
«Tampoco tardó mucho la presidente del Congreso, Francina Armengol (“¡Manda h…os!” que lo sea) para dar comienzo al trámite parlamentario»
Deshojadas las dos margaritas que hacían falta, en esta ocasión, para la designación por el Rey del candidato a la investidura como presidente del gobierno –otra cosa es que lo consiga en primera o segunda votación–, fue rápido el Monarca en tomar su decisión. La primera, se deshojó por la mañana del martes, cuando el apolíneo –acepción tercera del DRAE– representante de VOX, Santiago Abascal, anunció el desbloqueo de los 33 diputados de su grupo, para apoyar al candidato del Partido Popular, Alberto Núñez Feijoo. La segunda, la margarita real, dejó su hoja final a las pocas horas de la última entrevista que mantuvo Su Majestad, entre lunes y martes, con los distintos representantes de los grupos parlamentarios de esta, de momento, nueva legislatura. Ya veremos si trasciende o no en “legiCTADURA”. Lo primero permitió al ganador de las elecciones presentar ciento setenta y dos apoyos ante Felipe VI –PP, VOX, CC y UPN–, frente a los ciento cincuenta y tres del subcampeón electoral, el resiliente Pedro Antonio –PSOE, SUMAR y BNG (el único los cinco enemigos de España que había manifestado ya su apoyo)–, cuya designación exigía un acto de fe del Monarca, aceptando lo que el acreditado como primer mentiroso de España pudiera decirle en nombre de otros, que no accedieron a reunirse con el Rey. Al final, se impuso el sentido común y “la costumbre” que recogía, dos veces, el Comunicado de la Casa de Su Majestad: “…salvo en la Legislatura XI,… el candidato del grupo político que ha obtenido el mayor número de escaños ha sido el primero en ser propuesto por Su Majestad el Rey como candidato a la Presidencia del Gobierno. Esta práctica se ha ido convirtiendo con el paso de los años en una costumbre… no se ha constatado, a día de hoy, la existencia de una mayoría suficiente para la investidura que, en su caso, hiciera decaer esta costumbre”. Muy bien puntualizado por cierto, lo de costumbre, porque no es una norma.
Tampoco tardó mucho la presidente¹ del Congreso, Francina Armengol (“¡Manda h…os!” que lo sea) para dar comienzo al trámite parlamentario y comunicar las fechas del citado debate de investidura, que fija para los días 26 y 27 de septiembre. Unas fechas que eliminan el fantasma de una posible repetición de elecciones el día de Nochebuena y que la llevarían, en todo caso, a principios de 2024 y que, de paso, permitirán a su jefe completar el semestre de presidencia europea. Porque como, uno, en política, ya no piensa bien ni con esfuerzo, aunque Armengol ha dicho que “lo ha acordado con Feijoo”, no estoy seguro de que fueran esas las fechas que éste deseaba. Es cierto que Feijoo, en su rueda de prensa tras salir de la Zarzuela –creo que ya conocía su posterior designación– manifestó que le parecía precipitado la semana que viene, porque sólo le dejaría un par de días para negociar con los partidos, cuyos grupos parlamentarios no se constituyen hasta el viernes de esta semana. Pero no lo es menos que, aparte de lo dicho, también al presimiente PinócHEZ le interesaba evitar las prisas para terminar de vestir ese “alivio penal” con el que quiere disfrazar la amnistía y autodeterminación que le exigen, al menos, sus dos potenciales socios catalanes, ERC y Junt´s por Cataluña, el más indispensable para él, actualmente. Así que, aprovechando que “el Pisuerga pasa por Valladolid”, si Feijoo pedía un poco más de plazo, 35 días, «un tiempo prudencial para realizar las negociaciones oportunas con los partidos”, ha dicho la balear… y para todo lo demás, que debió pensar, porque, ”¿En la presidente del Congreso, quién manda? ¿Eh…? ¿Quién manda? Pues ya está…”. Algo parecido a aquello que, incluso los más distantes de la información política, escucharían en aquella entrevista, en Radio Nacional –me sorprende que todavía se llame así–, en la que un periodista fiel le preguntaba al doctor Plagio cum Fraude algo relacionado con la Fiscalía y que respondió (a la gallega), con otra pregunta: “¿La Fiscalía de quién depende? ¿Eh…? ¿De quién depende?”. El atribulado entrevistador le respondió susurrante, en un tono casi imperceptible: “Del gobierno” y el chulo de la Moncloa apostilló: “Pues ya está”. Algo, por cierto, que no responde a la verdad porque si bien el Artículo 124.4 de la C. E. dice que “El Fiscal General del Estado será nombrado por el Rey, a propuesta del Gobierno, oído el Consejo General del Poder Judicial”, no quiere decir que dependa del gobierno de turno, salvo que se designe para el cargo a su recién salida ministra de Justicia, como hizo este autócrata y asaltante de las Instituciones del Estado cuando nombró como tal a Dolores Delgado (“de Garzón”, “la que bebe de mi copa” , como parece que se refería a ella en una de las grabaciones del comisario Villarejo). Una señora que fue la antítesis de lo que, previamente al anterior, recoge el punto 1 del citado Artículo 124: “El Ministerio Fiscal… tiene por misión promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la ley, de oficio o a petición de los interesados, así como velar por la independencia de los Tribunales y procurar ante estos la satisfacción del interés social”.
Volviendo a la sensata decisión del Rey, creo que decidió lo que cualquier español de bien, en su sano juicio, decidiría ante dos candidatos tan dispares como Alberto Núñez Feijoo y Pedro Sánchez. El primero, ganador de las elecciones que dice que su objetivo es “Pensar más en gobernar que en sobrevivir” y que “ponerme a disposición del Jefe del Estado, es cumplir con mi deber”. Que, además lo argumenta así: “Mi distancia para un gobierno estaría a tan sólo cuatro diputados de la mayoría absoluta. El partido socialista, después de perder, está a la distancia de una amnistía, de un referéndum de independencia y de oficializar la desigualdad entre los españoles”. El segundo, por su parte, esgrime lo siguiente: “Es evidente que nosotros tenemos un techo mucho más alto del que pueda manifestar el Sr. Feijoo. Y, por cierto, esto no es por capricho, es así como está decidido en la C. E” –interpretación libre, añado–. Y no contento con lo anterior, se explaya: “Si el Sr. Feijoo, después del 23 de julio, después del 17 de agosto, quiere, por tercera vez, darse de bruces con una realidad emanada de la voluntad popular, con su voto, está en su derecho” –a lo que también añado, gracias a una ley electoral que premia a los separatistas, porque los más de 11’3 MM de votos que apoyan al PP superan los 10’9 MM del PSOE, SUMAR y BNG, con los que de momento cuenta–. Pero todavía riza más el rizo el aspirante a jefe del estado totalitario: “Y, por tanto, tenemos que continuar en esa senda de trabajar por la convivencia y ahí va a estar el partido socialista y, lógicamente yo, si tengo la fortuna y el honor de continuar cuatro años más como presidente del gobierno. En fin, no me corresponde a mí decir qué es o no constitucional. Afortunadamente, tenemos al TC para dirimir todas esas cuestiones y otras”.
Es como si echara balones fuera de su responsabilidad, no sería la primera vez ni será la última, y quisiera decir: “De la amnistía, preguntadle a Conde Pumpido, al que coloqué yo en el TC” –y a Juan Carlos Campo, que sustituyó en el Ministerio de justicia a la fiscal general antes citada, añado de nuevo–. Y finalizara su frase añadiendo, “Porque ¿El Tribunal Constitucional de quién depende? ¿Eh…? ¿De quién depende? Pues ya está”. En definitiva, su dependiente en el Congreso da tiempo, también, para vestirle el muñeco de la amnistía y autodeterminación al fugado en Waterloo, Carlos Picodelmonte, que es lo que no terminan de encajar todavía, y a otra cosa.
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(¹). Por si lo de “presidente” suena raro: «El lenguaje inclusivo y su aberración…»