Poco le ha durado al presidente Rajoy la categoría de hombre de estado capaz o de reconocido líder político. El caso Bolinaga le ha destapado las ampollas en su propio partido, el partido Popular. Su gestión de la crisis económica, a la que él mismo confiesa ha dedicado su principal atención, sigue en el aire gracias a la burbuja de amamantados políticos, la casta, y amenaza estallarnos a todos encima de las cabezas porque él no ha querido pinchar a nada ni a nadie. Y no se puede ser amigo de todos.
Le queda a Rajoy pasar el desierto pedregoso que significará el otoño caliente que anuncia por ejemplo el boicot al acto que ayer se celebró para inaugurar el curso académico universitario 2012-2013 en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid. Qué lastima que los politicastros subvencionados no protesten por la excelencia en la enseñanza.
Los analistas políticos comienzan a destilar nombres capaces porque el de Rajoy ya es sinónimo de problema. Hablan de Pizarro, de Elorriaga. Dentro del PSOE solo cuenta el filtrador de la agencia Reuters en Europa. Poca cosa.
Y mientras, los problemas crecen, en Cataluña, en el País Vasco, en Andalucía, en nuestras cuentas domésticas y, sobre todo, en los bucles del sinsentido del mal rollo social abanicado entre otros por Alfonso Guerra, que campeará en las calles con el inminente otoño.