El riesgo es que, tras prescindir de los acentos, perdamos el privilegio de que el castellano se escribe como se habla.
La necesidad de los acentos. Por Amando de Miguel

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El riesgo es que, tras prescindir de los acentos, perdamos el privilegio de que el castellano se escribe como se habla.
Me interesa el lenguaje como expresión de los usos sociales. Es más, siento curiosidad por registrar los desvíos de los lenguaraces.
En la indefinida clase media trabajadora es donde cristalizan las apetencias por los sucedáneos, las imitaciones.
La queja razonada respecto a las nuevas tertulias de la radio o de la tele va por el lado de una notable pérdida de la expresividad del lenguaje.
El apotegma de Ortega y Gasset tiene sentido: “yo soy yo y mi circunstancia”. Lo que primero nos rodea son los congéneres.
Leer un texto permite una figuración muy útil; es como revivir una conversación con el autor, que no se halla presente.
La realidad es que nos sobran palabras. La prueba es que empleamos más voces de las necesarias. Después de todo, el vocabulario es gratis.
El lenguaje es una moda y la abundancia de prefijos exóticos en el discurso concede al emisor una suerte de aura de persona ilustrada.