Durante tres jornadas de trabajo, no hace mucho, dos operarios restauraron una puerta de buena madera de hace dos siglos en la calle Lope de Vega de Madrid, en el corazón del barro de las letras.
Me llamó la atención su cuidado en el pulido y las meticulosas capas de barniz que imprimieron. Pura artesanía de la que queda poca. Y justo la tarde en que acabaron su trabajo algún «artista» que pasaba por aquí pintarrajeó la puerta con un graffiti de firma que me imagino servirá para reforzar tanto el ego como la personalidad del ejecutor.
Aluciné. Como la tarde del 24 de Febrero en que después de una manifestación junto al Congreso, aparecieron pintadas llamando a la revolución en las fachadas de algunos de los edificios históricos. La de la foto pertenece al Convento de las Trinitarias. En la fachada de la Academia de la Historia, por cierto recientemente restaurada, también lucieron durante algunos días similares proclamas pulverizadas » al spray».
Una mas, pensé entonces. Una mas de las miles de manifestaciones que sufre el manifestedrómo en que se ha convertido la capital. Un democrático ejercicio y ocupación que el pasado año ya ha sido cuantificado por los economistas en pérdidas equivalentes a medio punto del P.I.B. de la Comunidad de Madrid.
Pero no. La del próximo 25 de Abril representa una auténtica cita revolucionaria que promueve no abandonar la convocatoria hasta que «no dimita el Gobierno, la disolución de las Cortes y la Jefatura del Estado y el inicio de un proceso de transición hacia un nuevo modelo de organización política, económica y social, liderado por el pueblo”-
Y me imagino que ante tanta pasión ideológica lo de menos son los muros manchados. Las puertas restauradas…
¡Quién nos ha visto y quién nos ve! Cuando admirábamos a la Baader-Meinhof e íbamos de visita a la primera sede abierta tras la guerra de la CNT…