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Capítulo XVIII de la insoportable vecindad: Duplicity, el juego de los espías, las tramas de cama en Podemos y mi viejo profesor. Por Manuel Artero

Me asombra esta mañana mi viejo profesor Federico, al que conocí en la Universidad hace casi cuarenta años, al llevar con la altiva dignidad de costumbre, en el sobaco, el periódico El País, bien plegado para no arrugar la arrogante superioridad de sus letras y tipos y, de paso, permitir que todos los viandantes veamos a su paso esa mancheta histórica que define al que la porta. Entonces era un «peeneene» de sociología y hoy está a punto de jubilarse como catedrático.