La exclusiva periodística de El Mundo que dirige Pedro J. Ramirez publicada esta semana en tres capítulos atiza mis neuronas desde el lunes. E intuyo que habrá un antes y un después a partir del «negro sobre blanco», alimento de hemerotecas, porque compruebo que, en la calle se ha comenzado a oír un auténtico clamor por la reapertura del sumario del 11M: Desde todas las esquinas del estado, y hasta por las personas en principio mas intelectualmente alejadas de la supuestas conspiraciones paranoicas que durante los últimos años han mantenido miles de españoles.
Intuyo también que muchos periodistas, de nómina y sin oficio, y con «carnet en el cerebelo» no se habrán ni atrevido a comentar en la máquina del café, ese soplo de aire fresco que han supuesto las informaciones publicadas y que, sin duda, ayudarán al oficio del periodismo a recuperar el prestigio social que ha perdido merced a una cotidiana, y oficialmente laureada con grandes premios, práctica dictada en los gabinetes de prensa oficiales, la autocensura y la política corrección que asegura la habichuelas. Hablo claro está de la clase periodística que conozco, los fantasmas personales de nítidos rasgos faciales que hoy desempeñan responsabilidades en la escaletas o simplemente ejercen de juzgadores de la ética del oficio y la libertad de información. Y sí acaso han comentado, al mover el azucar en el café con leche, instintivamente han parafraseado inconscientemente la pregunta dictada por Félix de Azua para la historia: ¿Y tu, verdad oficial, o facha?. Y después de una sonrisa cómplice, el estribillo: -«ya vuelve la teoría de la conspiración».
Pero la duda razonable de que el único condenado por su autoría del atentado del 11M a más 40.000 años de prisión, el señor Jamal Zougan, pueda ser inocente o que, al menos haya sido condenado por testigos con cargos falsos, además de pavorosa, resulta creíble por humana.
La investigación periodística firmada por Casimiro García_Abadillo y Joaquín Manso aclara que los tres testigos de cargo de apodo galáctico, J-70, C-65 y R-10, de origen rumano, que con sus acusaciones han llevado al señor Zougan a una celda de castigo, pueden haber mentido por el muy humano triple clásico de las coartadas: el dinero, la recompensa de prebendas como la nacionalización española o el premio de un trabajo estable.
El vértigo a la teoría de la conspiración que, personalmente he tratado de evitar durante este tiempo se me ha vuelto a abrir en forma de periodismo, el oficio en el que tan solo los falsos olvidan que su práctica lleva implícita la investigación y contraste de los hechos.
Viví y sufrí el 11 M como padre y reportero. Los dos ejes de mi vida hasta aquella mañana del 11 M, cuando a las ocho y cuarto presencié la oleada humana de miles de personas huyendo de la muerte en Atocha. Nunca olvidaré que un señor sudoroso y cubierto de polvo blanco se acercó a la ventanilla de mi coche, miró dentro y me dijo: Váyase de aquí, la estación explota. Así que a renglón seguido, empecé a trabajar. Y como consecuencia de mi trabajo me convertí en un penoso daño colateral de la guerra política que algunos periodistas de la entonces TVE tenían declarada contra la dirección nombrada por el P.P y para la que habían convenido el no hacer prisioneros. Comienzo, por tanto a recordar hoy con la cara desgarradora de aquel anónimo superviviente, cuando lo más importante no es el P.S.O.E, ni Zapatero, Rubalcaba, Acebes o Aznar… Ni la teoría conspirativa de la responsabilidad de ETA en el atentado o la autoría de los yihadistas islámicos. Porque hoy lo importante es que mi viejo oficio del periodismo, que me ha dejado secuelas, y que tanto me cuesta olvidar por querido, ha vuelto a demostrar con tan solo tres exclusivas que la vieja frase que Joseph Roth escibió al genial Stefan Zweig, estaba equivocada: «Periodismo. Trabajo repugnante. Humillación» . Una frase histórica que centenares de falsos periodistas que, pagados y premiados por el poder político, nunca oyeron, obsesionado como todavía están con la nomenclatura de sus ideas.
Leo en el Corán: «Juro por la aurora, por la décima noche del mes, por los pares y los nones, que los impíos serán castigados y precipitados en las llamas, en las cuales no podrán morir». Está bien que este país pida justicia (lo merecemos), que ningún réprobo duerma tranquilo. Yo exijo que se juzgue a Fraga Iribarne. Que sean dos los malvados de excrencia peluda que mueran calentitos es sus camas no es de justicia («los haré quemar en un fuego eterno y renovaré su piel para que se quemen de nuevo»).