Sorprende primero, y agarrota las entendederas después, el último escrito de la juez Ayala en el que imputa a dos primeras espadas del mundo financiero andaluz en esa larga lista de 190 responsables del sistema presuntamente en contra del sistema.
Y resulta, por lo que leemos al vaivén de los titulares, que lo de la desmedida talega de millones de euros desviados desde la administración pública para sus acólitos, no sería lo importante. Lo vital, lo realmente grave va a ser precisamente el cáncer que se anuncia a golpe de auto judicial. Un monstruo de siete cabezas engendrado y vilmente resuelto para que la tecnología del saqueo sea legal, política y consentida por una mayoría de amamantados que votan. Que sea, en definitiva, tan cotidiano como acudir al médico de cabecera con la tarjeta de la Seguridad Social y pedir cita en el mostrador indicado.
Ahora bien, me sorprende que este abismo que en definitiva representa la juez Alaya para muchos andaluces con voz, además de voto, y que se responsabilizan de las directrices hacia la opinión pública, todo este dislate legal y ético, sea nada mas que una instrucción desproporcionada en la que los intereses partidistas estén primando desde el PP en contra del PSOE. Una mera respuesta política a las pesquisas legales que realiza el juez Ruz para investigar el caso Bárcenas y la corrupción de la derecha española.
Y así la razón de la justicia baila dependiendo de quién dirija la orquesta, mientras todos los asistentes a la fiesta cantan los coros, tan contentos con sus particulares oídos, ética e ideología. Cuando la tenebrosa intuición que proporciona el sentido común que se permite ojear la fiesta desde el otro lado de las cortinas, es que, en realidad, nos encontramos ante un abismo en el que los poderosos mueven a su antojo e intereses la línea de la que se supone frontera inamovible de la Ley y la Justicia.
Harían falta unas cuantas docenas de jueces Alaya, mi querido amigo. Feliz tarde de domingo. Un abrazo.