Me sorprenden las imágenes de la marcha minera a Madrid a las que cada uno cuelga el lema que quiere. Algunos los comparto como el de la ilustración, otros sencillamente me entristecen porque muestran a las claras, que desde ayer, los españoles nos hemos sentado sobre el peligroso barril del fuego griego. Recuérdenlo, el arma mas misteriosa y peligrosa en el siglo VI, a la que era imposible apagar una vez lanzada y que prendía hasta debajo del agua.
Por un lado queda claro que el Gobierno de Rajoy, apoyado por la oposición del PSOE, no va reducir la estructura del Estado de las Autonomías, heredada de la transición, e ideada como remedio integrador para contentar el egoísmo nacionalista. Una solución coyuntural pero consensuada en la Constitución, que cuarenta años después se muestra a las claras como el principal indicador de que los españoles hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y, ahora, nos azota con sus consecuencias y la auténtica situación de ruina que padecemos. Ahí están los millones de euros que nunca recibieron los mineros que les administraban sus políticos, sindicatos y empresarios. Ahí están las televisiones autonómicas, las visas oro, los coches oficiales, los enchufados con carnet, las empresas públicas, las derivas de las inversiones no productivas, las Cajas de ahorro, los aeropuertos inservibles, la excesiva clase política que soportamos y las subvenciones y los créditos blandos que han servido hasta para inflar la burbuja inmobiliaria.
Por el otro, intuyo que esa representación de los cuatro mil mineros que trabajan en España y que ha marchado a Madrid es el embrión de una nueva y larga huelga general que ya preparan los sindicatos y animará a toda la izquierda en contra del Gobierno de Rajoy y su «injusticia social de derechas, empeñada en favorecer a los ricos para perjudicar a los pobres». ¿Qué le queda por ejemplo al ideólgo Cayo Lara después de su discurso de ayer , en el que en esencia reclamó más déficit para contratar mas funcionarios y así,a la manera de Krugman, aliviar el paro y activar la economía? En una de sus últimas frases en las que acusó a Rajoy de verter gasolina en las calles, está la clave. Le queda la calle y el fuego griego.
El economista norteamericano iluminó a los socialistas de Zapatero en su deriva del gasto pero ahora ni esa izquierda de Gobierno y mucho menos los sindicatos, quieren entender que la primera receta de Krugman para solucionar la economía española es la de la devaluación interna, es decir reducir un veinte por ciento los salarios. Una paradoja que quizás recuerden cuando hayan prendido un fuego imposible de apagar.