
«La JMJ es como una ráfaga de aire limpio y fresco que se está colando en este clima tan viciado de violencia e incomprensión que padece la humanidad»
Una de las diversiones de los jóvenes de hoy es asistir a los masivos conciertos de los cantantes o grupos musicales de moda. Lo cierto es que no resulta fácil atraerlos con personajes que se muevan en una órbita más intelectual o comprometida. Sin embargo, las Jornadas Mundiales de la Juventud que organiza la Iglesia Católica y que este año se celebran en Lisboa, sí son capaces de concentrar a millones de jóvenes alrededor de los Papas que las vienen convocando desde 1984. Decía Albert Camus que “indudablemente, cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no podrá hacerlo, pero su tarea es quizás mucho mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga” .
¿Se está deshaciendo el mundo? El nuevo milenio, cuanto menos, está siendo inquietante: guerras y conflictos en casi todos los continentes, epidemias, sequías o dramáticas inundaciones y hasta trágicos movimientos migratorios en todo el planeta. No es que estemos ante un escenario apocalíptico, pero sí, al menos, en el que los líderes y las instituciones mundiales, se deban sentir concernidas y aportar soluciones inmediatas.
La JMJ es como una ráfaga de aire limpio y fresco que se está colando en este clima tan viciado de violencia e incomprensión que padece la humanidad. Los millones de jóvenes que desde 1984 se concentran en distintas capitales del mundo: Roma, Buenos Aires, Manila, Río Janeiro, Madrid etc. acuden atraídos por un sentido religioso y espiritual de la vida que para ellos los lidera Jesucristo, a quien hoy desde esta sociedad tan relativista y endiosada por su poder tecnológico y creador, quiere suplir y silenciar.
El Papa Francisco en el relevante discurso que pronunció en el encuentro con las autoridades, sociedad civil y cuerpo diplomático el miércoles 2 de Agosto en Belem dijo: “Sueño con una Europa, corazón de Occidente, que utilice su ingenio para apagar focos de guerra; una Europa que sepa reencontrar su alma joven…una Europa que incluya a los pueblos y a las personas con su propia cultura, sin perseguir teorías ni colonizaciones ideológicas”. Una apasionante tarea que incumbe hoy a todos los jóvenes de nuestro mundo más cercano que es Europa y a quienes debemos ayudar que acometan.
En el encuentro con los jóvenes universitarios les dirigió este esperanzador mensaje: “Amigos, permítanme decirles: busquen y arriesguen…estamos viviendo una tercera guerra mundial a pedacitos, pero abrazamos el riesgo de pensar que no estamos en una agonía, sino en un parto: no en el final, sino al comienzo de un gran espectáculo.” Esta multitud de jóvenes que al finalizar la 38 edición de esta Jornada Mundial de la Juventud de la Iglesia Católica regresen a sus hogares, lugares de trabajo o universidades deben encontrar en la sociedad a la que pertenecen, el impulso para “buscar y arriesgar” en su pequeño mundo, el comienzo del gran espectáculo que acaban de vivir en Lisboa.