Me río esta mañana gracias al último envío desde Brasil de mi amigo, el gran Mariano: La pregonera consigue que todo su auditorio se centre en ella pero, si se fijan bien, en la foto verán que la plaza está llena de hombres. Ni una sola mujer que mire parra arriba.
Al ex Juez Garzón le pasa lo mismo esta semana en que ha anunciado su apoyo a un Frente Popular capaz de derrotar a la derecha. Después de haber sido expulsado de la carrera judicial por haber cometido el peor delito en el que puede caer una Señoría con puñetas, el de la prevaricación, enseña en la plaza abarrotada de izquierdas sus verdaderos atributos de político estrella. Lo curioso es que el PSOE le compre el gesto cuando no hace mucho le estrelló y con él también se estrelló.
Es como el baile de las caderas que la pregonera de la foto va a iniciar después de la instantánea que refleja el comienzo de su estriptís. Así anda la izquierda despojada de los abalorios de todos nosotros, por históricos e importantes que sean, como el propio concepto de España o la necesidad de una Universidad comprometida con la cultura y la investigación y no una única por copiosa que sea, ración de ideología rancia.
Porque en esa vía muerta de las emociones a flor de piel que quieren vender, en esa fiesta de los sentidos de la izquierda, quizás olvidan los rigores que las resacas suman a la mañana de después. Quizás y solo quizás no han caído en el tenebroso mundo de las bajas pasiones, de los celos y las envidias que van a desatar con sus amistades peligrosas y sobre todo con esa prostitución encubierta de amoríos pagados con la subvenciones que ya no hay.