Vermeer : Vista de Delft. Por Susana del Pino

Vista de Delft, Johannes Vermeer (1632-1675)

«En el bello y sereno paisaje de Johannes Vermeer (1632-1675) Vista de Delft los valores de la pintura barroca holandesa adquieren calidades sublimes»

El cuadro, pintado desde el canal de Rotterdam, recoge algunos de los lugares más representativos para el pintor que estuvo familiarizado desde niño con la pintura ya que su padre era marchante de arte, actividad a la que también él se dedicó además de pintar. Cuando era pequeño acompañaba a su progenitor a la Plaza del Mercado donde éste trataba con los pintores. por lo que el joven Vermeer estuvo en contacto con el mundo del arte desde muy temprana edad.

 

Los Países Bajos experimentaron un auge económico extraordinario durante el siglo XVII con una importante actividad comercial tanto con el resto de países europeos como con otros continentes gracias a una excelente planificación mercantil, lo que unido a los avances y descubrimientos científicos y el apogeo de la cultura le valió ser conocido como Siglo de Oro Holandés. La pintura tendrá un papel importante en una sociedad en la que la burguesía, que se convierte en un grupo social con gran protagonismo, demanda obras de arte para exponer en sus casas ya que posee poder adquisitivo para comprarlas y le gusta presumir de ellas. La burguesía se convierte por tanto en una clientela excelente para estos pintores.

Detalle. Vista de Delft

No existía como en otras partes de Europa una tradición de mecenazgo de la Corte o de la Iglesia y el artista era como un negociante que producía sus obras para el público que las compraba. Paisajes, escenas intimistas o retratos eran los temas más demandados, lo que hizo que muchos pintores se especializaran en determinados géneros, como es el caso de Jacob Ruysdael (1628-1682), magnífico paisajista o los interiores con escenas cotidianas del mismo Vermeer o Pieter de Hooch (1629-1684).

 

Jan Steen (1626-1679), Adriaen Van Ostade (1610-1685), Frans Hals (1582-1666), Jan de Bray (1627-1697) o Rembrandt Van Rijn (1606-1669) son algunos de los muchos pintores que protagonizaron este periodo. En el caso de Rembrandt, abordó varios géneros y como buen conocedor y admirador de la pintura italiana, sentía el profundo deseo de elevar el valor de la pintura como los grandes artistas del Renacimiento. Así lo podemos apreciar en cuadros como Lección de anatomía del Profesor Tulp, Cena de Emaús o Ayas.

 

Vermeer fue un gran pintor que a pesar de gozar de cierta popularidad y llegar a ser director del Gremio de Pintores (Gremio de San Lucas), no era un pintor ambicioso y no le gustaba el protagonismo, trabajaba lentamente sus lienzos por lo que no tuvo una producción muy extensa. A su muerte, su esposa logró proteger sus obras para evitar que los acreedores pudieran cobrar sus deudas con ellas y más tarde algunas fueron subastadas por precios muy altos. Las consecuencias económicas tras la guerra contra Francia y la cantidad de gastos a los que no pudo hacer frente el pintor, le sumieron en una profunda depresión y desánimo que lo llevó a la muerte en poco tiempo. En el siglo XIX, Théophile Thoré-Bürger (1807-1869) periodista y crítico de arte francés, estudió su obra con interés, la rescató, ya que no fue reconocida lo suficiente durante cierto periodo de tiempo y la hizo resurgir.

Una de las características más representativas de la pintura de Vermeer es la consecución en sus obras de una atmósfera de recogimiento en las que puede sentirse el silencio, la soledad o la melancolía ante la ausencia que sus personajes nos dejan ver en sus tareas domésticas o la serenidad que transmiten los paisajes.

 

El cuadro Vista de Delft nos presenta una sensación de quietud y reposo en la que la calma lo envuelve todo. La atmósfera que captamos necesita de composiciones equilibradas con líneas dispuestas en diferentes planos y con un gran conocimiento de la luz, uno de los encantos de su pintura reside por tanto en el juego entre luces y sombras, una de los elementos distintivos del barroco en cualquiera de las disciplinas.

Detalle 2. Vista de Delft

En el paisaje el sol ilumina desde la derecha difuminando las siluetas de los edificios en contraposición con la parte de la izquierda en la que destacan los contornos del resto de construcciones. Se percibe incluso hasta cierta sensación de humedad que consigue con la técnica del Pointillé con pequeños toques de color, como se aprecia por ejemplo en una barca a la izquierda de la composición en la que observándola de cerca se aprecia un resplandor de gotas luminosas.

 

El cuadro presenta una completa unidad focal, la orilla, el agua, los edificios y el cielo nublado con tenues reflejos en el agua que lo hacen también protagonista de la obra.

 

Vermeer nos impresiona con esta obra en la que su creatividad va unida al sentimiento por una ciudad que amaba, donde nació y vivió hasta su muerte junto a su familia, en ella supo plasmar su propia identidad y sensibilidad.

 

Un conjunto perfecto que produce una serenidad difícil de superar al contemplarlo.

 

 

Susana del Pino

Malagueña y amante del arte, una de las pasiones de mi vida. Me gusta la belleza, la armonía y quiero siempre la verdad. Me siento afortunada y agradecida por muchas cosas, entre ellas haber viajado y conocido otras culturas que me han aportado tanto. Italia me fascina, nunca me cansaré de visitarla, siempre que regreso siento que una parte de mí se queda allí.

La vida es una oportunidad maravillosa para aprender, conocer, soñar, compartir, sentir... y siempre amar.

Artículos recomendados

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: