Tengo algunos amigos canarios que ya se han enfundado la camiseta reivindicativa. Y puedo entender a los surferos enamorados del océano Atlántico limpio de olas perfectas. Puedo entender a los empresarios que viven del Turismo y a las madres que lucharán siempre por dejar un futuro prometedor, o al menos habitable, para su hijos, pero se me escapan, estoy seguro, los datos importantes de la enrevesada situación que a partir de hoy se crea en la sociedad y política canaria con el tema de las prospecciones petrolíferas.
Tengo claro que hay un enfrentamiento político y, lo que es peor, enfrentamiento, de líderes políticos. Están por un lado los intereses electorales de Coalición Canaria todavía en alianza con el PSOE canario y en la misma cara de la moneda la antipatía que debe rayar en lo personal entre el Ministro canario Soria y el Presidente insular Rivero que, me hace gracia, ya se ha reunido con Greenpeace.
Es el lastimoso poderío político que prima sobre los intereses de los ciudadanos, que sin una meditada reflexión han decidido a las primeras de cambio, enarbolar una de las dos banderas: Petróleo si o petróleo no. Ecologismo o muerte.
Y mientras, el Rey de Marruecos se frota las manos, seguro, porque además de soñar con todo el petróleo para él, en caso de que lo haya, también imagina, con la situación, unas aguas internacionales como propias, en ese concreto punto del mapa mundi en el que las fronteras están por delimitar y respetar. No creo que haya un canario de mas de cincuenta años, por ejemplo, que no recuerde el banco de pesca sahariano, cerquita de Fuerteventura, muy próximo a los lugares marcados por la multinacional petrolera REPSOL.
¿Y si nuestro Gobierno ha autorizado en Consejo de Ministros las prospecciones, puede retirarse con las orejas gachas por la oposición política? ¿A qué jugamos? De momento no nos dicen si es la multinacional española la designada también por Marruecos para localizar el oro negro, pero mientras garabateo estas líneas las acciones de REPSOL están de pelotazo.
¿Arreglaremos las jurisdicciones fronterizas algún día en las aguas internacionales de las siete islas canarias?. Menos mal que nos queda la octava San Borondón, en la que además de riquezas espirituales infinitas, se esconde un auténtico tesoro de sensatez.