
«Siempre se me considerará un ser afortunado, por lo menos así lo entiendo yo por conocer a Don Arturo Cuadrado»
Siempre se me considerará un ser afortunado, por lo menos así lo entiendo yo por conocer a Don Arturo Cuadrado: uno de los múltiples obsequios que tengo en vida.
Poeta y editor, editor y poeta. Su legado: claro austero aunque expeditivo como editor (Resol, Botella al Mar, siempre con Luis Seoane, EMECE, etc…) Y tan concreto como poeta…
Discípulo de Don Ramón María Del Valle Inclán, a quien tuvo en su alma toda la vida.
A todos los chicos nos contaba siempre, (como buen gallego necesariamente cuentista), que pasando sobre la tumba de Don Ramón, el sacó su mano y lo cogió (ahora no me acuerdo si fue del brazo o de la pantorrilla). Pero siempre nos lo contaba.
Claramente orgulloso de su generación del 98, amigo hasta la médula de la del 27 y todas. Tenia presente a toda la palabra. A todo pensamiento. Creo, aprendió a necesitar no perderse nada.
Gracia y calidez, es como lo podría definir cualquiera que lo hubiera conocido.
Agrego, profundo y auténtico amor por la vida, por todos los que conocía y con generosidad nos encontraba sentido. A mi misma me llegó a decir después de una charla sorprendido : “ pero niña, tu eres un árbol”. El mejor piropo de mi existencia me lo dijo este amigo, con el que ya nos sabíamos desde tiempo.
Estudiándolo comprendí que el árbol en él es una imagen recurrente y profunda. Expresa en declaraciones reflexión al respecto, y a Ortega como compañero y maestro en todo su eterno aprender a andar.
Vamos a lo que es objeto de este escrito, que es un poema. Uno o todos sus poemas, geniales por cierto, son solo una parte de su brillante obra sobre la tierra.
Egregio y guapísimo Arturo Cuadrado Moura:

INSOMNIO
No dejes que nadie te bese, besa.
No dejes que nadie te mire, mira.
No dejes que nadie te mate, mata.
Aquel que haya primero pronunciado
tu nombre sea condenado al final de tu
ausencia.
Así, libre, volverás a ti,
lejana, cansada,
a buscar en la curva de tu forma
ese valor de ser como la libertad,
un compromiso domiciliado en tu
sonido.