«Creo que por eso en París al gran Debussy, con cariño, le llaman el “Whistler de la musique”. Esa ciudad siempre amó y reconoció a sus artistas»
Lo descubro en el metro de París, hoy es el aniversario de Debussy. En la estación de Belleville. El calor es insoportable y un parisino joven, bien trajeado pero informal, deja en su asiento al salir “Le Echos”, uno de los periódicos especializados en economía mas vendidos en Francia.
Así que, con asiento y lectura libres, hasta mi transpiración se calma.
Voy camino del cementerio de Pere Lachaise, para rendir homenaje en sus tumbas a Oscar Wilde, Edit Piaf y Jim Morrisón.
Siempre he sido un mitómano y ahora, con las canas, refuerzo mis pasiones. Un titular del periódico prestado me llama la atención: “Debussy l’insaisissable”. Leo con interés y me sorprende mi comprensión de la documentada información porque desde hace algunos años disfruto con la versión del maestro Celibidache de los nocturnos y La Mer del compositor francés.
Resulta que hoy se cumplen 156 años de su nacimiento y la información, que por cierto a pesar de estar bien redactada y documentada aparece sin firma, ilumina algunas de la reflexiones del maestro que disfrutó tanto en vida de la poesía como para musicar los poemas de Baudelaire, Mallarmé, Verlaine y Gide. El impresionista de los tonos por amor a la evocación.
Comparto mi emoción y mi amigo Rafa, el gran realizador, prejubilado como yo, aporta a mis pensamientos una de sus grandes frases: “Cada vez estoy más convencido de que la música no es, en esencia, una cosa que se puede emitir en forma tradicional y fija. Se compone de los colores y ritmos”.
Y hay que reconocer que lo de los colores suma en el guateque de la sensibilidad. Creo que por eso en París al gran Debussy, con cariño, le llaman el “Whistler de la musique”. Esa ciudad siempre amó y reconoció a sus artistas.