SI A UN CIUDADANO ANÓNIMO LE INMOVILIZAN IRREGULARMENTE EL COCHE Y LE RODEAN VARIOS AGENTES COMO SI FUERA UN PELIGRO PÚBLICO, TIENE DOS OPCIONES: O ACOJONARSE O, SI SABE LA LEY, MARCHARSE.
La certeza de que sea la identidad y nos los hechos el causante del revuelo ya desmonta, de entrada, una parte del excitado debate posterior, más emanado de la manía que suscita el personaje que de la naturaleza estricta de lo acontecido: si se prescinde de las circunstancias reales y se fabula con una versión paralela que incluye un atropello y una fuga (ambos son delitos, ninguno ocurrió o ahora estaría detenida y para que haya huida debe haber primero capacidad de retener, algo que no tienen los agentes en cuestión), se reconoce ya de entrada un afán persecutorio y se confía poco en la eficacia dañina de una argumentación reprobatoria más sensata: como lo que se pretende es ajustar cuentas con un personaje tan querido por los propios como detestado por los ajenos, se renuncia a la crítica justificada, de índole estrictamente política o ética.
Para algunos, será un mal ejemplo que deje el coche en un carril bus, siquiera un minuto. Para otros, será una prueba de la campechanía de una mujer que, habiéndolo sido todo, no tiene chófer ni coche oficial y hace las mismas cosas que hacemos todos. Si a un ciudadano anónimo le inmovilizan irregularmente y le rodean varios agentes como si fuera un peligro público, tiene dos opciones: o acojonarse o, si sabe la ley, marcharse. La repudian tanto porque ha logrado un resultado objetivo en la región que, ruidos y mantras aparte, se soporta en datos: en Madrid hay menos paro, menos deuda, más crecimiento económico y mejor rendimiento educativo que en ningún lugar de España, pese a que la tensión social, la respuesta sindical y el ruido político duplica al de la siguiente en la lista. No es el paraíso, pero la caricatura queda siempre derrotada por los hechos. Sólo unas imágenes de vídeo pueden contradecir lo que aquí se recoge. Mientras, es la palabra de una persona que a lo sumo cometió una infracción contra la de otras que no hicieron bien su trabajo, se excedieron en sus funciones y han contribuido a crear una imagen de delito que, simplemente, es mentira. Y que cada uno juzgue luego qué reprobación o indulgencia le merecen los hechos auténticos, sin adornos.
Periodista Digital