
«Paganini, su Capriccio 24 y la historia de uno de sus violines stradivarius»
La segunda novela de Joseph Gelinek «El violín del diablo» en la que Paganini juega un papel principal, descubre que su autor además de pianista, musicólogo y escritor tiene bien aprendido el auténtico oficio de los periodistas que saben contar historias, basadas en la realidad, bien documentadas. Un auténtico maestro al administrar los datos, las cifras, al ritmo de una trepidante acción y sin olvidar, y esto es lo importante, la belleza sentimental de la melodía, ese necesario peso de la historia capaz de engancharte sin compasión desde el primer capítulo.
Paganini y su Capriccio 24, la historia de uno de sus violines stradivarius, y la investigación del asesinato de una violinista en el Auditorio Nacional de Madrid por el policía Raúl Perdomo, son los ejes de una trama apasionante, inspirada en la leyenda alemana de Fausto y el mito de la existencia de objetos portadores de la maldad.
Pero al igual que en «La decíma sinfonía» ya reseñada en estas páginas, el autor nos propone una culta aproximación a Beethoven, en «El violín del diablo», el narrador nos sumerge en la increíble historia del pequeño instrumento musical, sus maderas, sus luthiers y esa mítica leyenda de la faústica relación del violín y sus mejores interpretes.
El autor explica el porqué esconde su obra narrativa bajo seudónimo con variadas, irónicas y hasta divertidas de razones y por ese motivo no será esta Paseata el lugar donde se ilumine su nombres y apellidos reales por ese interés, publicitario pero lícito, en que un autor de novelas de misterio constituya un misterio en sí mismo. Aún a riesgo de asumir lo inútil de la apuesta en este vértigo actual por la información que produce internet y la necesidad del chismorreo electrónico que imprimen las redes sociales.
Me fui a su lado, donde había otra chica. Estaba seria, soñadora, mirando a otro punto, como si estuviese mirando a una ventana. Sus ojos eran marrones, pardos y su pelo castaño oscuro. Sus labios eran chicos y su mano estaba situada en sus labios, como si estuviese mandando silencio. También tenía el violín.
Interesantímo artìculo.