A diferencia de los surrealistas, Alfredo no encuentra la materia y base de su arte en el mundo de los sueños. La mina de su inspiración está debajo de las aceras que parece que observa mientras camina por el barrio de las Letras de Madrid. Pero al igual que Bretón y su legión de grandes para la historia, el autor se rebela contra el reinado de la lógica, y tras los grises muros de la realidad, su mirada encuentra siempre para sus cuadros, un mundo propio y colorista en el que las apariencias y la imaginación reclaman a gritos todos sus derechos perdidos.
Por eso consigue, como muy pocos, que nuestros ojos y nuestra conciencia se aparten de sus lienzos con pesar. Si acaso, también con una ligera sonrisa cómplice. Porque sus rostros, sus historias y paisajes, nos desvelan además de esas protestas íntimas que cotidianamente preferimos callar, ese mundo olvidado que asoma al reino de los mitos.

Algunas tardes le visito en su estudio, una buhardilla repleta de películas y lienzos. Suele pintar con los clásicos del “séptimo arte” como única compañía. El otro día estaba contento: Había encontrado una buena oferta de lienzos. Y me dijo que disfruta mirando el blanco imaginando historias… Intuyendo colores y formas.
Y así, el pintor, en noche de luna llena, abre su ventana para retocarla de ocre en su ojos, o sencillamente, nos muestra el nido de los planetas azules, que no son sino pequeñas bolas que un niño, con jersey a rayas, colará por el hoyo dieciséis que conduce directamente a la siniestra guerra real: Allí, tras las bombas, una única superviviente nos enseña su muñeca querida.

Y es que para este pintor de la magia cotidiana el arte no se entiende sin la necesidad de asumir ese riesgo que implica traspasar en cada lienzo la frontera de la aparente realidad.
Me encanta este barrio en el que vivimos. Siempre se agradece una mirada enriquecedora y complementaria como la de Albajaara, y como la tuya que descubren lúcidos matices en los detalles aparentemente nimios.
Felicidades por el blog.
Gracias Felix por tus palabras de ánimo. Bien sabes que en muchas ocasiones, sobre todo por las mañanas de los fines de semana, el barrio no es propicio para descubrir nada porque lo que parece es el pasiaje después de la batalla. Es algo así como la historia que me comentastes acerca del interés de los periodistas en prácticas de realizar reportajes sobre el arte, la belleza, el riesgo y la fantasía de los “delincuentes” con spray que pintan las paredes y las puertas recién barnizadas. Pero sí, también creo que nuestro barrio es un buen lugar para vivir.
Tu ingreso en “la selva” bloguera tiene buena pinta. Sabes que no me gustan los blogs pero, por supuesto, te deseo buena suerte (lo que “suerte” en este contexto pueda significar).
Un abrazo
Gracias Fernando por tus palabras. En verdad he comprobado en persona que tu calificación de “selva” al mundo este de los blogs es del todo apropiada. Ya han utilizado mis palabras con arteras maneras.
Te confieso que no conocía a Alfredo Albajaara, pero a diferencia de otros pintores me ha sorprendido la cercanía de lo que he visto.
Gracias Bartolomé por tus palabras. En realidad casi nadie conoce a Alfredo Albajara, aunque pinta varias horas al día y ha expuesto en dos ocasiones. Se trata de un ser callado que trabaja como portero en el convento de clausura de las Trinitarias de la calle Lope de Vega. Donde está enterrado Cervantes. Por eso, por su timidez, es curioso vérle mostrar la sacristía y la iglesia a los grupos de turistas que se interesan por la cultura del siglo XVI.