Contra lo que es habitual en él, el presidente francés, François Hollande, no tardo ni 24 horas en reaccionar al cataclismo del Partido Socialista en las elecciones municipales del domingo, en las que la mayoría de Gobierno perdió 151 ciudades mientras el centro derecha ganaba 142 y la extrema derecha conquistaba once. Sin esperar siquiera a que acabara el recuento definitivo, el presidente más impopular de la V República decidió aceptar la dimisión de su primer ministro y amigo, Jean-Marc Ayrault, solo un poco menos quemado que él mismo, y encargó la formación del nuevo Gobierno a Manuel Valls titular de Interior. El presidente sabe bien que poner a Valls al frente del Gobierno irritará al a la izquierda del Partido Socialista, a los Verdes y a los aliados ocasionales del Frente de Izquierda, ya que el político barcelonés, hijo del pintor republicano Xavier Valls, representa al ala más conservadora del partido.