Asesinos a la calle por presupuestos y Sánchez en el sillón. Por Unai Laño

Asesinos a la calle por presupuestos y Sánchez de acuerdo

«Estas son las decisiones que toma Sánchez como líder del PSOE para continuar un día más en el poder teniendo como mentor a tal calaña de asesinos»

31 de agosto, fecha en la que la infamia y la traición a las víctimas del terrorismo y al pueblo español se consuma. Personalmente, como vasco que se siente español no puedo describirles la humillación e impotencia que siente uno en estos momentos. El Ministerio del Interior con Marlaska al frente decide trasladar a cárceles del País Vasco a varios de los terroristas más sanguinarios de toda la historia de la banda terrorista ETA, 13 en total. Cabe destacar entre ellos a “Txapote”, asesino de Miguel Ángel Blanco, Gregorio Ordoñez, Fernando Múgica y Fernando Buesa y a “Henri Parot” condenado casi a 5.000 años de prisión por hacer saltar por los aires en 1987 la Casa Cuartel de Zaragoza, causando 11 muertos, 5 de ellos niñas y posteriormente atentar contra la dirección de la Guardia Civil en Madrid. Ellos junto a otros 11 etarras, que suman entre todos 72 asesinatos, fueron acercados a cárceles vascas como parte de la política de acercamiento de presos que inició Pedro Sánchez al investirse presidente del gobierno con los votos del PNV y la abstención de Bildu. Recordarles que este año además el gobierno ha transferido las competencias de prisiones al gobierno nacionalista, en cuyas manos estará conceder el tercer grado y los beneficios penitenciarios. El fin de la película ya saben ustedes cuál será, teniendo en cuenta que ninguno de ellos se ha arrepentido ni colaborado con la Justicia. El fin del PNV se acerca, más pronto que tarde Otegi será investido lehendakari con los votos de los socialistas vascos. 40 años de dolor, desgarro y sufrimiento para postrar a todo un pueblo de rodillas ante 4 miserables.

Pero vayamos más allá, de dónde viene este idilio del PSOE con ETA y desde cuándo. El pasado 20 de octubre de 2021, se conmemoraba el décimo aniversario de la lectura por parte del etarra David Pla y de los otros dos individuos que le acompañaban, del comunicado en el que la banda terrorista ETA anunciaba optar por la vía institucional, haciendo lo que hasta la fecha había hecho, pero sin homicidios ni coches bomba. Proclamando a los cuatro vientos su «cese definitivo» de su «actividad armada«. De su influencia en una parte de la sociedad vasca y en buena parte del arco político ni hablar cabe. Tras este maravilloso como absurdo acto, numerosos periódicos y periodistas desde alas más progresistas a las más conservadoras, iniciaron una campaña para asignar el numerito del “fin” de la banda terrorista al entonces presidente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, junto a Jesús Eguiguren presidente en la fecha del Partido Socialista de Euskadi y al ex terrorista Arnaldo Otegi.

La idea de que el final del terrorismo fue el resultado de la compaginación del debate interno del mundo abertzale y la determinación del Gobierno dialogante de Zapatero empezó a cobrar audiovisual y periodísticamente tanta fuerza que incluso hoy en día líderes socialistas continúan ondeando aquella farsa en mítines y campañas electorales adjudicándose la mentira y haciendo bandera de ella. El argumento mediático esgrimido, fue la clave decisión de mantener la interlocución permanente entre el presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren, y el propio Otegi. Según Zapatero, Eguiguren le comunicó que mantenía trato informal con Otegi, quien aparentemente ansiaba que Gobierno y ETA entablaran diálogo. En aquel momento, la banda llevaba un año sin matar, estaba debilitada y en la izquierda independentista vasca los discrepantes con la violencia iban en aumento. Evidentemente, la banda estaba desgastada y llevaba 12 meses sin matar. El valor de las víctimas, la sorprendente y heroica reacción de la sociedad vasca que dijo basta, plantó cara y se enfrentó a verdugos junto a la Ertzaintza, Guardia Civil, Policía Nacional, servicios de inteligencia, jueces y fiscales habían llevado a ETA a una UCI, en el que su derrota era cuestión de tiempo. Se procedían diariamente y cada vez con más frecuencia las detenciones, las cúpulas terroristas caían a las pocas semanas de haberse constituido. Los triunfos policiales eran continuos y las sentencias judiciales demoledoras. La cola final de la serpiente con la moral de los terroristas por los suelos, era inminente. A contracorriente de la idea de que con ETA no se podía acabar policialmente, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado habían logrado acabar con la banda, con cientos de compañeros por el camino.

Fue en este punto de derrota, en el cual Zapatero, Eguiguren, Otegi y resto de miserables personajes de tal estirpe acudieron a la oxigenación de los terroristas y de la banda, procurando impedir la puesta en escena del vencimiento policial de ETA y lográndolo hasta el punto de que el fin de los asesinatos se asigna ahora para parte de la sociedad española a la decisión voluntaria de ETA de renunciar a la «actividad armada» y al PSOE. La operación no puede ser más repugnante. 40 años de batalla contra la barbarie, más de 800 asesinatos, de los cuales más de 300 aún sin esclarecer, dolor sin meta, ejemplos estremecedores de renuncias, kilos de valentía, de coraje, de solidaridad, desgarros de almas, envueltos en un acuerdo político entre Otegi y Eguiguren consagrado por Zapatero. Nuevamente el PSOE honrando a sus desgraciadas siglas, si la banda dejó de guillotinar fue por la situación en la que la Policía Nacional y la Guardia Civil la habían sumido, carniceros acorralados y derrotados, sin cabida de ejecución salvo para eutanasiarse, algo que no estaba en los planes de aquellos desdichados a quienes el ejecutivo de Zapatero resucitó de una entrega sin límites.

En definitiva, una historia de asqueroso amor de más de 30 años. De aquellos polvos, estos lodos. No se sorprendan ahora ustedes de las decisiones que toma Sánchez como líder del PSOE con tal de continuar un día más en el poder teniendo como mentor y sucesor a tal calaña. Asco es poco, jamás consiguieron tanto sin desperdiciar una sola bala.

Unai L. Matas

Mi nombre es Unai Laño Matas, tengo 20 años y resido en el País Vasco, doblemente por ello español. Defensor del constitucionalismo y la unidad de España en estas tierras hacen que mi lucha se convierta en obligación más que afición. Siempre he considerado pilar básico fundamental la batalla cultural y la no sumisión ante la izquierda. El verdadero español no lucha porque odia, sino porque ama lo que tiene detrás.

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