
«Ya solo quedan dos de los tres reyes, pero el presidente con ínfulas de Rey sabe que solo puede quedar uno, como en la saga de Los Inmortales»
En España parece que tenemos tres Reyes: Juan Carlos I, Felipe VI y Pedro Sánchez el traidor.
Este último es un Rey que aspira a serlo, que basa su futuro como Rey en desprestigiar a la Corona y para ello puso a todos sus gacetilleros y a sus togados afines a perseguir al segundo de nuestros Reyes hasta crear el caldo de cultivo que le permitiera echarlo de su país, como los tiranos hacen con cuantos obstáculos encuentran en su camino.
Ya solo quedan dos, pero el presidente con ínfulas de Rey sabe que solo habrá de quedar uno, como en la saga de Los Inmortales.
Pedro Sánchez, el rey duplicado, o el presidente de una república que no existe más que en su calenturienta imaginación, hace y deshace lo que le da la gana, estilo el Rey Sol francés.
Estoy apesadumbrado, abochornado, avergonzado, de ver como gobierna España, como si fuera una finca particular.
Decididamente, este hombre tiene que pasar por el banquillo de los acusados, para explicar a la Justicia, y a todos los españoles, sus continuas traiciones a la Patria.
¿Y el Jefe del Estado…, dónde está? ¿Pero tenemos rey, o “el preparado” está escondido debajo de la mesa de su despacho, pasando de todo? Debe de pensar: dame pan y dime tonto. Porque a este paso lo van a echar de España y él parece no enterarse.
La Constitución establece en su artículo 56 que “El rey es el jefe del Estado…, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales…”, etc.
Asimismo, el artículo 63 regula que al rey corresponde manifestar el consentimiento del Estado para obligarse internacionalmente por medio de tratados, de conformidad con la Constitución y las leyes.
La realidad que subyace en todo esto es que Sánchez aspira a ser jefe del estado y que nadie le pida responsabilidades concretas.
La gestión no le interesa nada, por eso estamos donde estamos, liderando los rankings mundiales del desastre causado por un virus que no entiende de ideología y sí de tomar decisiones técnicas.
A Sánchez, en su megalomanía, los datos le molestan. Eso es de pringados ejecutivos, yo no estoy para estas mierdas, yo quiero ser el rey, y a Dios pongo por testigo, que no voy a parar hasta conseguirlo. Y eso es todo.
Si Felipe VI no hace algo tendremos al Sanchez reinando España y al Rey fuera de ella.
Por último, y tras ver a Sánchez tratar al Rey Felipe como si fuera un símbolo de trapo que se muestra y se esconde según convenga, y no como el Jefe de Estado que es, se comprende aún más que el sanchismo se mueve mejor en un campo embarrado de conflictos, y en un ambiente depresivo e inmunodeprimido, sin la necesidad de alcanzar consensos.
Los demás son sólo oportunos peldaños para su estrategia de conservar el poder.
Para él es mejor que te teman porque te creen capaz de cualquier locura, a que te aprecien porque te esfuerzas en ser coherente.
La debilidad de los otros, incluida la del Rey, es lo que Sánchez cree que le hace fuerte.