De la estafa de los dos últimos gobiernos catalanes

Me desayuno hoy con los cinco mil millones de euros que pide el Gobierno catatán de Artur Mas. Y quedo ahíto de colesterol subvencionado. Me prometo a mi mismo que no vuelvo a desayunar tanta estafa económica. No se trata ya de la embajada catalana en New York, que por cierto es inútil profesionalmente, porque sus enchufados no han conseguido en los últimos tres años que los mercados financien a la autonomía que les paga y que tiene el grifo de los prestamos cerrados. Eso es el chocolate del loro. Se trata de pagar a los españoles astutos que depositaron su dinero en los bonos patrióticos. Y digo astutos porque han pillado un buen interés y ahora su capital lo costeamos todos. Qué diferencia con esos otros españoles que invirtieron en las preferentes y ahora ven como su capital ha menguado en más del cincuenta por ciento, de momento. Porque los proveedores tendrán que esperar, la Sanidad tendrá que esperar y la educación, no, la educación en Cataluña está relegada a esa «noble» tarea de hacer patria. Ya saben, la costosa inmersión y todo lo que conlleva de injusticia social.

Y es que ahora pagamos todos las camisas de seda y de marca de los del Tripartito, ¿Se acuerdan de Carod Rovira?, el gusto de los de Montilla por el diseño de vanguardia y ese afán ideológico, unilateral y propio de estafadores de conseguir un concierto económico especial, sin que todos lo consensuemos.