Sintonizo esta mañana de Reyes «Sin complejos», el programa de radio que dirige Luis del Pino durante los fines de semana en Es Radio. Emite de nuevo la entrevista que realizó en el mes de Julio pasado a Fernando Arias Salgado, embajador español en Rabat durante el conflicto de Perejil, en el año 2002. Y en este comienzo de año en el que asistimos en España a un auténtico despliegue, en varios frentes, de deslealtad, egoísmo partidario y política de baja estofa. todavía me asombra la catadura de Zapatero, que como líder de la oposición en el Gobierno de Aznar, se dejó enredar por la diplomacia marroquí y causó un verdadero incidente diplomático que, en esencia, se resolvió por las armas con la decisión oficial de tomar militarmente el islote y retirar, por la fuerza, la bandera marroquí que había ondeado durante cinco días en la cima de Perejil. Pasarán a la historia de este pequeño problema de política internacional, tanto la bajeza institucional y cortedad de miras del que luego fue todo un presidente de España durante ocho años, como la literatura patriótica que lució el ministro Trillo para su comunicado oficial y las consiguientes burlas que paradójicamente le lanzaron desde las bancadas del propio PSOE y la izquierda caviar.
¿Acaso los sindicatos de Tele Madrid no se han convertido en una especie de Comité Revolucionario decidido a decretar la censura y el secuestro de la emisión de la televisión pública con la excusa de una huelga, porque son ellos los que tienen la razón? La misma razón me imagino que tenía Zapatero en el 2002 para se desleal con su propio país. La razón de su progre ideología.
¿Acaso los sindicatos del Metro de Madrid, no defienden unos muy concretos intereses pecuniarios y amparados en esa razón superior están perjudicando, por su grandiosa y respetable libertad, la grandiosa y respetable libertad de miles de usuarios del transporte público?
Y los separatistas vascos y catalanes ¿no tienen la misma razón de sus defendibles ideas, para su proclamada deslealtad al estado? Se trata sencillamente de una pequeña cuestión de hechos y acciones que, aunque impliquen sufrimientos, fractura social y hasta acciones militares, como la del 2002 en la isla de Perejil, en una o dos décadas pasarán a formar parte de la sensata disección en las páginas de la historia. De la historia de España, claro está.