Siempre me gustó Almendralejo. No solo porque es una de las ciudades en las que mejor se desayuna en el mundo entero sino porque he trabajado allí por diferentes motivos, variopintos, vitales y hasta desgarradóramente humanos: Como el asesinato por la violencia machista, o la apuesta social al ruinoso negocio del fútbol que puede hasta forzar la ruina empresarial.
Inolvidable para mis recuerdos una fría mañana de un comienzo de año, el uno de Enero de unos dígitos de los que no quiero ni acordarme, en su cementerio. Rodaba con mis compañeros una secuencia para el programa Informe Semanal, de RTVE y Sergio, el «bichillo», sonidista y entrañable, como pocos, compañero de oficio y de la vida, al ver mi cara, me imagino que de vinagre arrecío, me dijo: «Así es el todo Manuel, alégrate, vivimos para morir y al morir vivimos en la memoria de nuestros seres queridos». Moriría pocos días después en esta vida pero nunca, como me aseguró, en mi memoria.
Y hoy que la peste de la información política y social llama a mi puerta esta mañana para recordarme las vergüenzas del Madrid Arena en Madrid, las desvergüenzas de los políticos del PP y de CIU en lo pactos que se avecinan para consumar la infamia en Cataluña, y hasta ese cinismo socialista que pretende enmascarar la historia reciente con arrepentimientos fatuos mi mirada se posa en esa capital de la tierra de Barros que es Almendralejo. Porque allí, sus vecinos demuestran esa capacidad innata de supervivencia que nuestro inconsciente desparrama en el cerebro en los momentos de máximo peligro.
Una de sus asociaciones vecinales, el Movimiento Páramo, acaba de lanzar una propuesta imaginativa para relanzar la economía local basada en una ya consolidada idea, la de incentivar el consumo local. No tiene desperdicio y le auguro un futuro prometedor.
Enhorabuena. Yo invierto ya en exproncedos.