
«Todo aquel que no tiene principios, ni ética ni dignidad, maniobra hasta que consigue ocupar todas las instituciones oficiales»
La primera vez que oí el término “baja intensidad” fue en boca de un político ya fallecido, me refiero al tristemente célebre Javier Arzallus. El preboste vasco utilizó ese término tratando de eludir el terrorismo callejero a manos de las jóvenes ratas etarras. Quema de autobuses, palizas a los que no pensaban en clave nazionalista criminal vasca, atentados saqueos e incendios de librerías y demás estragos, o sea, terrorismo puro, pero sin víctimas mortales. La misma basura etarra que en conjunto, aterrorizaban las calles de las Provincias Vascongadas. Punto.
La calidad de una democracia no sólo se mide por las apariencias que quiera marcar o definir el político de turno, que en cualquier momento ostente el poder, sino por las que marcan los parámetros asumidos por la mayoría de las naciones que son plenamente libres, y democráticas. En dichas naciones, el político que gobierna se cuida muy mucho de colonizar y ocupar todos los resortes del poder. Un jefe de gobierno no sólo debe parecer decente, también debe serlo. Por principios, por ética y por fundamentos democráticos. Aquellos que trataron de acapararlo todo, acabaron mal, siempre. Los contrapoderes no se tocan, so pena de convertirse en un autócrata.
Todo aquel que no tiene principios, ni ética ni dignidad, maniobra hasta que consigue ocupar todas las instituciones oficiales, cercenando el espíritu convivencial, otorgándose el derecho a decir quiénes son buenos y quienes no, otorgando carnets de lo que él quiere, al que le da la gana. Usurpando a su antojo todo tipo de funciones, dejando de lado transparencia y claridad. Sin transparencia no hay democracia, sin democracia no puede haber transparencia.
El individuo que cae en lo anterior, sólo persigue sus fines, y suele terminar acusando a la oposición de obstruccionista. La acusa de facciosa y hasta de antipatriota, y termina por confundir, como buen autócrata que es, nación e instituciones, con sus propios intereses. Generalmente es la figura de un matón, la de un macarra chulo, la de un déspota sin vergüenza. El que ha llegado hasta ese extremo, ya no repara en nada. Se aprovecha de lo anterior, suprimiendo libertades, fagocitando instituciones, soslayando la constitución, favoreciendo injusticias y atrayendo sobre la Nación, todo tipo de calamidades. Hasta que por fin se erige en un autócrata, sátrapa, déspota tirano, o hasta dictador, ahora todo le vale. Por el camino traiciona su promesa, lo segundo su palabra, abandona principios, formas detalles y modales, impone su propio bienestar, el único que le vale, y cuando todo es una farsa, sonríe ufano, ya no es un don nadie.
Cualquiera diría que estoy señalando a nuestra democracia… y en efecto, así es. La democracia española es un sucedáneo putrefacto de lo que votamos, es un querer y no poder, es una falacia llamarla por lo que ha dejado de ser. Un insulto a lo que se votó en 1978, una basura a imagen y semejanza de los partidos políticos que la violaron tantas veces, que resulta imposible reconocerla. A la a democracia nunca la dejarán decir solo si es si, pues para defenderla, al parecer no hay nadie.
El déspota no nace por generación espontánea, el déspota se hace. Primero se afilia a un partido, en él vegeta hasta que se hace, después trepa y trepa, hasta colocarse. Luego observa a sus líderes, les imita, y se mimetiza tanto que, a las primeras de cambio, los barre. Una vez arriba se ufana les vacila y les engaña. Ya nació el líder, arropado por inanes y medianías, correveidiles e inútiles, en definitiva, de tontos de baba. La mayoría son como él, es decir, grandes canallas. Nadie puede con él, ni razona ni escucha, ni discute ni nada. Sólo habla él, el más listo el más hábil el más guapo y el más alto, y para nuestra desgracia, el más canalla.
La misma historia de siempre, la de un embustero, un felón, un infame. Califico al político, no ofendo a nadie, cuando el ofendido es un pueblo, por encima del pueblo ¡no hay nadie!
Este sin vergüenza ha llegado tan alto, porque no le ha parado nadie. La oposición a sus cosas, a sus cuitas y sus chorradas. Primero son ellos, al pueblo que le dé un aire. Malditos mamarrachos fuleros y cobardes. Lo primero debe ser la Nación, con sus habitantes, después la gestión, y sus dineros, que siempre son de alguien. Seguido del resto de asuntos, solo los que son muy importante, y por último los putos partidos, que, para desgracia de todos, sí que son de alguien. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo, no se quien lo dijo, pero seguro que se apellidaba Sánchez.
Lo que nunca tendrán son nuestros votos, que son nuestros, no de nadie. El que la haga que la pague, y si es un cobarde que no traga con nuestro mandato, que se vaya por donde ha venido, que aquí no le ha llamado nadie.
Lo anterior es la radiografía casi exacta de donde estamos, pero sobre todo de donde nos han llevado esta recua de politicastros, que hoy día no representan a nadie. El que gobierna hoy es un político miserable, un despreciable sujeto, un patán, un don nadie. Un mazámpulas que antepone su ego, al de una población inane. Un individuo servil que ha pactado el gobierno con etarras asesinos golpistas y miserables. Anteponiendo supuestos derechos, tratándonos como desiguales. Mirando por su partido más que por nadie, despreciando a sus votantes. Esta recua ha colocado a sus queridas, queridos chaperos y amantes, palanganeros masajistas y hasta saltimbanquis. Tal colección de inútiles, fracasados e ignorantes, no valen ni para tomar p…, porque no les daría nadie.
Miserables políticos, rufianes ruines y golfantes, que anteponen su bienestar y prebendas al único fin importante. España y su futuro, el de sus gentes. A la memoria de los que regaron con su sangre, esta vieja y gloriosa piel de toro ¡esto es lo más importante! Pero a la tarea de este deber sagrado, no se pone nadie.
Entre ellos se arreglan, pactan ríen y brindan, pero cuando los vemos, parece que no conocen a nadie. Esto es un puro teatro, una comedia un fraude, ya nadie se espanta, es la hora de estos putos cobardes. O esto cambia mucho, o a algunos los va a votar su padre.