
Desde el año 1937, en plena guerra civil, los ediles españoles no habían politizado las Cabalgatas de Reyes como este año, el primer año de mandato de los llamados Ayuntamientos del Cambio, en los que gobiernan Podemos y sus franquicias regionales, Bildu, PSOE, IU, la CUP, ERC y Compromís .
Y la polémica lejos de amainar, atruena con decibelios de cabreo y estupor en las calles, los periódicos, los bares y en las redes sociales, una vez que ya todos hemos despedido la Navidad. Quedan para la hemeroteca las imágenes en Valencia de las Reinas Magas, el espectáculo carnavalero del Madrid de Carmena y, entre otras, la guinda en el Barrio Alto de Barcelona en el que un Melchor desde el balcón municipal arremetió contra los Borbones calificándolos de ladrones.
Y no se trata de un problema de los disfraces de los Reyes de Carmena o de una cuestión de actualizar las tradiciones como falsamente ha escrito la alcaldesa podemita, comunista y populista. Los españoles, en realidad, nos enfrentamos con la primera imposición, el primer eslabón de una concreta política diseñada en los rancios manuales revolucionarios en los que el primer capítulo está dedicado al cambio de paradigma cultural y religioso y que ya practicaron Mao y Stalin.
Y ha sido tanto y tan fuerte el estruendo ocasionado por la burla ideológica que los populistas han impuesto en nuestras principales ciudades estas Navidades, que los españoles no hemos sabido relacionar algunos hechos mas sutiles, pero de igual y tan profundo como peligroso calado social, que han coincidido en el tiempo con las payasadas propagandísticas.
En estos días, por ejemplo, el propio Ayuntamiento de Madrid ha consumado su rechazo a las agencias de calificación mundiales, S&P y Fitch, con lo que la deuda de Madrid queda a la intemperie, y sin red, de los mercados financieros. Una arriesgada maniobra económica para la capital de esta España endeuda al cien por cien de su Producto Interior Bruto y para la que cualquier subida, por pequeña que sea, de la Prima de Riesgo producirá pobreza.

Los representantes de Podemos en el Parlamento Europeo, también en estos últimos días, se han aliado con la extrema derecha para la propuesta delirante de acabar con el euro mientras que el gobierno griego de Tsipras ha reducido un treinta y cinco por ciento las pensiones de sus ciudadanos. Y de Venezuela sabemos que ademas de conseguir una nueva y democrática Asamblea Nacional, habría cerrado el año 2015 con un índice nacional de precios al consumidor del 270,7%, que es la cifra más alta registrada por el Banco Central de Venezuela en la historia.
Es decir que el sentido común nos debe hacer pensar que al año que viene, en las cabalgatas revolucionarias de un posible gobierno de alianza entre el PSOE, Podemos y demás extrema izquierda, los niños no recogerán caramelos sino billetes de mil pesetas que en el mercado internacional no servirán ni para comprar una piruleta.