
Maite Pagazaurutundúa tiene el alma serena a pesar del drama, su voz es suave pero tan firme como sincera y la mirada de sus ojos contagia valentía y la honestidad propia de los que saben guardar, por el bien de todos, los secretos inconfesables de los traidores de la política y de aquellos que tras la coartada de la ideología asesinaron a su hermano hoy hace diecinueve años en el bar Daytona en Andoaín. El domingo estuvo allí, recordando a todos la infamia y el asesinato cometido por los terroristas de ETA y mantener vivo el buzón, un año mas, en el que los vecinos de Andoain puedan depositar anónimamente, si así lo quieren, un descargo de conciencia sobre su complicidad activa o pasiva en la muerte de Joseba.

El ocho de febrero del 2003 cayó en sábado. Joseba Pagazaurtundúa que se sabía en el punto de mira de los terroristas, llegó al bar Daytona un poco después de las nueve de la mañana. Pidió un café, se sentó en la mesa de siempre y se dispuso a leer las noticias del día.
Era el jefe de la policía local del consistorio gobernado por Herri Batasuna y conocía a la perfección a todos los ediles socialistas y batasuneros. Muy cerca de allí había muerto asesinado José Luis López de Lacalle, un terrible asesinato al que su alcalde, Jose Antonio Barandiarán había calificado como un «lamentable incidente».

Aquella mañana de inicio del fin de semana el Daytona estaba tranquilo. El camarero y un parroquiano al final de la barra y al que, seguro Joseba conocía de siempre y quizás por ello no controló sus movimientos. Un asesino enmascarado de cotidianidad que le descerrajó tres tiros en la cabeza con los que consumó el primer asesinato de ETA en el 2003.
Un asesinato terrible que se llevó además al partido socialista al rincón de la miseria política ya que siempre he intuido que cristalizó la formación política de UPyD de la mano de Rosa Díez.
Allí entonces, muchos políticos socialistas locales no veían bien, ni con buenos ojos, a la Plataforma Basta Ya, de la que Joseba era fundador y alma, ni gustaban aparecer junto a Rosa Díez, a la que reconocían su adéene socialista y entrega, pero molestaba que hablara de España y su posicionamiento en contra del líder oficial, el inútil de Zapatero…
Y además está el factor humano que cuenta y mucho. Joseba era un auténtico pirata, un hombre de acción y honor, de los que ya quedan muy pocos, capaz de ese concepto ya olvidado, la autocrítica, que por ejemplo llevó a los «polismilis» a desterrar el asesinato como método político y de defender sus ideales de justicia delante del aparato, los fascistas y el “Sursuncorda”.
Pero hoy que conocemos el final de UPyD, que siempre ha tenido dentro de su alma política, el reconocimiento a Joseba Pagazaurtundúa, debemos recordar que él, que se sabía diana de los terroristas, había dicho a sus íntimos y familiares que en su funeral ondearan tres banderas, la española, la vasca y la de los piratas que muy pocos entienden. Y que en la solemnidad del acto sonara además de “La muerte no es el final” una de sus canciones favoritas, entresacada del álbum que entonces acababa de editar el grupo Suburbano: La letra dice: Sin libertad, qué me importa la gloria…
Pocos, muy pocos, y menos los políticos, entendieron aquel íntimo homenaje que hoy se merecen también Rosa Díez, Herzog, Gorriarán y todos aquellos que una tarde en La Cabaña soñaron que los socialistas no se pueden vender unos meses antes que la madre de Joseba pronunciara sus palabras dedicadas a Patxi López, el que fuera Presidente de las Cortes. ¿Se acuerdan?
«Ya no me quedan dudas de que cerrarás más veces los ojos y dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre, llamando a las cosas por los nombres que no son. A tus pasos los llamarán valientes. ¡Qué solos se han quedado nuestros muertos!, Patxi. ¡Qué solos estamos los que no hemos cerrado los ojos!«