
«Como algunas canciones, ciertas imágenes se convierten hoy en nuestra cultura de culto a las pantallas, en nuestro cerebro en vital parte de nosotros mismos»
Como algunas canciones, ciertas imágenes se convierten hoy en nuestra cultura de culto a las pantallas, en vital parte de nosotros mismos. Y su significado es el que nosotros le damos para siempre, que no tiene porqué ser igual al que le da nuestro vecino ni tan siquiera nuestro compañero ideológico. Así, la foto del reportero gráfico Kevin Carter , ganadora del premio Pulitzer en 1994 que expone magistralmente significantes del hambre, la injusticia, el capitalismo, la pobreza, la riqueza, el dolor o el tercer mundo, adquiere para cada uno de nosotros unos significados distintos, pero tan importantes y sólidos como le debieron suponer a su autor, desde que la captó en Sudán, en 1993 hasta que se suicidó un año mas tarde, porque siempre declaró que odiaba su imagen icónica.
«Con el paso de los días descubrimos hace tiempo que el reportero Kevin Carter fue un auténtico maestro de la metáfora de la imagen porque la fotografía se había tomado en una zona de vertedero donde los buitres acudían a comer y los habitantes de la aldea utilizaban para defecar»
Hoy el mundo se siente horrorizado por otras imágenes virales en la memoria de todos como la del niño sirio ahogado en la playa, o aquella otra: La del atropellado por el metro en New York, y la mayor parte de las críticas son un calco de las que se le hicieron a Kevin Carter hace veinte años:
¿Por qué el fotógrafo no dejó su cámara a un lado y ayudó al ser humano convertido en víctima?

«Con el poso de los días descubrimos hace tiempo que el reportero Kevin Carter fue un auténtico maestro de la metáfora de la imagen»
Con el poso de los días descubrimos hace tiempo que el reportero Kevin Carter fue un auténtico maestro de la metáfora de la imagen porque la fotografía se había tomado en una zona de vertedero donde los buitres acudían a comer y los habitantes de la aldea utilizaban para defecar. Y el niño no corría un especial peligro sino que se había ausentado unos metros de su familia mientras sus padres habían acudido a recoger provisiones. Una real puesta en escena con un soberbio enfoque particular.
Por el contrario hoy vemos a ese hombre a punto de morir atropellado en el corazón sentimental del mundo y la primera metáfora que a todos se nos viene a la cabeza, es la de la cotidiana y apresurada insolidaridad. Desgraciadamente la explicación pasa porque hasta con las imágenes comenzamos todos a igualar con el mismo rasero nuestras cicatrices sentimentales.
Brillante .
Casi todos los humanos, lamentablemente , lejos de comprender , proyectamos nuestro poco seso .
Gracias.