
Ayer tuve que ir a Madrid para llevar unas obras al registro de la propiedad intelectual. A pesar de que me duele la rodilla izquierda, de la que he sido operado y de que me había hecho daño en un tendón del talón del pie derecho el día anterior, decidí no llevar el coche. Desde Villanueva del Pardillo, y dado que los autobuses pasan casi cada hora hacia Madrid, decido ir al aparcamiento disuasorio de Colonia Jardín y tomar allí el metro. Grave error.
«Pensad en el 80 por ciento de los madrileños, que no son tan simpáticos, “enrollados” y jóvenes, o tendréis que enfrentaros a peores momentos, que al gran desafecto que ya existe contra vosotros en Madrid»
En Colonia jardín a las once de la mañana es una misión imposible encontrar un “ agujero por mínimo que sea “, “ vamos, ni un agujero de Hobbitt como en el libro de Tolkien “ para dejar el coche. Señora Carmena un poquito de esfuerzo se podría hacer con los impuestos que se pagan para construir un aparcamiento en altura. Por ejemplo, uno de ocho plantas en altura de la misma base que el de suelo ¿n? No, está claro que a usted lo que le gusta es hundir los negocios del centro de Madrid y hundir a las personas aquejadas de luxaciones y demás, amén de a las personas más añadas que por supuesto no pueden circular en bicicleta y más en una ciudad como Madrid, cuesta arriba, cuesta abajo.
Otra cosa es que usted imagine lo bonito y llano que es Holanda con sus llanuras, molinos y tulipanes. Idílico país para los buenismos diversos. Empujado por la necesidad de hacer mi registro al fin vuelvo al Pardillo. Espero pacientemente una hora (menos mal que no hacía frío). Llega un autobús que va a Moncloa, lo cojo. Veinte minutos a la estación central. Bien ¡ Ya esta ¡ me digo… Inocente esbirro de la modernidad que coarta las libertades… No bonito no. Tus problemas solo acaban de comenzar. Entro en el metro a través del intercambiador. Para una persona como era yo ayer y también hoy, con movilidad reducida, hubiera sido mejor chuparse varios atascos y haber llevado máscara antigás. Porque en estas condiciones e imagino que también para gente con más de setenta años se les hace difícil y doloroso el periplo.
En algunas estaciones de intercambio, no hay ascensores para cambiar de nivel, no en todas, pero si en algunas. Finalmente llego a metro Sevilla y me bajo. Subo las escaleras a la calle dejándome las piernas en los peldaños y cojeado me hago dos manzanas hasta la calle Santa Catalina en la cual está el registro. Llego por los pelo para poder registrar. Salgo para volver. Me fijo en el tráfico, Nada digno de mención, no hay mucho coche, no hay mucho atasco, pero yo me trago el atasco turístico humano para volver a Sol. Muchos restaurante están casi vacíos. Normal… si la gente no viene no hay negocio.
Yo que no tengo una economía brillante vuelvo a Villanueva. Llego cansado y dolorido a las cuatro de la tarde con un hambre de lobo y un cabreo de no te menees. Deduzco que ya sabréis quien fue blanco de mis exabruptos. Políticos en concreto y otros en general, tenéis muy desatendido al personal. Esto hace treinta o cuarenta años no tendría mucha importancia, porque no había tanta información y posibilidad de expandirla, pero “andaos” con cuidado y empezad a tener en cuenta no a un 8, 10, 20 por ciento de la población y pensad en el 80 por ciento restante, que no son tan simpáticos, “enrollados” y jóvenes o tendréis que enfrentaros a peores momentos, que al gran desafecto que ya existe contra vosotros. Políticos y jueces. Ojo. ¿Paseamos?
Genial articulo Rodolfo, me ha encantado como has descrito esa realidad cotidiana que los politicos hacen que sea tan dura en muchas circunstancias.