
No es fácil encontrar en ese marasmo de nuevos libros y publicaciones «on.line», que desborda en la entropía al posible lector, un ejercicio íntimo como el que propone Juan José Mardones en «Vivir la televisión«. Más bien, el autor nada a contracorriente de las modas y los usos sociales en boga: aquí y ahora, salvo en la playa, no se «desnuda» nadie: Vivimos las apariencias como verdades y las verdades a medias como si fueran categorías de lo real. Y sin sueños confesables, así nos va.
Sorprende por ello Mardones, desde sus dos primeros capítulos, entrañables, en los que narra como una familia humilde, la suya, llega a Madrid para buscarse la vida y un futuro en esos «tiempos difíciles en los que lo importante era encontrar la forma de sobrevivir tras la catástrofe de la guerra»
A partir de aquí, las páginas del autor nos descubren como su vida queda ligada a la de RTVE, esa empresa tuétano de la historia contemporánea de España, en la que algunos privilegiados ciudadanos hemos desempeñado responsabilidades profesionales y que , en la actualidad está en pleno proceso de cambio, por la decisión de poderosos seres humanos, que decidieron en el gobierno Zapatero que su futuro público solo podría asumirse al borrar el pasado y adjurar de su historia. Hubo incluso un político que afirmó en público que la solución para TVE pasaba por su voladura controlada. Qué poca cultura y cuanto sectarismo pijo de pensamiento único.
Leo la narración en casa de un gran realizador al que los críticos oficiales habrán olvidado para desgracia de la cultura audiovisual. Se llama José Manuel Falcet y gracias al ERE ha conseguido su «casa de los maquis» en las playas del Atlántico. Hablamos, arropados de manzanilla, hasta las tantas, de la soledad del ser humano y los prejuicios, y cuando le digo que me retiro, que voy a continuar la lectura, que me voy con Juan José Mardones, intuyo un celo profesional que todavía le asoma a flor de piel. El autor, también en diferentes épocas de su larga trayectoria profesional ha sido realizador de TVE, y gracias a ello, como muy pocos en la actual bibliografía, refleja en sus páginas la realidad profesional de la relación entre realizadores y redactores. Falcet y yo nos reímos, sufrimos y también nos cabreamos. Hemos caminado mucho juntos, largas reflexiones sobre el oficio en el rodaje y en el montaje. Y por eso, las últimas líneas de “Vivir la televisión” me producen una gran tristeza: Mardones cuenta que en el último reportaje, y después de tantos años de oficio, tiene que pelear, plano a plano, la realización con la «plumilla» Rosa Artal, paradojas de la vida, su vieja amiga.
Se que le cuesta pero Juan José Mardones acaba cediendo a la responsabilidad ética y, decide en su libro “tomar partido”. Y por eso, para los que hemos conocido “La casa” por dentro, sus páginas que cuentan la relación con poderosos jefes como Pedro Erquicia, no tienen desperdicio.
Y es que sorprende el ejercicio de responsabilidad, social, profesional e individual, que Mardones realiza desde joven, cuando se convierte en el realizador del Centro Territorial del País Vasco, cargo que le conlleva asumir la dirección en diferentes ocasiones. Como los grandes periodistas, Juan José Mardones calla informaciones que el lector intuye sabrosas. Lástima. ¿Cómo era el talante profesional de Juan Luis Cebrián cuando era Jefe de Informativos de TVE y le llamó para saber con qué fuentes contaba una noticia recién emitida?
Mucha “intra-historia” y de calidad que ha decidido contar uno de los compañeros más callados en ese vocerío que era la redacción de TVE. Recuerdo en su honor una frase del químico y Premio Nobel Prigogine Ilya: “Al redescubrir el tiempo asumimos una responsabilidad ética. Cuando menos, somos capaces de hacer que el peso de nuestra historia no nos resulte una carga inexorable.
Mi querido Manuel Artero, tú por aquí. Me alegra verte.
Yo, como tú, leí con avidez el libro de Juanjo, pasando por diversos estados de ánimo que no voy a describir porque -tras profunda reflexión- pensé que pesaban más en mi corazón los 35 años de amistad que me unen a él, que el contenido de su libro del que difiero casi absolutamente. La razón fundamental es que las cosas a veces no son como uno las ve y leer, sin profundizar, puede inducir a creer que sí. Pero ni con él, ni contigo quiero entrar en una crítica más a fondo.
Te refieres, sin embargo, a las últimas páginas donde habla de desavenencias conmigo. Por esta vez, apenas sugerí plano alguno.Había otras razones, pero las he entendido porque, practicamente lo único con lo que estoy de acuerdo con el libro, es en cómo refleja con cierta emoción lo duro que fue dejar la que fue para todos nosotros nuestra casa. He tratado de asimilar que fue su tristeza lo que motivó su actitud y su distorción de la realidad. Por pura casualidad, hoy mismo, he escrito algo sobre el tema en mi blog. Es ésta:
http://rosamariaartal.wordpress.com/2009/06/29/el-golpe-de-estado-tecnicamente/
De cualquier modo, estas diatribas sólo reflejan el enorme interés que poníamos todos en nuestro trabajo, tan infravalorado por RTVE que prescindió de nosotros. Es hora de pasar página.
Querida Rosa, gracias por tus palabras, que suenan con el rigor metalúrgico del martillo pilón cuando dices «Es hora de pasar página». Yo desde luego que la pasé hace ya diez meses, pero me acuerdo que mi último reportaje, no me dejó el amargo sinsabor que veo ahora os dejó el vuestro.
Y como cuento en mi reseña, cuando llegué a las últimas páginas de Mardones me entristeció la narración. A los dos os conocí cuando yo llegué a «Informe Semanal». Tú fumabas en la boquilla de la pantera rosa y tus piernas eran todavía más largas y atractivas que aquellas jornadas agotadoras pero excitantes. El era un jefe dialogante. Por eso me entristecí, y hoy, hace cinco minutos, al leer tu blog paso de la tristeza al desasosiego. Que difícil situación. Empiezo a comprender ahora la profundidad del embrollo, razón oscura y suficiente para que mis neuronas hayan reaccionado como lo han hecho en ese primer momento en que leí a Mardones y mis recuerdos profesionales emergieron al ritmo de su historia. Fueron unos años magníficos.
Eso es lo que tiene que quedar para todos nosotros, que fueron unos magníficos años. Casi tanto que son los que disfrutamos y, algo menos, que los venideros. Pero es verdad que «aquello», que te echen, es un trago difícil de asimilar y luego, como las enfermedades según dicen, «sale» por cualquier parte.
«Vivimos las apariencias como verdades y las verdades a medias como si fueran categorías de lo real. Y sin sueños confesables, así nos va»…Efectivamente, así nos va, leo que la Casa Real va a reducir al mínimo la compra de diarios en el veraneo de Marivent…y luego dicen que el pescado es caro…Nuca sobran periodistas, lo que falta es vergüenza.
Por ahora BartoloméC no nos debemos preocupar: los niños seguirán merendendando, en las terrazas o en cubierta, sus bocadillos de salchichón Lo que esto año no podrán los cocineros de Palacio es envolver los curruscos con las páginas de «nacional».
Y creo que tienes razón: nunca sobran periódistas. Lo que sobra es la legión de palmeros que no sabe acompañar más que los ritmos que les marcan desde «la dirección de personal».
¿Te pasaste por Madrid?
Querido Manuel:
No repetiré mi opinión sobre la selva de los blogs en particular y de la WEB en general. Creo que el futuro inmediato se encargará de poner orden en todo ello; algo así como el «good bye to all that» de Robert GRAVES (título copiado después hasta la náusea).
Te respondo esencialmente por una simpática coincidencia: tu encantadora hija (su imagen) es protagonista «diacrónica» hoy en la RED.
Un fuerte abrazo,
Fernando
Sr. Manuel
Con gusto he disfrutado éste día de la lectura del blog al que a lo mejor he sido invitado de la misma manera en que yo le he inmiscuido en las cosas deportivas de por áca.
De cualquier manera sepa usted que también soy un lector de esos que cuando descubren una veta magnifica no puede dejar de recorrer de manera voraz letra tras letra.
Tambien por Guadalajara tnemos una feria internacional del libro y curioso, como soy, me gusta internarme en los pasillos de las diferentes editoriales para descubrir alguna obra que llame mi atención.
Así que le pido me envie a manera de consejo tres titulos que sean para usted obras que usted recomendaría para todo buen lector.
Leonardo
Estimado Leonardo. ¿Qué tal va la liga? Le agradezco sus palabras y comparto sus palabras acerca de la lectura: A mi también me iluisona encontrar vetas de oro intelectual y trabajarlas, como dice usted, letra tras letra. Le doy tres títulos que yo disfruté plenamente:
– «Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero» de Álvaro Mutis. Editado aquí en España por la editorial Alfagura.
– «El Club Dumas» de Arturo Pérez Reverte.
– «Momento estelares de la humanidad» de Stephan Zweig.
Un cordial saludo.
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Como comienza mi curso de guión en internet » En cualquier historia hay tres historias. La tuya, la mía y la de verdad. Y las tres son verdad «. Decía un antecesor en una de las poltronas do también adormilose Mardones que la mitad de los periodistas no sabía escribir….y la otra mitad no sabía leer…así que no es extraño que Artal y el susodicho refrieguen. Los realizadores tenemos esa vena canalla, aquí presente, cauterizada en el infailingly polite Juan José.