Paul Gaugin, el rechazo del materialismo en favor de la espiritualidad. Por Susana del Pino

Dos Mujeres tahitianas

«Paul Gaugin consiguió, a través del color y de la emoción al pintar, un impacto emocional que no nos deja indiferentes»

   Mujeres tahitianas, una de mis obras preferidas de Gaugin, es un cuadro lleno de cromatismo y naturalidad, en el que el pintor representa la emoción que desea transmitir en cada una de sus creaciones, sobre todo cuando se aleja de las normas académicas y plasma lo que nace en su interior, al contemplar, observar y sentir, algo fundamental para él a la hora de  crear.

 

    Inmerso en la vida europea de finales del siglo XIX, sentía una gran fascinación por los viajes que lo llevó a conocer entre otros lugares las posesiones francesas de Ultramar como La Martinica o La Polinesia francesa donde pasó varios periodos de su vida. Allí, vivió como quería y trabajó libremente lejos de cualquier condicionamiento. El artista Eugène Henri Paul Gaugin (1848-1903) optó por ser él mismo y consiguió con su arte inspirar a muchas generaciones de artistas posteriores.

Detalle Dos mujeres tahitianas

        Como ocurre con muchos artistas, no fue demasiado apreciado en vida y sin embargo sí cuando murió, hasta tal punto que sus obras han llegado a ser unas de las más cotizadas en el mercado de arte en los últimos años.

 

         Su familia gozaba de una buena posición hasta que decidieron marchar a Perú, país de origen de su madre, donde su padre, periodista, quería crear un nuevo periódico, sin embargo esto no fue posible ya que éste falleció en este período, por lo que la familia tuvo que volver a Francia.

 

        Tras este duro episodio, el joven e inquieto Gaugin ingresó en la Marina a los diecisiete años y más tarde consiguió hacerse agente de Bolsa, lo que le permitió llevar una vida económicamente holgada durante algunos años. El arte le atraía notablemente por lo que gracias a su buen poder adquisitivo pudo reunir una interesante colección de cuadros de pintores impresionistas como Monet, Cézanne, Renoir o Degas a los que tuvo ocasión de conocer personalmente y entrar en su círculo.

Paul Gaugin. Autorretrato con sombrero

        En 1873 se casó con la danesa Mette Sophie Gad (1850-1920) con quien tuvo cinco hijos, aunque su matrimonio no fue feliz. Comenzó a dar clases con Camille Pissarro (1830-1903), aunque al final la relación entre los artistas no terminaría bien; poco a poco, lo que hasta entonces había sido una simple afición iba convirtiéndose cada vez más en pasión. En 1880 fue incluido en la quinta exposición  impresionista que tuvo lugar en París y que se repetiría en años posteriores.

 

Tras el desplome de la Bolsa de París en 1883 la familia se traslada a Copenaghe para intentar solucionar sus problemas financieros y tener el apoyo de la familia de su mujer, sin embargo, al poco tiempo Gaugin vuelve a París, solo con uno de sus hijos y posteriormente abandonaría a la familia para vivir la vida que eligió lejos del continente.

 

Gran viajero y quizá influenciado por la novela de Pierre Loti (1850-1923), Le mariage de Loti, que despertó en él una gran admiración por la vida de los indígenas y la simplicidad de la vida cotidiana en contacto con la naturaleza, tuvo un primer contacto con la isla La Martinica. Tras su vuelta a Francia estuvo en contacto con Vincent Van Gogh (1853-1890), pintor que desde que lo había conocido le causó  una gran impresión por la gran expresividad de sus obras que sabía plasmar  como pocos pintores podían hacerlo. Quiso trabajar con él pero fue imposible que ambos  artistas se llevaran bien por lo que Gaugin decidió abandonar Arlés, ciudad en la  que se había instalado el pintor holandés, y volver a París. Más tarde se marchó a la Bretaña francesa, región que le atraía  por la pureza de sus tradiciones, es aquí donde toma contacto con  la colonia Pont-Aven donde los artistas querían crear libremente  lejos del academicismo,  en este periodo pintará entre otras obras Las cuatro bretonas.

Las cuatro bretonas

     Gaugin  comenzó a pintar con un estilo más personal, con fuertes contrastes de color, más simplicidad y figuras delineadas en negro y ello gracias a sus experiencias en La Martinica y al contacto con jóvenes artistas en Bretaña como Émile Bernard (1868-1941) o Louis Anquetin (1861-1932) con quien inició  el conocido  estilo sintetista en el que se crea algo nuevo a partir de combinar o sintetizar diferentes elementos como el color, la forma y también los sentimientos del propio artista hacia lo representado. Por ello estos artistas así como a Vincent Van Gogh o Paul Cezánne (1839-1906) son considerados postimpresionistas. 

El Cristo Amarillo

     El Cristo Amarillo, del período de Pont- Aven en el que la figura de Jesús en la cruz la enmarca en los campos bretones, las campesinas que representan a las Tres Marías y un lugareño que salta una valla. Ya comienza a concebir la pintura de una manera más simple . Es un cuadro que nos trae un nuevo lenguaje en el que el color  va adquiriendo cada vez más importancia, es el que desea el pintor y no debe ser real, es en el color donde Gaugin expresa verdaderamente lo que desea.  En sus estancias en Francia, alternaría periodos entre París y Pont- Aven donde el pintor se sentía más libre.   

    

    Vuelve de nuevo a explorar el mundo, en esta ocasión visita Tahití, lugar que ejercerá en el pintor una gran influencia y con el que se sintió identificado hasta el final de su vida.

 

      Tras uno de sus viajes a Tahití escribió Noa Noa, un diario en el que el pintor expone sus pensamientos y experiencias vividas en la isla donde buscaba la paz y la armonía interior. El libro alterna los textos manuscritos del autor con xilografías y acuarelas, además de unos versos del poeta  Charles Morice (1860-1919). Las descripciones de la naturaleza, las costumbres en el libro así como los elogios a la mujer tahitiana, gran inspiración para el pintor, son hermosos.

 

        De nuevo a Francia expuso  algunas de las obras que había pintado en la isla con cierto éxito, algo que no ocurriría en posteriores muestras , lo que hizo que el pintor se sintiera tristemente decepcionado y muy poco valorado por la sociedad parisina, por lo que regresó a Tahití. 

 

       En desacuerdo con el desarrollo que la colonización francesa había llevado a las islas, el pintor intentó buscar la autenticidad de las cosas en la cultura nativa, en sus gentes y costumbres, expresando sus estados emocionales y en una constante búsqueda espiritual. Gaugin deseaba alejarse del mundo ficticio que conocía, de las convicciones occidentales heredadas, sentirse libre y gozar de la vida que le ofrecía ese mundo distinto, sus obras desde su experiencia en las islas muestran una etapa artística diferente, primitiva, innovadora y llena de color .

 

     Falleció en 1903, enfermo de sífilis y alcoholizado, su vida fue intensa, llena de excesos y no entendida por muchos y su arte inspiró a muchos artistas.  Henri Matisse (1869-1954) o Pablo Ruíz Picasso (1881-1973) fueron grandes admiradores de Gaugin, al pintor malagueño le fascinó su vida y su obra y se inspiró en ella para crear Las señoritas de Avignon, obra  tan significativo en la carrera del artista.

Mata Mua

      En obras como Mata Mua (1892), cuya traducción es Erase una vez,  Gaugin recrea un mundo en el que los hombre viven en armonía con la naturaleza. Desafortunadamente, su mala salud física y también el empeoramiento de su salud mental hizo que su obra se volviera cada vez más siniestra y oscura.

 

      Gaugin fue un hombre peculiar, con fuerte carácter y libertino. Quiso llevar una vida libre en la que dar rienda suelta a las emociones y su vida interior, convencido de todo el mal que trajo la civilización, mitificó  el primitivismo. Lo que sí es cierto es que consiguió, a través del color y de la emoción al pintar, un impacto emocional que no nos deja indiferente.

                                                                                                 

                                                                                                   Málaga 2023

Susana del Pino

Malagueña y amante del arte, una de las pasiones de mi vida. Me gusta la belleza, la armonía y quiero siempre la verdad. Me siento afortunada y agradecida por muchas cosas, entre ellas haber viajado y conocido otras culturas que me han aportado tanto. Italia me fascina, nunca me cansaré de visitarla, siempre que regreso siento que una parte de mí se queda allí.

La vida es una oportunidad maravillosa para aprender, conocer, soñar, compartir, sentir... y siempre amar.

Artículos recomendados

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: