
«Ni sentido crítico ni una mínima inquietud. Nos conformamos y aceptamos mansamente. Los corderos van exactamente igual al matadero»
Anoche, cuando me disponía a coger mi automóvil para marcharme para mi casa, estuve mirando, como tengo por costumbre, al cielo oscuro y limpio y a la Luna.
Me resultan agradables y atractivas la visión de la inmensidad celestial y la calma que en esos momentos se respira en el campo, y el fresco, claro. Últimamente agradezco mucho la bajada de la temperatura, aunque sea lenta y ligera.
Me sorprendió en ese momento contemplativo el vuelo de varios murciélagos. Un vuelo en apariencia caótico, errático, nervioso, pero que en realidad obedece a un perfecto dominio de la capacidad de volar de esos pequeños animalillos.
El murciélago es el único mamífero capacitado para volar por sí mismo, y además lo hace por la noche, en medio de la oscuridad. Su gran pericia le permite realizar quiebros bruscos e imposibles durante su intensa búsqueda de alimento.
El murciélago tiene ojos y ve, pero se guía gracias a la ecolocalización. Emite sonidos que se reflejan en objetos y animales y que al recibir de regreso le permiten determinar la posición exacta de todo cuanto le rodea.
Los seres humanos tenemos, me parece a mí, buena vista. Diurna, en nuestro caso. Pero carecemos de esa capacidad de guía. Y tal vez ese sea el motivo de nuestros continuos tropiezos, que no somos capaces de orientarnos adecuadamente. Aunque quizá lo hagamos a propósito.
Sí, seguramente se trate de eso, de que queremos estar perdidos cual náufrago a la deriva en medio del mar a la espera de nuestro rescate, a pesar de tener la salvación en nuestras propias manos.
Cada vez que nuestro querido, o no, y respetado, o no, gobierno, ha promovido algún decreto o iniciativa legislativa encaminada a complicar nuestras vidas y a/o limitar nuestros derechos, muchos nos alteramos y manifestamos en contra, y sin embargo no actuamos. Entre nosotros siempre se alzan voces que afirman que esas nuevas normas no saldrán adelante tal cual se proponen, pero una tras otra se van aprobando.
La mayoría no se lee ni lo propuesto ni lo aprobado, y así nos va luego a todos.
En los últimos días he leído titulares de prensa que afirmaban la posibilidad de cazar al lobo cuando causara daños en alguna ganadería.
Finalmente la ilustre ministra Ribera ha entrado en razón y ha reculado, dijeron algunos de quienes se mueven en mi entorno.
Para qué leer el contenido de la noticia si el titular ya lo dice todo. Para qué dudar de una posible intencionalidad en el enunciado de la noticia.
La realidad es que para que se permita el control y eliminación de un lobo se tienen que cumplir una serie de premisas, exactamente las mismas que se incluyeron desde el momento en que se redactó el anteproyecto de la ley para poder optar a las compensaciones económicas por daños, que son que el rebaño esté manejado y vigilado por un pastor; que el ganado esté confinado en un recinto adecuado; que la finca esté vallada perimetral y adecuadamente; que haya medidas disuasorias; que los daños causados sean de tal gravedad que comprometan la viabilidad de la explotación ganadera.
Y además, tanto ahora como en un principio, la partida económica para las posibles compensaciones económicas por los daños causados, ya se aprobarán.
Pero lo único importante y reseñable para la mayoría es el titular. Y así con todo.Y mientras tanto, van avanzando en sus pretensiones y polarizado la sociedad. Pero todos tranquilos y contentos.
Solemos aceptar como verdad absoluta lo que percibimos con cierta asiduidad. No nos planteamos otras posibilidades. Al fin y al cabo, si llevamos toda la vida observando un comportamiento o una forma de hacer las cosas, será porque es así.Lo «normal» es que un pastor pastoree a las ovejas. Que se pase el día junto a ellas. Y según nos cuentan, también la noche.
Puede que no sea así en todos los casos, ni que en realidad fuera así en el pasado, pero como es lo que percibimos y lo que nos dicen, tiene que ser así.
Desde siempre hubo pastores conduciendo el ganado y vigilándolo en aprovechamiento de pastizales a campo abierto y en los traslados, en el espigadero, en la trashumancia. Pero también desde siempre hubo ganado suelto en fincas cercadas y en montes y zonas complicadas y escarpadas, y el pastor no estaba ni está con el ganado permanentemente.
El espigadero consiste en aprovechar los rastrojos de los cultivos, principalmente cerealistas. Evidentemente, si el ganado tiene que pastar en parcelas cosechadas y junto a otras que no lo están, entre carreteras y poblaciones, necesita estar controlado.
Si el ganado está entre paredes de piedra o cercas de alambre, no necesita a nadie.
Y esto no es de ahora, es de siempre, pero nos cuentan lo que quieren, y como nosotros, cuando vamos en nuestros coches, vemos a las ovejas con un pastor y unos perros… Verdad absoluta.
En los montes del Norte siempre hubo ganado suelto. Se controla a de vez en cuando, pero el pastor no permanecía siempre junto a los animales. Es y era imposible hacer tal cosa. Es fácil comprobarlo, basta con subir a lo más alto e intentar mantener al rebaño unido sobre los riscos.
Hay cabañas, sí, pero no se usaban de forma continua, pero buena gana de indagar y saber. Y así con todo. Buena gana de saber y buena gana de pensar.
Nos dicen, nos mienten, nos influyen, nos manipulan, nos dirigen, nos reconducen. Y permanecemos flotando a la deriva.
Ni sentido crítico ni una mínima inquietud. Nos conformamos y aceptamos mansamente. Los corderos van exactamente igual al matadero.