
Llevo llorando toda la mañana. Llorando al son de los tangos de Astor Pantaleón Piazzolla. Los temas que se suceden, y ese bandoneón discretamente cariñoso, del Sur, que me susurra directo al corazón, consiguen difuminar mis pensamientos al evocar imágenes, bailes, recuerdos, sensaciones. Me transforman en puro sueño. Afuera, llueve, y dentro también. «Ausencias», «Oblivion», Adiós Nonino», «Regreso al Amor»… y «Vuelvo al sur».
Más que canciones, cicatrices internas. Parece que la música forma parte de mí y no se el porqué. Evocaciones imposibles. Nostalgia. Infancia eterna. Y de nuevo, otra vez y que por favor, no se pare nunca, «Vuelvo al sur»… La música del genial Piazzolla, la letra del poeta, cineasta y político Fernando “Pino” Solanas.
Y de pronto, una imagen destaca de las demás. Es mi sur. Mi casa de los maquis. El epicentro moral. La meseta central del «Rural Power». Aquí está:

Vuelvo al Sur,
como se vuelve siempre al amor,
vuelvo a vos,
con mi deseo, con mi temor.
Llevo el Sur,
como un destino del corazón,
soy del Sur,
como los aires del bandoneón.
Sueño el Sur,
inmensa luna, cielo al revés,
busco el Sur,
el tiempo abierto, y su después.
Quiero al Sur,
su buena gente, su dignidad,
siento el Sur,
como tu cuerpo en la intimidad.
Te quiero Sur,
Sur, te quiero.