
«El producto final o la marca, debe representar esta nueva ideología y da lo mismo el sector en cuestión, simplemente debe ser sostenible»
Sostenibilidad: que palabreja… ¿Verdad? ¿Es usted sostenible? ¿Su comportamiento es el adecuado? ¿Vive en una casa sostenible y por lo tanto, lo es su vecino? ¿Trabaja usted en una empresa sostenible? Si tiene dudas cuídese porque usted es un temible “negacionista” de tipo “macrogranjista”.
Según las revista Food Retail & Service cuatro de cada diez españoles desean ser más sostenibles en 2022 y se han propuesto reducir el desperdicio de alimentos en sus hogares. Lo de comenzar el año poniéndose metas que después uno no cumple está muy “requetebién”, y si además es políticamente correcto, nos permitirá quedar estupendamente en las insípidas conversaciones vacías de contenido que tenemos a diario.
Partiendo desde este drástico planteamiento que religiosamente debemos aceptar: ¿Podríamos llegar a la conclusión que todos hasta ahora éramos malvados por tirar alguna vez las sobras del plato o no limpiarlo con la lengua, el dedo o el currusco de pan? Pues “sí”, y si además se siente mal por ello; mejor…
¿Recuerdan a alguna “miss” diciendo que para ella lo principal era la paz en el mundo y cuidar el planeta? Qué risas verdad. La simpleza del razonamiento solo era perdonable por lo que me callo ¡Pues las risitas se van a acabar porque tirar el chusco de pan deteriora el planeta! Así como se lo digo y de no tomar cartas en el asunto y tomárselo en serio, usted quedará marcado por esos cuatro de cada diez que cuidan su planeta. Ser buena persona y además cuidar del planeta ya es un todo y quien no sume la coletilla a su currículo de buen ciudadano, literalmente es un “hideputa”.
Dicen que a cada segundo en España se tiran 250 kg. de comida, pero lo que no dicen que a lo mejor es incomestible y además usted no tiene la culpa. Cuando dicen que no somos conscientes de ello y no trabajamos en la buena dirección, esos cuatro, le están acusando a usted directamente de ser dañino para ellos. Mientras usted disfruta comiendo, ellos se fustigan por no hacerlo, ya que comer tofu es lo que debe provocar.
Supongo que lo moderno para ellos será ir al Burger o al McDonald a comer hamburguesas veganas pues de esta forma alimentan su espíritu y su organismo de la misma bazofia. Comentan que tirar un plátano supone desperdiciar el agua de diez minutos de ducha, por lo que podemos llegar a la conclusión de que quieren que usted se coma el plátano aunque este “pocho” y no se duche.
Para que la campaña de concienciación sea un éxito debe bajarse una aplicación en el teléfono para cumplir con la causa obedeciendo a rajatabla. La aplicación nos indicará lo buenos que somos según dicte el famoso algoritmo, midiendo como y cuanto reducimos nuestra huella de CO2. Para ello será preciso que cada uno suba una foto en sus redes sociales haciendo lo correcto y denunciando a los negacionistas, lo cual provocará necesariamente en los seguidores la santa positividad, es decir, esa sensación que produce conservar el planeta, al menos virtualmente.
Los organizadores de la pandemia además quieren provocar que en su nuevo estilo de vida usted incluya comprar más que antes por internet, ya que así no contaminará si intenta lo contrario. De hacerlo –es decir, socializar en demasía–, le recomiendan que no salga de su barrio para así poder encerrarse de nuevo cuanto antes. Como ahora hay que teletrabajar, tampoco tenemos motivos para contaminar con el coche, por lo que parece que la pandemia como dice el presidente ha sido realmente una nueva oportunidad que la naturaleza –representada por los murciélagos y pangolines del mundo –, nos ha otorgado a los horribles humanos de derechas que solo buscamos la confrontación.
Se creen que han descubierto la rueda y ahora promocionan y sugestionan al personal para promocionar la búsqueda de productos locales amparados en los criterios de proximidad y sostenibilidad. Estas variables son las nuevas corrientes de consumo o ejes de coordenadas por los que nos debemos regir, pues según cuentan los gurús del gremio, triunfarán en 2022. Las redes sociales según ellos son primordiales para ello y la gente más joven lo tiene claro por eso los dicen que son los más comprometidos con el medio ambiente –salvo cuando están de botellón, de vacaciones o nos atrevemos a entrar en sus habitaciones con la mascarilla puesta–. La moda sostenible no consiste en remendar un roto o un descosido poniendo un parche como hacía su abuela o su madre, sino adquirir una prenda que no se pondría el más digno de los indigentes de los que habitan por su barrio, o le dan los buenos días en la puerta del supermercado, pero si es sostenible, bienvenido sea comprarse una prenda con pinta de harapo por internet a cojón de obispo.
Las empresas lógicamente se adhieren a programas sostenibles porque saben que la tontería vende y cada vez el ser humano lo es un poco más ya que el negocio realmente es descomunal, al estar impulsado desde los gobiernos como una nueva ideología. Ellas cuantifican lo desperdiciado en un 0,95% del total producido pero no lo donan a los bancos de alimentos, prefieren tirarlo porque reconocer la superproducción implicaría el descredito ante esos cuatro de los que hablaba al principio que quieren ser sostenibles en 2022.
Las nuevas estrategias empresariales han desplazado al cliente como principal actor. Ahora los protocolos de comportamiento están por encima de todo. El producto final o la marca, debe representar esta nueva ideología y da lo mismo de lo que estemos hablando o el sector en cuestión, simplemente debe ser sostenible. La sensibilización social impulsada desde los gobiernos y los medios, movilizan las conciencias de “la supuesta mayoría”, lo cual a lo mejor resulta que es lo correcto y todos deberíamos ir en esta dirección evolucionando para así dejar de sufrir abandonando “la inmensa minoría”.
Las empresas que no pueden dejar de reinventarse, son calificadas por agencias privadas que miden su carácter sostenible del mismo modo que antes comentaba que hacen con los individuos. Estas alardean como es normal de conseguir llegar a excelentes estándares de calidad sostenible, que sin duda harán que sus productos sean más apetecibles o recomendables. Se ha llegado a tal extremo que hasta los servicios básicos deben ser sostenibles para generar en el cliente o consumidor final la sensación de hacer el bien, consumiendo correctamente. Y la diferencia es que ellas cada vez ganan más dinero y a usted cada vez le cuesta más dinero y como no lo tiene se endeuda y al final termina siendo felizmente más pobre.
Dice una directora de comunicación y sostenibilidad de una de las principales empresas que operan magníficamente en España (a la que por supuesto no voy a citar por el máximo respeto que le tengo), que están muy orgullosos de ser los que lideran el ranking como la mejor empresa sostenible del sector de alimentación y consumo. Ser sostenible los ha hecho crecer el último año un 46%. Dice textualmente que: “gracias a su trabajo luchando contra el cambio climático, sus marcas han crecido exponencialmente, porque las marcas con propósito crecen, las empresas con propósito perduran y las personas con propósito prosperan”.
No sé a ustedes, pero a mí me parece que es una dulce amenaza…