipe VI propusiera como candidato al “señor de La Mareta y Las Marismillas”, podría ser la puesta en seria duda del cumplimiento del Artículo 61.1 de la C. E., que he venido repitiendo en las últimas semanas y vuelvo a recordar: “El Rey, al ser proclamado ante las Cortes Generales, prestará juramento de desempeñar fielmente sus funciones, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes y respetar los derechos de los ciudadanos y de las Comunidades Autónomas”. Juramento que se produjo el ya lejano 19 de junio de 2014 –lo que son las coincidencias, cuando implosionaba VOX, justo después del fiasco electoral europeo–, que nuestro Rey demostró tener muy presente en su breve pero magnífica intervención del 3 de octubre de 2017 , tras el referéndum ilegal de independencia de Cataluña, dos días antes. Terminaba su discurso con “…subrayar una vez más el firme compromiso de la Corona con la Constitución y con la democracia. Mi entrega al entendimiento y a la concordia de los españoles y mi compromiso como Rey con la Unidad y la permanencia de España” y no tengo duda de que seguirá con ese compromiso. No sería coherente ni posiblemente legítimo, que aceptara una propuesta de legislatura dirigida de facto desde Bruselas, por un prófugo de la Justicia española que se escapó en el maletero de un coche el 29 de octubre de 2017, dos días después de que el parlamento catalán –que presidía entonces Carmen Forcadell, de ERC–, de mayoría independentista, y el gobierno regional presidido el fugado, votaran sí a la resolución del 10 de octubre anterior y firmaran la Declaración que disponía la entrada en vigor de la “Ley de transitoriedad jurídica y fundacional de la República”, catalana, obviamente. O sea, un golpe de Estado en toda regla, breve pero firme, que el Tribunal Constitucional cortó de un plumazo el 31 de octubre siguiente, con el fugado ya en Bruselas. Anomalía que quiero pensar muy poco probable, que sería aún mayor si se tiene en cuenta que las condiciones principales para el apoyo que le pide el inquilino de Waterloo son la autodeterminación en Cataluña y la amnistía para sus culpas, extensiva ya a delitos de todo tipo cometidos desde 2013, corrupción incluida, como el de Laura Borrás, dos cosas indiscutiblemente inconstitucionales, que el de los saldos de agosto está valorando desde uno de sus característicos eufemismos, para ofrecer al fugado y a su otro socio de ERC un “alivio penal” con el que vestir la petición del independentismo. Y no andará muy lejos esta confidencia de alcoba: “Todo por el colchón, Begoña. Y por el Falcon y lo del Pegassus, Pedro”.
Así que veremos qué pasa tras las reuniones con los tres últimos, después de que UPN y CC estén dispuestos a dar el sí a Núñez Feijoo –estoy seguro del de VOX–, el PNV diga que necesita más tiempo y, obviamente, la cariñosa y chulísima Yoli, haya anunciado su incondicional apoyo y abrazo a Peter, besos incluidos, que no sé si llegarán al nivel del ósculo que el lamentable Luis Rubiales –el fútbol tampoco se libra de la mediocridad en sus dirigentes– propinó a una de las campeonas del mundo: “Un piquito entre amigos”, ha dicho el de la Federación.
¿Mi apuesta? El Rey propondrá al ganador de las elecciones como candidato y, si no juega sus bazas mejor que para la formación de la Mesa y no consigue su investidura, ante la alternativa del proyecto Puchistein del “Motorista”, iríamos a nuevas elecciones. Siempre, desde mi visión benéfica de y para Don Felipe y en evitación de que tenga que optar por una salida parecida a la de su bisabuelo. Claro, que también podría pasar que siguiera en España como presidente consorte de la Tercera República que, el contubernio “vasco-belga-catalán”, con lo que quede de España, querrá proclamar más pronto que tarde. Aunque también he leído que un acto de generosidad del PP, ofreciendo la abstención a Sánchez a cambio de romper con los anticonstitucionalistas, podría evitar la nueva llamada a las urnas. Pero eso demostraría un sentido de Estado impensable en el viajero de Marrakech. Salvo que su auténtico rey, el marroquí, le aconseje el sacrificio. Mañana más, y mejor, a ser posible.