Gracias a Luis del Pino y su colaboradora Nuria Richart que me invitan a una de las tertulias del programa Sin Complejos en Es Radio puedo estrechar la mano al joven Angel Carromero que aparece en los estudio de la radio al filo de las diez de la mañana. Estamos en la salita de los cafés aprovechando los minutos de las cuñas publicitarias que acompañan al boletín informativo.
En un instante, las miradas de la conversación se precipitan hacia los pies del joven porque uno de los contertulios no conoce que Ángel Carromero lleva una tobillera electrónica a modo de grillete las veinticuatro horas del día.
– «Así la Justicia sabe en tiempo real qué hago en mi vida, que sigo una vida normal » Dice Carromero.
– «Es el mejor sitio que tiene el CESID para colocarle un micrófono» Dice don Luis con esa ironía bien aliñada con sentido del humor que cultivan los ilustrados, y gracias a su frase nos reímos todos.
– «Pues como tenga usted razón, mi estimado don Luis, dice Ángel Carromero, van a alucinar, porque yo no me corto ni por teléfono y mis amigos con los que hablo, tampoco».
Nuria Richart, que conoce bien la realidad por el oficio del periodismo que cultiva con talento y un fino y sagaz espíritu crítico, aporta un dato que nos ofrece de sopetón a todos la imagen de la injusticia:
– » Pues lo curioso es que un gran porcentaje de los condenados por maltrato a la mujer, a los que la Justicia condena con una cadena igual que esta no la llevan, porque sencillamente no les encuentran o vaya usted a saber por qué»
Y un servidor, metepatas crónico, añade un comentario que quizás debería haber callado:
– «Pues a mi me recuerda a la última película de Tarantino, que recomiendo sin cortapisas». Se titula «Django sin cadenas». ¿La ha visto Ustedes?
Y menos mal que me dicen que no y todos cambian de tema. Gracias a ello Carromero que en el trato corto mira bien, de ley, nos cuenta que en cuanto pueda hace las maletas. Sin aspavientos, como tantos otros miles de españoles que en nuestra historia debieron emigrar y abandonar sus raíces a la búsqueda de una nueva vida.
Y me acuerdo de uno de los discos preferidos de mi historia «rockanrolera». Una maravilla de la «Marshall Tucker Band» con ese título precisamente «A new Life». Pero me callo y cuando nos despedimos le digo, sencillamente: Ángel es un honor haber estrechado tu mano.