Dos terremotos, dos reyes, cuatro aniversarios y un despropósito más. Por Antonio de la Torre 

Dos terremotos, dos reyes, cuatro aniversarios y un despropósito más.

«Un despropósito más del perverso con el síndrome de La triada oscura: Narcisista, Maquiavélico y Psicópata, que si se recupera, vuelve para matar»

La semana pasada nos dejó el trágico terremoto físico de Marrakech y la semilla del que puede serlo, político, en nuestro país, y ésta vino cargada de aniversarios de hechos que condicionaron, o pudieron condicionar, el futuro de los escenarios donde se produjeron.

Dos terremotos en dos países vecinos, y dos monarcas que, espero, no sean comparables en su comportamiento ante el desastre que asola, en un caso, o puede asolar, en el otro, a sus respectivos territorios o ciudadanos. Del primero, Mohamed VI de Marruecos, ya hemos visto su reacción, tardó casi veinticuatro horas en decidirse a abandonar uno de sus viajes –juergas, dicen las malas lenguas– por París, donde se pierde con frecuencia. Del segundo, tenemos el antecedente de su gran comparecencia, el 3 de octubre de 2017, tras el primer acto de lo que ahora se está fraguando, que podría suponer la bajada del telón constitucional que se levantó en 1978. Quiero estar seguro de que, Felipe VI, en su doble papel de Jefe del Estado y Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, sabrá estar a la altura que una gran parte del pueblo español se merece. Nuestro Monarca se puede encontrar en las próximas semanas con un posible doble escenario.

El primero si, como parece hoy lo más probable, el ganador de las elecciones y candidato propuesto para intentar formar gobierno, Alberto Núñez Feijoo, no consiguiera los cuatro votos que le faltan para conseguir su investidura. En ese caso, de acuerdo con lo dispuesto en el Artículo 99.4 de la Constitución Española, tendría que enfrentarse a la disyuntiva de proponer como candidato al perdedor de las citadas elecciones, Pedro Antonio Narciso I el Mentiroso o a otro, que no tendría que ser necesariamente un político, ni siquiera diputado del Congreso. El Rey sabe perfectamente que aquel, para salir airoso de su intento de investidura, tendría que apoyarse necesariamente en un partido, entre otros, que no se avino a cumplir el Artículo 99.1 y acudir a la preceptiva ronda de contactos en el Palacio de la Zarzuela y que sólo tiene como objetivo la liquidación de nuestra Monarquía parlamentaria. 

El segundo escenario al que se podría enfrentar Felipe VI, sería en el caso de que el candidato propuesto tras el hipotético fracaso de Núñez Feijoo, fuera, a pesar de lo anterior, el tripulante del Falcon, Sánchez Pérez-Castejón, que, para conseguir su investidura tendría que haber llevado al Congreso –condición previa de Puigdemont para el apoyo de los diputados de Junts– una Ley de amnistía, que no cabe en la Constitución, rubricada por el Rey, que no creo que estuviera dispuesto a firmar pese a que se disfrazase de “Alivio penal”, y que me atrevo a afirmar que no hará. Todo ello envuelto en una serie de rumores que han circulado sobre las más que tensas relaciones entre Zarzuela y Moncloa, habiéndose llegado a publicar en las redes sociales que La Guardia Real habría expulsado recientemente a Sánchez y su comitiva de la Zarzuela, ante la –presunta– amenaza de éste al monarca de acabar con la monarquía e instaurar la Tercera República. Dicho lo cual, y habida cuenta de la tirantez creciente en el estamento militar, cada vez más distante también de la Moncloa, se dice, me parece que la repetición de elecciones sería el marco al que nos veríamos abocados como “regalo de Reyes” en la cuesta de enero de 2024, salvo que el Rey estuviera dispuesto –que no lo creo– a hacer lo que hizo su bisabuelo, Alfonso XIII, en 1923, el primero y más antiguo de los aniversarios que se han registrado en la semana que se fue.

Porque el pasado miércoles, 13 de enero, se cumplían cien años del comienzo de la Dictadura (con Rey) del capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera y Orbaneja , que adelantaba al final de mi artículo del pasado 6 de agosto

Aunque por circunstancias distintas, y sin monarquía reinante, un hecho similar se produjo hace cincuenta años en Chile, en este caso un 11 de septiembre, segundo de los aniversarios que nos ha dejado esta semana, el levantamiento del General Augusto Pinochet contra la política de izquierdas de Salvador Allende, que podía ser, como después, por desgracia, lo fue, modelo para otros países sudamericanos. Un levantamiento que contó con el apoyo de los EE. UU. que presidía por entonces Richard Nixon, cuyo Secretario de Estado de Exterior, Henry Kissinger, le decía que A mi juicio, los peligros de no hacer nada son mayores que los riesgos a los que nos enfrentamos al intentar hacer algo«, que recomendaba oponerse «con contundencia a Allende, tanto como podamos y hacer todo lo que podamos para evitar que consolide su poder« . Y medio siglo después la intervención militar de Pinochet parece que sigue dividiendo la opinión pública en Chile con más de un tercio de su población que cree que el derrocamiento del socialista estuvo justificado y que fue bueno para el país que, poco después. empezó a ser el país puntero de Sudamérica.

Otro aniversario importante que se ha rememorado esta semana, el vigésimo segundo –22, aclaro para víctimas de la LOGSE– también corresponde a un hecho producido un 11 de septiembre. En este caso fue el atentado perpetrado en 2001 mediante el impacto de dos reactores contra las Torres Gemelas de Nueva York, uno en El Pentágono y otro en una ciudad del estado de Pensilvania, que dejaron más de tres mil muertos y centenares de heridos, aparte de casi subvertir del todo el orden mundial, aunque no estoy muy seguro de si no tuvo que ver en ello lo que hoy llamamos Nuevo Orden Mundial, pero no me quiero meter en un jardín que requeriría una “labor” que excede el alcance de este artículo, pero dicho queda.

Cierro el capítulo de aniversarios con otro centenario de menos relevancia general, quizás, pero de gran importancia para los que, como yo, somos de, o hemos pasado buena parte de nuestra vida en Córdoba y paseado por ese lugar cientos o miles de veces. Se trata de los cien años de existencia de la conocida Plaza de las Tendillas –durante varias décadas llamada de José Antonio, centro de la capital, conocida así por las numerosas pequeñas tiendas que en ella existían, y de la estatua del Gran Capitán, que también ese año de 1923 realizara el escultor cordobés Mateo Inurria, aunque no llegó a la plaza hasta cuatro años después, en 1927. 

Y termino con el despropósito esperpéntico que no puede faltar en nuestro día a día desde hace no pocos años, pero especialmente frecuente en los últimos cinco, en los que se ha hecho desgraciadamente protagonista. Después de la pretendida tergiversación del resultado electoral por parte del perdedor; de la reunión en Bruselas de una vicepresidente del gobierno español en funciones con un prófugo de la Justicia española; de las numerosas declaraciones de veteranos ex altos cargos socialistas en contra del actual secretario general del PSOE, que romperían los esquemas de los más pacíficos militantes y fieles seguidores; de escuchar cómo «Hay altos cargos del Gobierno acusando a Felipe González de ser un aliado de Vox«, de escuchar a Alfonso Guerra hablar del sistema del salchichón que luego amplió a “del chorizo viniendo de quien lo hace«, etc., etc., le doy la medalla de hojalata del despropósito de esta semana a mi tan “querida” como “admirada” ministra de Hacienda, Marisú Montero, esta vez más portacoz que nunca de la secta en la que se ha terminado de convertir el nunca bueno Partido Socialista Obrero Español. Escasas horas después de querer de mostrar la tolerancia de su partido ante las numerosas críticas producidas tras su acercamiento a golpistas, amigos de terroristas, malversadores, violadores, etc., parafraseando al citado Alfonso Guerra, uno de los más críticos, con eso de En este PSOE, el que se mueve SÍ sale en la foto, nos enteramos de que ese partido tan “transparente, demócrata y progresista”, expulsa de sus filas a Nicolás Redondo Terreros, todo un histórico del PSOE de la transición, hijo del más histórico líder de la UGT, Nicolás Redondo Urbieta. Precisamente lo contrario del error que he repetido muchas veces que cometió la gestora del PSOE que presidía el asturiano Javier Fernández en 2016, cuando no expulsaron definitivamente del partido al manipulador de urnas tras la cortina y se limitaron a echarlo de la ejecutiva. Algo que nunca se puede hacer, dejar herido a un perverso enfermo mental con el síndrome de “La triada oscura”: Narcisista, Maquiavélico y Psicópata, porque si se recupera, vuelve para matar. Y este personaje volvió con el síndrome añadido de su convencimiento de ser la reencarnación de Luis XIV, el Rey Sol: “L’état cést moi”. Nada de “mío” (“mien” en francés), como he oído en traducir esa frase por algún periodista poco ducho en la lengua de Voltaire, que va de suyo, sino “YO”, que implica la propiedad en su ser. 

En fin, a una semana de la acertada convocatoria a manifestarse en contra de la pretendida amnistía que este personaje quiere sacar adelante, que el líder del Partido Popular ha programado para el próximo día 24 termino recordando lo que hace unos días le decía José M.ª Aznar a Carlos Herrera: Sánchez no es el rehén de los separatistas, es cómplice de ellos, y por eso hay que estar en la Plaza de Felipe II el próximo domingo. Otra cosa son las preguntas que el conocido comentarista de las mañanas no le hizo al expresidente del gobierno que, como tantos de nuestros políticos, parece que hubiera aterrizado desde Marte y que no tuviera nada que ver con el desarrollo de lo que nos ha traído hasta aquí, pero ese es otro tema que no toca ahora y que ya he tratado algunas veces.

 

 

 

Antonio de la Torre

Aficionado a la política, decepcionado con mi corta experiencia en ese mundo, y preocupado con la situación de "España, S. A.". Modesto tertuliano y articulista de opinión. Comparto inquietudes y propuestas, tratando de ayudar a crear opinión para mejorar el pervertido sistema político que nos ningunea.

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