Progresismo sangriento. Por Antonio E.

Progresismo sangriento

«Que hoy día estos sectarios nos hablen de progresismo, dice mucho y mal de ellos, y poco y peor de esta sociedad aborregada y sumisa»

Si hay un partido político que ha manoseado hasta la saciedad el uso y abuso de la palabra “progreso o progresismo”, ese ha sido el PSOE de Pedro Sánchez. “Dime que presumes y te diré de lo que careces” dice el refranero popular, y a fe que este grupo de sectarios y reaccionarios son los menos indicado para alardear de lo que tanto adolecen. Autodefinirse lo que sea no implica necesariamente que se sea lo que uno dice ser. Pero vayamos a los orígenes. 

El partido que fundó Pablo Iglesias Posse, no obtuvo representación hasta más de 30 años después de su fundación, de lo cual se deduce que mucho predicamento no tendría. Confieso que no soy “exegeta” de Don Pablo, ni ganas tengo, pero lo que sí vengo observando desde hace tiempo, más bien leyendo, es la neblina, cuasi humareda, que interesadamente vierten sus partidarios sobre su figura.  

El partido “progresista” nunca habla del inicio como parlamentario de su antecesor, no sabemos si por vergüenza o por un cierto pudor ante la incontestable verdad de lo que fue tan cuestionable personaje. Vayamos a la esencia y pasemos de lo ornamental e innecesario, dejando lo superfluo a sus partidarios. 

Nunca oirán decir a un socialista que su máxima figura llegó a amenazar de muerte a Don Antonio Maura en sede parlamentaria, lo hizo con esta frase el día 7 de julio de 1910: “Los elementos proletarios (…) Hemos llegado al extremo de considerar que antes que Su Señoría suba de nuevo al poder, debemos llegar al atentado personal”. El presidente de la Cámara, el liberal conde de Romanones instó al diputado socialista a retirar su amenaza. El presidente del Consejo de ministros Don José Canalejas y Méndez quiso zanjar el asunto dirigiéndose a Iglesias Posse diciéndole “Yo busco la concordia”. Dos años después caía asesinado por un pistolero catalán, estando presidiendo el consejo de ministros del gobierno de España. Puedo imaginar e imagino, que la supuesta superioridad moral de la que tanto presume la extrema izquierda socialista nació en ese preciso momento. 

El día 15 de julio desde el órgano socialista se burlaron de las amenazas e incluso llegaron a justificarlas. El día 22 de julio se materializó el atentado, saliendo indemne pero herido por varios disparos el político liberal. El día 29 del mismo mes, el líder socialista se negó a condenar el atentado. Días después el mismo órgano justificó el atentado contra Maura arguyendo que éste se produjo “por sus orientaciones reaccionarias”. Las primeras gotas de la esencia social progresista empezaron a impregnar el alma socialista, exactamente igual que el orín de una hiena marcando su territorio de caza. 

Años después, con la revolución rusa consumada, el corolario de asesinatos in crescendo en la ahora nueva y flamante URSS, y ante la ceguera sectaria de la izquierda española y europea, el jefe socialista pasó del ¡Viva Rusia!, a la afinidad total con el comunismo, y su fabulosa idea de la lucha de clases como único método válido para mantener desunido al por entonces pueblo español. El progresismo empezaba a llevar una estrella roja de cinco puntas, justo al lado del puño y la rosa.  

A Iglesias Posse le sucedió Francisco Largo Caballero, de infausto y triste recuerdo, el atinadamente llamado Lenin español. De tal maestro tal aprendiz, Largo Caballero hablaba en nombre del pueblo, sin dejar rastro de su paso por las urnas. De ellas llegó a decir que las elecciones eran una artimaña burguesa para mantenerse eternamente en el poder, seguro que Sánchez no estaría de acuerdo con la opinión de su predecesor. Hoy día el método ha cambiado, el socialismo revolucionario dio paso al socialismo científico, y éste al zafio y chabacano, más caro pero efectivo. 

La ficha “democrática” de Largo Caballero incluye la dirección de la revolución de 1934 contra la República, la misma que tanto idolatran aquellos que ni siquiera se han leído su propia historia, tal vez porque si la leyeran se ahorcarían a la entrada de una de sus mal llamadas “casas del pueblo”. Largo Caballero permitió las checas, lugares de esparcimiento y recreo para que los aguerridos y valerosos milicianos ensayasen las mil y una maneras de asesinar a civiles indefensos.  

A Largo Caballero nunca le gustó ni la República ni la democracia, llegando a decir el 14 de enero del 36 que su obligación una vez llegada al poder, sería traer el socialismo revolucionario. Aquél que pretende dictar la voluntad propia a sus conciudadanos es un dictador, rendir hoy día perruna pleitesía a este tipo de basura, dice muy poco del que lo hace, y mucho y mal del que trató de hacerlo en aquellos terribles años. Debemos creer y creemos que la superioridad moral de tan demócrata caballero, por aquél entonces ya estaba asentada. 

Qué decir del día 4 de julio del año 1934, fecha gloriosa en el congreso de los diputados, cuando en una riña política, Indalecio Prieto sacó la pistola de su cinto y encañonó al diputado de la CEDA Don Jaime Oriol. Y es que no hay nada más chusco y zarrapastroso, que ochenta y tantos años después algunos estúpidos y mezquinos periodistas, de izquierdas por supuesto, loen la figura de estos pseudopolíticos, de los que incluso Largo Caballero llegó a estar condenado a cadena perpetua por sus grandes logros en el golpe socialista de 1934. Y es que no hay que escarbar mucho para encontrar este tipo de “anécdotas” socialistas. La superioridad moral, si se tiene, se usa, no se inventa como viene haciendo históricamente el partido de Iglesias Posse. 

Asesinato de Calvo Sotelo

Estas líneas no estarían completas sin decir, escribir, el episodio del asesinato de Don José Calvo Sotelo, y los antecedentes en los que se produjo.  

Bajo la bota del gobierno del Frente Popular social comunista, apoyado por entonces por la misma ralea infame que hoy día hace lo mismo con el actual gobierno, es decir el PNV y la fascista ERC del glorioso Companys, se amenazó verbalmente por boca de la diputada Dolores Ibárruri diciendo estas palabras al por entonces jefe de la Oposición: “Has hablado por última vez”. Tal y como se ha hecho bajo el mandato de otra insigne sectaria, la tal Batet, se procedió al borrado de tales amenazas. Horas después el político español era sacado de su casa, ya de madrugada, y asesinado por la espalda al doblar la esquina de su casa. La camioneta de transporte de la Guardia de Asalto número 17 partió de presidencia del gobierno. Otra vez el progresismo patrio al servicio de los excelsos miembros del Frente Popular. Cabe deducir que la tan cacareada superioridad moral renació ese mismo día, aunque el parto fuese prematuro, el engendro ha sobrevivido hasta nuestros días. 

La Guerra Civil estallaría pocos días después, propiciada alentada y provocada por políticos miserables, cuyo recuerdo nos traen a diario con su sectarismo y mísera moral otros políticos tan miserables o más que aquellos, los mismos que se hacen llamar progresistas, los mismos que alardean de un pasado, el de su partido, los mismos que antes de acusar a los demás, deberían avergonzarse de sus orígenes. A no ser que su superioridad moral les haga ser más progresistas. 

La pasada noche del 23 de julio pasado, la misma noche, exactamente la misma noche, Pedro Sánchez se auto nombró ganador de las elecciones generales. Y lo hizo arropándose en los partidos que le habían apoyado en la anterior legislatura, vociferando que había ganado el progresismo, o sea los progresistas en los que se ha venido apoyando para gobernar. 

Al cobijo de esas palabras, las del propio Sánchez, paso a denominar lo que este sujeto entiende por progresismo. Progresismo es el tiro en la nuca que recibió Miguel Ángel Blanco, progresistas son los que le asesinaron, los mismos que hace unos días fueron en las listas de ETA, pues ETA es Bildu, mientras Otegui lo siga pregonando.  

Progresista es el PNV, aunque tamaña definición induzca a la carcajada. El partido más reaccionario y de derechas de Europa, parido por un botarate sectario y racista, de cuyas ideas, que sepamos, aún no han adjurado. 

Progresista es la ERC, en sus orígenes aprendiz aventajado del fascio de Benito Mussolini, de cuya formación copiaron hasta la indumentaria de los balillas, forma de desfilar, color de la indumentaria y otros asuntos tan chuscos como inenarrables. Después del pronunciamiento de Companys huyeron a Roma a refugiarse de la justicia española, exactamente lo mismo que el valiente y arrojado Puigdemont, fiel y genuino representante de la derecha más rancia y obtusa de la vieja y decrépita Europa. 

El golpismo catalán siempre tiende a desaparecer, cuando el asunto se les va de las manos. Hoy día se permiten el lujo de llamar fascistas a los demás, sabiendo que los únicos fascistas que ejercen como tales son ellos. 

Progresistas son los comunistas, arcaica ideología culpable de la muerte de más de 140 millones de personas. Ideología tras la que se escudan dictadores y sátrapas sudamericanos, doctrina infecta que ha visto en el narcotráfico su último descubrimiento para subvencionar su más que apolillada doctrina. 

Estos son tus apoyos, Sánchez, en esta plasta hedionda se basa el progresismo del que tanto hablas. De este mejunje hediondo sale la superioridad moral con la que alimentas tu alma. En este albañal de indignidad crece el mensaje que sin duda alguna firmaría el mismísimo Txapote 

Que hoy día estos sectarios nos hablen de progresismo, dice mucho y mal de ellos, y poco y peor de esta sociedad aborregada y sumisa que los soporta, tolera y aguanta. 

 

 

Antonio E.

“Lo valioso no es lo conseguido, lo verdaderamente importante es mantenerlo”. Nacido en Valladolid, diplomado en el noble arte de trabajar y doctorando en la disciplina más importante que existe: conseguir ser un buen español. Autor de varios libros, desde siempre me gustó leer la historia de mi país, aprenderla, estudiarla y compartirla. Su desconocimiento nos aboca, irremediablemente, a tropezar en las mismas piedras de siempre. Odio la doblez, la traición, el engaño y la cobardía, rasgos que abundan cada vez más en nuestra sociedad.

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