Al principio parecía que desechaban la táctica de las guerrillas. Y les costó decidir en Asamblea el desmantelar el campamento de la Puerta del Sol. Ese día vi la Cabaña que habían construido. Una joya de la arquitectura popular con bóveda circular resuelta con sesenta palés y mucho talento. Me dijeron que la audaz propuesta arquitectónica sería el epicentro de información estable que se quedará en el Kilómetro Cero de Madrid. Yo pensé que ahí moría el movimiento con el cansino aroma de la integración, pegado al ajetreo y curiosidad turística que impone el centro de la ciudad.
Se convertirán, me dije a mi mismo, en un vecino más, con toda la cotidianidad que ello supone. Los periódicos y los informativos ya mencionaban ese día «la acampada de Sol», como algo cercano, casi un pedúnculo más de nuestro pervertido sistema y sus noticias pasaban de la sección de Nacional y Política a Sociedad y Sucesos: que si a uno le toca la lotería y se convierte en un nuevo millonario, que si otra pobre chica ha desaparecido y su foto aparece pegada en árboles y fachadas en cientos de papelitos con el título de «Se busca», como cuando Paco Lobatón se atragantó con un modelo de falsa televisión pública.
Y no hablo de un «deja vu» sino de la famosa fagotización del sistema capitalista que se estudia en todos los manuales sociológicos en la erre de revolución: En el transcurso de un mes una parte de estos nuevos «indignados», dispuestos en un principio a «transformar la democracia» formaban parte ya del paisanaje reglado y sedentario de la capital. Y digo una parte porque en plena fagotización del movimiento, este ha descubierto una cara hasta ahora oculta. La de los piqueteros que tras tomar las calles imponen su violencia minoritaria, con lo que han conseguido protagonizar otra vez las noticias de Política y Nacional pero también han despertado el rechazo mayoritario.
Entre la prudencia gubernativa y los elogios de gran parte de la izquierda española, el movimiento que se inició el 15M, al principio «Democracia Real Ya», se ha ido transformando con el pulso de los días, y la toma de las calles, en una entidad esquizofrénica que presenta dos caras y dos comportamientos aparentemente opuestos y así, mientras unos indignados impiden la entrada a los políticos elegidos por la Democracia al Parlamento catalán, otros declaran que están en contra de la violencia.
Y tan solo una concepto une las dos caras de la moneda: la ilegalidad. Con un mes y un día de vida el 15M necesita con urgencia el destete, porque si no aprende a alimentarse por si mismo su futuro será el de la enfermedad y la agonía. Por ahora apuesta todo su capital a una doble jugada: La de la cabaña y la del piquete. Optar por la cabaña les lleva a la integración tras pagar los impuestos necesarios y conseguir los permisos oficiales de edificabilidad. Optar por los piquetes les sumerge en la violencia y la clandestinidad. Por eso espero que los ideólogos, artistas, arquitectos, ingenieros, jóvenes en definitiva bien preparados, que deben estar en la base de la indignación, estarán ya hoy trabajando en el futuro del movimiento.